En el contexto actual, METI no es mucho más que una distracción inocua. La situación sería radicalmente distinta, sin embargo, si ya hubiéramos localizado una civilización extraterrestre. En ese caso, es esencial que prevalezcan los consejos más sabios. El punto 7 de la «Declaración de los principios concernientes a las actividades posteriores a la detección de inteligencia extraterrestre» de la IAA consagra la necesidad de la cautela:
No se debería enviar ninguna transmisión en respuesta a una señal u otro indicio de inteligencia extraterrestre hasta que hayan tenido lugar las conferencias internacionales apropiadas.[10.4]
Por desgracia, la historia me ofrece muy poca confianza en la eficacia de las «conferencias internacionales».
Respecto a la cuestión de quién debería responder «oficialmente», puedo prever todo tipo de problemas. Un mensaje preparado por un comité sería una receta para el mínimo común denominador, y es probable que consista en banalidades. Una declaración de un solo dirigente político o líder religioso es demasiado horrible para contemplarla siquiera. Un popurrí de comentarios en el cual, en bien de la igualdad o la democracia, cada grupo cultural diga lo que desee, probablemente sería juzgado como un batiburrillo incoherente. Este tipo de estrategia banal ya se intentó en 1977, cuando las dos naves Voyager, que viajan a gran velocidad hacia el exterior del sistema solar, fueron dotadas de dos fonógrafos idénticos. Las grabaciones transmiten un saludo en cincuenta y cinco idiomas, sonidos de aves y otros animales, una selección de música que varía desde cuartetos de cuerda a rock and roll, y sombrías declaraciones escritas del presidente Jimmy Carter y el entonces secretario general de Naciones Unidas, Kurt Waldheim. Si alguna vez unos alienígenas se encontraran una Voyager vagando por el espacio, me horroriza pensar qué conclusiones podrían sacar de todo ello.
¿Pueden proponer algo mejor los científicos? En la pared de mi oficina tengo colgada un hermosa placa que me concedió la NASA. Se trata de una réplica de las que iban a bordo de las naves Pioneer 10 y 11 (véase la figura 13). La Pioneer 10 fue el primer objeto construido por el hombre que saldría del sistema solar, de modo que la NASA consideró que sería bonito, por fútil que fuera el gesto, que llevase un mensaje dirigido a los extraterrestres. Como acto simbólico, es una gran idea, y estoy orgulloso de tener una réplica. Mi queja no es por el gesto en sí, sino por el contenido. La placa fue diseñada por Carl Sagan, Linda Salzman Sagan y Frank Drake, y muestra un dibujo de un hombre y una mujer, él con la mano levantada a modo de saludo, junto a una imagen de la nave y algunos datos técnicos. Una línea simboliza la trayectoria de la nave, y muestra que partió del tercer planeta desde el Sol. Nuestras coordenadas galácticas están codificadas de una forma muy ingeniosa, mostrando la localización y frecuencia para una serie de púlsares, de modo que una civilización distante podría reconstruir la posición del Sol en la galaxia usando sólo la geometría más elemental.
Esta placa tal vez sea inútil como señal para atraer la atención de unos alienígenas, pero dice mucho de los humanos. Un breve mensaje dirigido a una desconocida comunidad de extraterrestres probablemente debería reflejar las cosas que consideramos más significativas de nosotros mismos. La imagen está dominada por las formas humanas, pero nuestra forma física probablemente sea la cosa menos significativa que podemos decir. Es casi del todo irrelevante científica y culturalmente. Hablando corto y claro, ¿a quién diablos le importa qué aspecto tenemos?[10.5] La mano alzada es el colmo del absurdo: un gesto culturalmente tan específico sería del todo incomprensible para otra especie, sobre todo una que carezca de miembros. Describir la procedencia de la nave dentro del sistema solar no es demasiado relevante. Una vez localizado el sistema solar, no hace falta ser un genio para descubrir cuál de los planetas alberga vida inteligente. La placa también informa de que los humanos tenemos una biología basada en el carbono. Pero no hace falta que le expliquemos química y biología a ET. El carbono es probablemente el único elemento que puede sostener la vida; en todo caso, de querer saberlo, los extraterrestres podrían buscar en la nave restos de microbios terrestres. En tercer lugar, lo más grave es que la obsesión por explicar de qué estamos hechos es casi tan provinciana como el interés por mostrar nuestra forma física. La esencia de la humanidad debe estar en lo que hacemos y pensamos, no en la composición química de nuestro cuerpo.[10.6]
FIGURA 13. Placa de las naves Pioneer.
Este intento desganado por estampar nuestro sello en la comunidad cósmica destaca por su estrechez de miras y su obsesión con los asuntos humanos y la ciencia del siglo XX. Aborda el tipo de temas que aparecen en los programas de las conferencias del SETI, pero que muy difícilmente estará en los programas de las conferencias de una civilización con diez millones de años de antigüedad, especialmente si son computadoras las que realizan el trabajo intelectual más duro. Como tarjetas de presentación son, a todos los efectos, inútiles.
¿Puedo proponer algo mejor? Espero que sí. Una manera de acometer esta cuestión es imaginando que nuestra especie está a punto de ser aniquilada y queremos dejar un recuerdo de nuestra existencia, tal vez para una futura especie inteligente que evolucione en la Tierra con el paso del tiempo. ¿Qué desearíamos decir sobre nosotros mismos? ¿Qué es lo que más valoramos? ¿Qué productos de nuestra cultura son la quintaesencia de la humanidad? Podemos estar muy orgullosos de nuestros logros tecnológicos, como los alunamientos, los aceleradores de partículas o la secuenciación del genoma; o quizá no. La respuesta de mi madre al programa Apollo fue: «¿Para qué quieren ir a la Luna?». No le veía el sentido. En el gran esquema cósmico de las cosas, los productos tecnológicos pueden hacer poco por romper el hielo, sobre todo con una especie que no tenga una dicotomía entre el hemisferio izquierdo y el derecho del cerebro, sin un cisma entre arte y ciencia.
Por lo que respecta a los logros culturales, nos metemos en un terreno aún más pantanoso. Ya me he ocupado de la religión: la mayoría de las religiones son muy geocéntricas y antropocéntricas (incluso etnocéntricas), firmemente arraigadas en la psicología evolutiva y la historia humana reciente. No tendrían el más mínimo sentido para una mente alienígena. Las grandes obras de la literatura o la poesía son igualmente provincianas, pues celebran y analizan el dominio de las relaciones y los asuntos humanos. El arte podría tener un interés más amplio, pero la belleza está en los ojos de quien mira. No es inconcebible que pueda haber principios estéticos universales, por ejemplo relacionados con la simetría.[10.7] Incluso una mente alienígena podría ver que ciertas formas de arte visual comunican algo con lo que podría relacionarse de alguna manera muy general. Pero no hay ninguna teoría del arte que lo vincule íntimamente con el sistema cognitivo humano. Lo mismo puede decirse de la música y el humor: funcionan bien con los humanos porque compartimos una misma arquitectura neuronal. Un cerebro extraterrestre podría estar conectado de otra forma, de manera que a los alienígenas podrían gustarles cosas distintas, cosas que a nosotros seguramente nos resultarían incomprensibles. Dejo de lado el deporte, la economía y la numismática por razones que huelga enunciar.
Ante el compromiso entre contenido e inteligibilidad, haríamos bien en errar por exceso de lo segundo. De poco serviría enviar abstrusos pensamientos filosóficos sobre emergencia, postmodernismo o relativismo moral sin una librería de definiciones y una información de base. Incluso la biología es problemática: aparte del principio de la evolución darwiniana, no conocemos realmente ninguna otra ley biológica, así que comunicar los detalles del ensamblaje de proteínas o las redes de genes podría servir de muy poco. (Eso podría cambiar a medida que avancemos en nuestro conocimiento de los biosistemas).
Todo esto nos deja con las matemáticas y la física. Puede argumentarse que los productos más profundos de la mente humana son teoremas matemáticos construidos por algunos de los pensadores más brillantes del mundo. El teorema de la incompletitud de Gödel, por ejemplo, es tan profundo que cabe la posibilidad de que ningún teorema en todo el universo pueda superarlo.[10.8] (Me atrevo a afirmar algo así porque el teorema de Gödel es un enunciado muy general sobre lo que no podemos llegar a conocer o demostrar nunca, por principio, y no sobre algo concreto y conocido). La matemática ocupa un lugar inusual en nuestra cultura en el sentido de que es un producto de la mente humana, pero trasciende la mente. Cualquier ser lo bastante avanzado de cualquier lugar del universo podría demostrar los mismos teoremas a partir de los mismos principios lógicos. Como las leyes universales de la física se manifiestan en forma de elegantes regularidades matemáticas, es evidente que las matemáticas son la clave para tender un puente sobre el abismo que separa la cultura humana y una cultura extraterrestre. Si los alienígenas saben algo de ciencia, o si han desarrollado alguna tecnología avanzada, estarán familiarizados con las matemáticas. Incluso con las mismas matemáticas que nosotros conocemos. Por poner un ejemplo, las leyes del electromagnetismo de Maxwell se aplican, por lo que sabemos, en todo el universo, así que si unos alienígenas conocen los principios de la radio (lo que consideramos un requisito al menos para establecer contacto por radio), entonces conocerán las ecuaciones de Maxwell. ¿Qué más? La teoría general de la relatividad de Einstein se ha descrito como el mayor logro intelectual humano; se trata, en cualquier caso, de un logro impresionante. Luego está la teoría cuántica de campos y otros resultados esotéricos de la física teórica que concuerdan bien con datos experimentales. Si los alienígenas han llegado más allá de la radio, cabe suponer que sepan cómo encajar la teoría general de la relatividad y la teoría cuántica de campos en la suma total de conocimientos sobre el universo. Si los informamos de que hemos alcanzado ese nivel de conocimiento, de algún modo les servirá de referencia para juzgar nuestro nivel de desarrollo.
El lector estará pensando: «Claro, ¿qué iba a decir? Es justo lo que se espera de un físico teórico. Davies es tan provinciano como cualquiera de nosotros». Pero puedo defender mi elección. La razón por la que me hice físico teórico es precisamente, al menos en parte, porque la matemática y la física tienen un significado universal. Estas disciplinas me resultaron atractivas porque parecen trascender los asuntos humanos y ponernos en contacto con lo más profundo de la naturaleza. Si algún día, en mi condición de presidente del Grupo de Trabajo de Postdetección del SETI, me tocase responder a ET, elegiría las ecuaciones de Maxwell, la ecuaciones de campo de la relatividad general, la ecuación de la mecánica cuántica relativista de Dirac y una selección de teoremas matemáticos. Sería como decir: «Esto es lo que podemos hacer». Y ET sabría hasta dónde hemos llegado en el largo camino por desentrañar los secretos de la naturaleza. Si alguna vez entablamos un largo diálogo y descubrimos que estamos en la misma onda intelectual, bien, entonces los humanos podremos seguir con las catedrales, los picassos o las sinfonías de Beethoven y con ellos decir: «Esto es lo que nos gusta. ¿Y a vosotros?».