Antes
Aquella mujer, Nina, había hablado mucho tras dejar de llorar. Extraño, eso de recordar aún el nombre… Nina… No había escuchado sus palabras. No es que quisiera ignorarlas, no, es que se sentía incapaz de oírla. Por mucho que se esforzara no podía comprender lo que le decían. Veía moverse una boca, oía unos sonidos que debían de ser palabras, pero no era capaz de interpretarlos, porque su propia voz interior era tan potente que anulaba todo lo demás mientras repetía en una incansable letanía: Voy a morir. Lo he leído en su rostro. Mi espalda. Voy a morir.
Había vuelto una y otra vez a refugiarse en su interior, ese lugar tan profundo dentro de sí en el que quiso permanecer, en su capullito, aguardando simplemente a que ocurriera, a que llegara ese final. Voy a morir. Pero las palabras de esa mujer, esa Nina, la habían obligado a regresar una y otra vez en ese irreal mundo de pesadilla. En algún momento, Nina había dejado de hablar. No sabía cuánto hacía, pero era mucho. Voy a morir. Desde que había traído a Nina el monstruo no había regresado. ¿Lo haría alguna vez? ¿Y si se había olvidado de ellas? Bueno, no habría diferencia.
Voy a morir. Lo he leído en su rostro. Mi espalda. Voy a morir.