XII

Antes

La vista de aquella mujer había liberado algo en ella, algo que le había hecho recuperar la consciencia. Comenzó a reconocer su entorno, ser consciente de su situación. Y con la consciencia también regresaron más cosas. Ese extraño temor a perder la cordura, la vida. El recuerdo de cosas que habían ocurrido. La sospecha de qué sucedería después, al ver cómo el monstruo arrastraba a aquella mujer desnuda y maniatada. Veía el terror en sus ojos, que estaban muy abiertos. Y registró los incontrolados temblores de la mujer, mientras el monstruo la empujaba.

Le llamó la atención que la mujer no la hubiese mirado a la cara al pasar. No, había mantenido la vista fija en su espalda. Los latidos de su corazón se regularizaron. ¿Qué había podido ver allí? Cuán grave sería lo que… La distrajeron unos sonidos metálicos a su espalda. Sospechaba lo que iba a suceder a continuación. Y saber que su sospecha se cumpliría le proporcionaba cierto alivio. El monstruo estaba atando a la mujer, colocándola de cara a la pared a la que antes la había atado a ella.

Aquella otra mujer, la que había sido asesinada en su presencia, a cuya tortura por parte del monstruo había tenido que asistir… había tenido un alambre en torno al cuello y la habían tumbado en aquella camilla mientras ella se encontraba de cara a la pared, sin poder defenderse. Eso significaba que ahora ella se encontraba en esa misma camilla… ¿Se habían cambiado los papeles? ¿El monstruo deseaba la piel de la otra chica?

Reunió todas las fuerzas que pudo y alzó la cabeza, un poco, lo suficiente como para girarla. Necesitaba ver qué estaba sucediendo. Al intentar mover la cabeza se golpeó la nariz en la camilla, con tanta violencia, que se le saltaron las lágrimas. Se sorprendió de que todavía tuviera fuerzas para llorar y apoyó la mejilla izquierda sobre la camilla. El monstruo había acabado. La mujer se hallaba frente a la pared, con ambos brazos alzados y atados con cuerdas. Un fino alambre en torno a su cuello la obligaba a permanecer derecha, la pelvis quedaba encadenada a la pared.

El monstruo controló una vez más las cuerdas y las cadenas, después se apartó y se acercó a ella. ¿Había llegado su hora? Su garganta se cerró y el terror obnubiló sus sentidos. El monstruo se movía en su dirección… y se apartó justo antes de llegar a ella. Un instante después oyó cerrarse una puerta. Estaban solas.

La mujer intentó moverse, desesperadamente, pero renunció a ello de inmediato en cuanto notó cerrarse el alambre en torno a su cuello. Recordaba perfectamente qué era lo que debía sentir.

Quería explicarle que era mejor permanecer inmóvil, pero de su boca no salió ni un solo sonido. Ignoraba incluso si sus labios habían sido capaces de moverse.

Pero entonces habló la mujer. La cinta de su boca hizo que no se distinguieran bien las palabras, pero al parecer no se la habían puesto bien. Lo que dijo sonó algo así como Ina Hakman.