1944
KLOOGA
Comisariado General de Estland, Comisariado del Reich para Ostland
El campo de prisioneros estaba desierto, también de alemanes.
Nos arrastramos por el tejado de vuelta al desván, donde se escondían criaturas esqueléticas con expresión horrorizada. Intenté sacar a uno, que chilló y opuso resistencia, no comprendía mis palabras, ni yo su idioma. Repetí que los alemanes se habían marchado. Silabeé palabras en alemán, keine Deutsche, keine Deutsche, kein mehr, y aunque no sabía alemán y ese idioma se resistía a salir de mi boca, intenté hacérselo entender. Pero no lo entendían. Los alaridos estaban cargados de pánico animal, vacíos de humanidad, de cualquier vestigio de ella. Aquella gente tenía algo amenazador y no me atrevía a darles la espalda. Alfons comenzó a retroceder despacio hacia la puerta. Lo imité. Luego nos precipitamos escaleras abajo.
Los portones del campo estaban abiertos. No se veía a nadie. Echamos a correr. Estaba débil, más que correr arrastraba los pies. Tensé los músculos para aclararme las ideas, el hambre aún no había conseguido devorarme el cerebro. Los alemanes podían regresar. Nadie nos había seguido desde el desván.
Una vez fuera, nos dirigimos hacia el bosque. Me tapé la boca y la nariz con una mano. A los que habían tratado de escapar les habían disparado por la espalda, entre los árboles, por todas partes yacían cadáveres. Alfons y yo no éramos capaces de mirarnos, yo no miraba al suelo, ni a los lados, ni allí de donde se desprendía un calor intenso. No a los troncos carbonizados, no a la blancura del árbol recién talado, no a lo que había entre ellos, no a las manos, las piernas, los pies descalzos y calzados que sobresalían. Clavé la vista en la lejanía, hacia delante. En la primera granja que encontrásemos, me cambiaría de ropa y pediría comida. Alguien nos ayudaría, seguro. Contaría que los alemanes se habían ido. Hacia delante. Jamás volvería a pensar en lo que había dejado atrás. Ése era el ansiado momento para el que nos habíamos preparado. Los alemanes se habían marchado y los rusos venían de camino para conquistar nuestra tierra. Pero no los dejaríamos pasar.