1943
VAIVARA
Comisariado General de Estland, Comisariado del Reich para Ostland
Edgar echó un vistazo a su reloj: llegaba a tiempo. El bolsillo donde guardaba el reloj se había ensanchado por los impacientes movimientos de su mano: a diario contaba las horas que quedaban para el siguiente encuentro. Cada migaja de información que conseguía lo enardecía, pues cada hecho que pudiera añadir al informe le parecía un regalo personal para él. El SS-Hauptsturmführer Hertz estaba contento con su trabajo, se notaba, y quizá algún día lo invitara a una velada en el teatro en su compañía. Con vistas a esa ocasión ya le había encargado al sastre un traje nuevo, señalando que debía parecer hecho en Berlín.
En el restaurante reinaba el mismo bullicio de siempre: los de las SS de negro y los de la Wehrmacht de gris, y aquellas mismas largas piernas. Las medallas llamadas Gefrierfleischorden, «de la carne congelada», atraían la mirada, como las águilas y las cruces gamadas, y Edgar se obligaba a desviar la vista. Las historias sobre Stalingrado no eran apropiadas para mujeres o niños, pero tampoco para él.
Hertz le hizo un gesto con la mano y se incorporó.
—Qué agradable volver a verlo, Herr Fürst. ¡Camarero! Le recomiendo el pichón, está delicioso. Por favor, traigan también ese excelente Riesling.
Al sentarse a la mesa de mantel blanco, trató de no posar los ojos de nuevo en la Ritterkreuz del capitán y recordó mantener las cejas elegantemente arqueadas, lo justo para que la mirada pareciera más luminosa. Nada de exagerar. La mejilla derecha hacia Hertz. Había pasado la mañana muy nervioso: antes del afeitado se había colocado una toalla demasiado caliente en la cara, no había encontrado la piedra de afilar y la navaja le había irritado la piel. Su conducta le había recordado a la de un jovencito recién salido de la adolescencia antes de la primera cita con la elegida de su corazón: se había sentido igual de inquieto y había repetido con voz temblorosa las posibles frases que diría. Con esa asociación de ideas la piel irritada le había ardido aún más, ardor que no se había enfriado ni con el aire de la calle. Por suerte, la penumbra del restaurante era clemente. Edgar observó cómo las busconas que pasaban por su lado miraban a Hertz de arriba abajo, y comprobó satisfecho que éste no prestaba atención a las muestras de interés femeninas. Se mostraba cortés con las damas, pero su mirada no cometió el desliz de posarse en un pecho o una cadera. Esto hacía aún más incongruente la traza de polvos de maquillaje en su cuello por lo demás impecable.
—Ha realizado una labor excelente, no sé cómo agradecérselo. Ahora tengo una nueva e interesante misión para usted. Como entenderá, aquí en Estland se necesita mucha mano de obra, y se ha decidido traerla.
Edgar se concentró en los platos servidos, que apaciguaron sus acelerados pensamientos; apenas se humedeció los labios con el vino. No se atrevería a pedir otra bebida, aunque la carne se atascara en su garganta reseca por sus pensamientos anteriores. Tosió. Debía centrarse en los asuntos de trabajo, no podía permitirse perder la confianza de Hertz.
—No hay suficientes hombres —prosiguió el SS-Hauptsturmführer—. La industria no adquirirá impulso, la táctica de tierra quemada de los bolcheviques causó increíbles destrozos, pero esto, por supuesto, no es novedad para usted. Necesitamos nuevos centros de producción y alojamiento para la nueva mano de obra. Los anteriores Arbeitserziehungslager dependían del Reichssicherheitshauptamt, pero el campo de trabajo que hay que establecer ahora se integra en la Oficina Central de Economía y Administración, la SS-Wirtschafts-Verwaltungshauptamt. Se confía en que la sección Amt D produzca mejores resultados, pues, sinceramente, el rendimiento de los campos no ha sido el deseado. Trabajamos a las órdenes de la persona designada expresamente para esta misión, el SS-Gruppenführer Richard Glücks, general de división e inspector de campos de concentración, quien responde directamente ante el Reichsführer Himmler. Así pues, me han trasladado y ahora estoy reuniendo gente responsable para esta importante misión. La semana pasada me acerqué a conocer la zona donde se erigirá un nuevo Arbeitserziehungslager, y puedo decir que hay mucho por hacer. Las carreteras se encuentran en condiciones deplorables, lo que me permitió congratularme de las dotes de mecánico de mi chófer. El SS-Hauptsturmführer Hans Aumeier ha sido nombrado comandante de Vaivara, cuenta con diez años de experiencia en el área económica, por lo que supongo conducirá el campo hacia un nuevo nivel de rendimiento. En estos momentos estamos decidiendo la organización administrativa. Colaboramos con la Baltische Ölgesellschaft GmbH y el Einsatzgruppe Russland Nord de la Organización Todt, y necesito en el grupo a un hombre de confianza que sepa entender la mentalidad local.