El período de gestación de esta novela fue de quince años.
Concebí por primera vez la posibilidad de escribir una obra que tuviese por telón de fondo la semana en que se conceden los premios Nobel, un domingo al mediodía del mes de septiembre de 1946, mientras me hallaba mirando por la ventana de una suite del Grand Hotel de Estocolmo, escuchando los acordes de la banda real, que tocaba ante el Palacio Real, en el lado opuesto del canal de Strommen.
En aquel emocionante otoño de 1946 di comienzo a la tarea de creación de mis personajes y de construcción de una trama que por último se convertiría en esta novela. De manera intermitente, en el curso de esos quince años, me dediqué también a la tarea paralela consistente en reunir datos para ir elaborando el fondo y el ambiente del relato. Durante el mes de julio de 1960 empecé a escribir El Premio Nobel en un hotel de París, concluyendo la obra en Los Ángeles, en el mes de octubre de 1961.
Este libro es enteramente una obra de imaginación, una novela nacida en el espíritu de su autor. Los personajes que pueblan sus páginas y actúan en ellas son imaginarios; y toda la trama o tramas del libro son pura invención mía. Si los personajes o situaciones tienen o han tenido algún parecido con otros personajes o situaciones de la vida real, dicho parecido no pasa de ser una sorprendente coincidencia.
Lo que es real en esta novela es lo siguiente: con excepción de los lugares donde residen los personajes, casi todos los lugares y vistas de Estocolmo que se mencionan son auténticos y fueron visitados por el autor durante el otoño de 1946, efectuando una nueva visita a ellos en verano de 1960. Asimismo la historia de los premios Nobel, la descripción exterior e interior de las academias, los procedimientos y métodos para la presentación de candidatos, para las votaciones y el escrutinio, así como la concesión de los premios, los comentarios sobre famosos laureados, sus nombres, los actos que se les atribuyen, los datos y chismes acerca de ellos, las anécdotas personales, de «entre bastidores», por así decir, son en su totalidad auténticos y exactos, por lo que he podido comprobar.
Me he tomado algunas libertades únicamente con el procedimiento seguido para la concesión de los premios, pero lo he hecho para realzar el interés de la novela. La redacción de los telegramas que notifican la concesión del premio es obra mía. Por lo general, son las academias o el Ministerio de Asuntos Exteriores sueco quienes cursan estos telegramas. Yo he preferido que partiesen de la Fundación Nobel. La innovación consistente en celebrar varias conferencias de prensa simultáneamente también es creación mía. Las conferencias de prensa suelen celebrarse en momentos distintos, aunque en 1959 las conferencias de prensa literaria y química coincidieron. El Banquete Real, que yo he colocado al principio de mi narración, tiene lugar en realidad al día que sigue a la concesión de los premios en el Concert Hall. Este banquete nunca está precedido por un aperitivo. Pero como esto me parecía imposible, me tomé la libertad de crear una atmósfera más social. Los discursos de los laureados, que en mi obra se pronuncian en el Concert Hall, en realidad suelen pronunciarse casi siempre más tarde, en el curso de una cena ofrecida por el Ayuntamiento. Finalmente, es justo mencionar que, si bien la Semana Nobel suele ser escenario de conflictos políticos y antagonismos nacionales, no se sabe que se haya cometido nunca chantaje, ni se hayan realizado actividades criminales o producido un escándalo durante toda la historia de los premios Nobel. La posibilidad existe. Pero, hasta hoy, el sistema de seguridad sueco se ha demostrado perfecto y sin tacha.
Quiero dar las gracias a muchas personas que me asistieron durante los años comprendidos entre 1946 y 1961, proporcionándome los datos que utilicé en mi obra. Estoy en profunda deuda de gratitud, por los datos que me facilitaron de palabra o por correspondencia, dando pruebas de la mayor amabilidad, con varios premios Nobel, como el doctor Albert Einstein, doctor Robert A. Millikan, doctor Herman J. Muller, mistress Pearl S. Buck, miss Sigrid Undset, doctor Henry J. Cadbury (American Friends Service Committee), junto con varios otros que no puedo mencionar. He contraído también una deuda de gratitud con importantes funcionarios de los premios Nobel tales como Sven L. Hammarskjöld y Anders Osterling, así como los anteriores y actuales directores de la Fundación Nobel, Nils K. Stahle y el profesor Arne Tiselius. Gracias también a los empleados de la Fundación Nobel, en especial a miss Margareta Delin.
Por su ayuda en la propia Suecia, tengo que dar las gracias a Lakrederarc Norback, John Bergvall, Swen Gerjerstam, Rudolf Wendbladh, mistres Adele Heilborn, Ned Nordness, doctor Nicholas Norlin y Sven-Erik Bergh. Por su ayuda al facilitarme datos sobre Suecia, estoy en deuda con Henry Goddard Leach, Allan Kastrup, Mac Lindahl y varios miembros de la prensa sueca, que prefieren conservar el anónimo.
Por su ayuda e investigaciones de tipo general, debo manifestar mi agradecimiento a E. J. Berman, M. D., de Indianápolis (Indiana); H. G. Harshbarger, M. D., de Riverside (California); mistress Luise Johnson, de Indianápolis (Indiana); mistress Esther Biederman, de Tarzana (California), y mistress Elizebethe Kempthorne, de Arlington (California).
También estoy muy agradecido a numerosas jóvenes y encantadoras señoritas suecas de Estocolmo —que mantendrán su incógnito— por sus generosas y sinceras entrevistas, que me permitieron formarme una idea de la visión que tiene de la vida la joven sueca soltera de tipo corriente.
Todas las personas citadas, grandes y pequeñas, famosas y oscuras, me ofrecieron desinteresadamente su ayuda y su saber. No tengo palabras para agradecérselo, como no sea diciendo al lector que por lo que se refiere a los datos reales de esta novela, no hay que cargar en la cuenta de dichas personas lo peor que esta pueda tener, siendo en cambio merecedoras de los mayores elogios por lo bueno que en sus páginas hallare el curioso lector.
Siempre me ha parecido que la bibliografía que entra en la creación de un libro es interminable. Traté de leer todo lo que últimamente se ha publicado en lengua inglesa acerca del Premio Nobel y de Suecia. Hallé de un valor inapreciable Nobel. El Hombre y sus Premios, obra editada por la Fundación Nobel en 1951; Alfredo Nobel, de Herta E. Pauli, 1942; Calendario de la Fundación Nobel, 1960; Alfredo Nobel y los Premios Nobel, 1960; Ganadores del Premio Nobel, editado por L. J. Ludovici en 1957. Mis archivos están abarrotados de recortes de prensa sobre los premios y sobre Suecia procedentes de periódicos y revistas americanos y europeos.
En cuanto a los extraordinarios descubrimientos realizados por mis ganadores de los premios científicos, dichos descubrimientos son, por ahora, tan ficticios como las obras de Andrew Craig. Sin embargo, he tenido que realizar detalladas lecturas e investigaciones, así como entrevistas con médicos, químicos y físicos, para adquirir los pertinentes datos que me permitiesen dar visos de verosimilitud a mis descubrimientos. Ni que decir tiene que actualmente se realizan enormes progresos en lo que concierne a los trasplantes de órganos, la energía solar y la vitrificación de la esperma. Y quizás, algún día, en el Midwest alguien escribirá un libro que llevará por título El Estado Perfecto.
¿Qué es mío, pues, en esta novela? ¿Y qué hay en ella que no sea mío?
Lo siguiente: en su mayoría, las opiniones expresadas en esta novela son estrictamente las que sustentan sus personajes, sin que necesariamente reflejen las opiniones de su creador.
Y también esto: he contraído una profunda deuda, que voy a saldar ahora, con mi esposa, Sylvia, por su increíble tolerancia al permitir que todos los personajes que pueblan las páginas precedentes entraran en nuestro hogar para convertirse en parte integrante de nuestras vidas y de nuestra familia durante tan largo tiempo.
IRVING WALLACE.
Los Ángeles, 1962.