El barón hizo una pausa, con visible pesadez levantó su mano izquierda, se frotó los ojos con el pulgar y el índice, en esos momentos dejé de percibir toda la fuerza y sabiduría que había captado la primera vez que le vi.
—Debo descansar, el día ha sido largo y ya soy demasiado viejo para estar trasnochando… —como aparecido de la nada, el mayordomo surgió de entre las sombras detrás de la butaca donde estaba sentado en barón.
Una parte de mí se sintió decepcionado por aquella interrupción, las historias me habían cautivado y deseaba más, lo último que abandonar el agradable confort de la mullida butaca, la soporífera calidez proveniente de la chimenea y por supuesto el embriagador tono de la voz del anciano barón.
El escuálido mayordomo le ayudó a incorporarse, se movían en una completa sincronía que solo puede ser el resultado de años ejecutando aquella maniobra que incluso se me antojó como un peculiar baile, apoyándose en el brazo de su criado y en un largo bastón plateado, el viejo aristócrata inició su camino hacía su dormitorio, o al menos eso creí en esos momentos. En su lento peregrinaje nuestras miradas se cruzaron y debió leer en mí esas extrañas emociones puesto que detuvo su lento avance y me dedicó una sonrisa cargada de pura malicia.
—No se preocupe, ya tuve la preocupación de hacer preparar el cuarto de invitados para usted, aún tiene mucho que oír y comprender. Y si me permite la sugerencia, creo que sería mejor que se mudase a aquí y se convierta en mi invitado, el volumen de material que puedo ofrecerle es demasiado grande para despacharlo en tan poco tiempo.
Sin esperar respuesta siguió su camino sin hacer ni caso de mi perplejidad.
—¿Invitado? —logré articular cuando ya casi se habían desvanecido por completo en la penumbra del pasillo.
—Permanente, mañana traerán todas sus cosas —la voz apenas fue eco, un susurro en la oscuridad.
Sentado en la butaca mi imaginación se desencadenó, percibiendo en las tinieblas toda clase de extrañas y horribles criaturas acechando esperando cualquier distracción o descuido para abalanzarse sobre mí, sentí la legión de gárgolas de piedra que poblaban los tejados de la ciudad habían cobrado vida se ocultaban en la tenebrosidad del salón.
Una forma se fue dibujando en el umbral que conducía al pasillo, el miedo se expandió en todo mi ser y deseé hundirme y ser tragado por el sillón, cualquier cosa antes de tener que enfrentarme a cualquiera de las horrendas criaturas que mi mente había pintado en las oscilantes sombras del cuarto. La delgada cara del criado se abrió paso entre las tinieblas, sin mediar palabra con un gesto me indicó que le siguiera, sin pensármelo dos veces salté del butacón y me aferré a él como un niño perdido en un tenebroso bosque, ante mi sorpresa descubrí que llevaba un pequeño candil de aceite para iluminar el camino. Haciendo memoria descubrí que cuando entré no había visto ni una sola lámpara eléctrica, pensar en ese extraño detalle distrajo mi mente de cualquier perturbador pensamiento y si apenas darme cuenta llegamos al pie de una escalera.
El criado me tendió el candil y me señaló la puerta que había justo al final de la escalera, cuando me volví para interrogarle ya había desaparecido de mi lado, ignoraba en que ala de la mansión me encontraba, y regresar sobre mis pasos no me pareció una idea demasiado atractiva. Vacilante ascendí los escalones, estaba claro que aquella noche tendría que pasarla allí. Mientras subía sentí como una llama de seguridad, tenue al principio, resurgía en mi interior. Que me quedase aquella noche no significaba en absoluto que aceptara la invitación del barón. Además que significaba permanente, si algo tenía claro era que ni loco iba a vivir en aquel siniestro palacio.
Cuando mi mano se posó en el esférico pomo de la puerta pude oír en el otro lado un constante chirrido como el de un oxidado engranaje haciendo balancear de un lado a otro algo muy pesado y afilado, aunque también podían tratarse de los chillidos de ratas. Como si mi mano tuviera vida propia giré el pomo y abrí la puerta… Descubriendo que en realidad eran Susurros desde el Futuro.