El Libro de Flatey regresó a Islandia el 21 de abril de 1971 y hoy día está expuesto en la Casa de la Cultura Nacional de Reikiavik.
La elaboración de esta novela se ha basado en muchos documentos. Por supuesto, los textos del Libro de Flatey han sido la fuente más generosa, aunque también le debo mucho a otros tantos libros. No supone menos honor para el resto que aquí haga una mención especial a los de Bergsveinn Skúlason sobre las islas del Breidafjördur. Quiero agradecer a estos escritores el haberme prestado su obra.
Mi abuelo, Viktor Gudnason, fue jefe de correos y telégrafos en Flatey, organista y presidente del municipio, todo a un mismo tiempo. Mi abuela, Jónína Ólafsdóttir, era ama de casa en la granja Sólbakki de Flatey y horneaba tartas que han quedado grabadas en la memoria de los poetas. Yo pasé los veranos de mi niñez hospedado en aquella granja, hasta 1964. El verano de 1960, cuando tenía cinco años, también lo pasé en Flatey, y aquel tiempo quedó grabado a fuego en mi memoria. Entre otras cosas, recuerdo bien cuando mi abuelo me enseñó la edición de Munksgaard del Libro de Flatey en la biblioteca. Lo cierto es que por aquel entonces no se custodiaba en la antigua biblioteca sino en otra casa en la ribera norte de la isla. Éste es uno de los datos que he cambiado en la novela, igual que muchos otros detalles. Mucho después, la biblioteca fue restaurada y es allí donde se puede ver la edición de Munksgaard en una vitrina, tal y como describe este libro.
Como se menciona en el prólogo, ninguno de los personajes de esta historia se basa en nadie de carne y hueso. Algunas de las construcciones en la isla las tomé prestadas; otras, nacieron según las necesidades del texto. Como curiosidad para quienes tengan interés en conocer el entorno real, Bakki (Sólbakki), la tienda de la cooperativa, la biblioteca, la iglesia y la casa del médico existen de verdad. En la novela, la residencia del reverendo y su esposa está situada justo donde ahora se alza el restaurante Vogur. La escuela ha sido derruida, pero se levantará de nuevo con el mismo aspecto.
El poeta Adalsteinn Ásberg Sigurdsson ha compuesto los poemas que aparecen en esta obra. El destino lo ha condenado a tener que componer un poema para cada libro que publico.
Thóra Steffensen, médica forense, ha tenido la amabilidad de asesorarme en los aspectos técnicos de las autopsias y sus resultados. Es a ella a quien hay que agradecer que el texto esté corregido y expresado científicamente, mientras que aquellos detalles que pudiesen resultar dudosos no se deben más que a la mano del autor.
Agradezco asimismo a mi esposa Vala y a mis hijas, Emilía Björt y Margrét Arna, su paciencia y apoyo.