Los Jomsvikingos o Vikingos de Jomsborg fueron un grupo de mercenarios vikingos del siglo X envueltos en tintes de leyenda y fieles al culto de divinidades como Thor y Odín. Según cuentan, ponían sus armas al servicio de cualquiera dispuesto a hacer frente a sus considerables honorarios, y su fortaleza se alzaba en Jomsborg, en las costas meridionales del mar Báltico. Sus correrías se relatan en manuscritos de los siglos XIII y XIV, y, para curiosidad y divertimento de mis lectores, a continuación se incluye un breve extracto del Libro de Flatey que describe el comportamiento de los Jomsvikingos tras caer derrotados en batalla por el conde Haakon.
Los vikingos de Jomsborg son apresados
Cuenta la historia que el conde Haakon vio a unos hombres en el islote y pidió que fuesen en barco a buscarlos para apresarlos a todos y se los trajesen, pues quería proceder a su ejecución. Se dirigen entonces los hombres del conde a un barco y reman hasta el islote. Encuentran que de entre los hombres que habían quedado en el islote, pocos había capaces de combatir debido a las heridas y al frío, y por ello no se menciona que su defensa fuese grande, y así sucede que los guerreros del conde apresan a todos ellos, un total de sesenta hombres. Luego conducen a Vagn y sus compañeros a tierra, con las manos atadas a la espalda, y uno al lado del otro amarrados a una cuerda y sin ninguna gentileza. El conde y sus hombres se disponen a comer y tienen intención de decapitar a aquellos hombres más tarde cuando tengan más tiempo, mas antes de empezar a comer remolcan el barco de los Vikingos de Jomsborg y se reparten todo el tesoro y las armas, y consideran una gran victoria semejante botín. Habían capturado a algunos de los Vikingos de Jomsborg, ahuyentando a otros tantos y dando muerte a la mayoría de ellos, así que se vanaglorian al máximo. Y cuando tienen el estómago lleno, salen de sus tiendas y caminan hacia los atados. Thorkell Leira es el encargado de decapitarlos a todos, pero antes quieren hablar con ellos para preguntarles si es cierto que, como se cuenta, eran mucho más fuertes que el resto de los hombres, así que liberan de sus ataduras a unos cuantos, a aquellos que estaban más heridos, mientras Skofti y Kark y otros esclavos se ocupan de vigilarlos y mantenerlos sujetos con la cuerda. Conforme desataban a los hombres a los que iban a decapitar, los esclavos tenían la orden de agarrarlos, retorciéndoles el cabello. De este modo se llevan a tres hombres que estaban gravemente heridos, y Thorkell Leira se acerca a ellos y les corta la cabeza. Luego preguntó Thorkell a sus compañeros si tras aquella ejecución habían visto algún cambio en su propio rostro. «Porque cuenta la gente —dice él— que a todo hombre le cambia el color de su rostro si decapita a tres hombres, uno tras otro». Mas el conde Haakon responde:
—No hemos visto que mudase tu semblante mientras los decapitabas, pero después de ello sí que te ha sobrevenido un cambio aciago.
Los hombres son liberados para ser decapitados
Entonces, desataron a un cuarto, lo cogieron del cabello y Thorkell le dijo antes de asestarle el golpe de gracia:
—¿Cuán bueno te parece morir?
—Bien me parece si así pierdo la vida, pues encontraré la misma suerte que mi padre.
Y tras ello le cortó Thorkell la cabeza, poniendo fin así a su vida. Luego fue desatado el quinto hombre y entonces Thorkell le pregunta cuán bueno le parece morir.
—Violaría el código de honor de los Vikingos de Jomsborg si sufro o me angustio por mi muerte o si pronuncio palabras de cobardía, pues alguna vez ha de morir todo el mundo.
Y de inmediato decapita Thorkell a este hombre. El conde Haakon y Thorkell tienen la intención de plantear la misma pregunta a cada uno de los cautivos antes de ejecutarlos, para ver si estos hombres son en verdad tan bravos como su reputación sostiene: desean comprobar si al mirar a la muerte a los ojos ninguno de ellos pronuncia palabras cobardes, aunque son tantos los capturados que lo dudan, y aun en tal caso, piensan que será entretenido oír cuanto tienen que decir. Así, liberan al sexto hombre de la cuerda y le agarran el pelo con la mano preparándolo para el corte, y al llegar el momento, Thorkell le pregunta cuán bien le parece la muerte.
—Bien me parece morir con buena reputación —responde éste—, mas tu vida, Thorkell, está llena de vergüenza, y mientras sigas con vida habrás de vivirla en la deshonra y la cobardía.
No gustaron a Thorkell las palabras de aquel hombre, y no tardó en cortarle la cabeza, sin tener curiosidad por dejarlo hablar algo más. Luego llevan al séptimo hombre a ser decapitado, y le pregunta Thorkell cuán bien le parecía la muerte.
—Muy bien me parece —dijo—, y me alegro de que así sea, mas querría pedirte que me cortases la cabeza de un único tajo mientras sostengo yo una daga en la mano, porque los Vikingos de Jomsborg hemos discutido a menudo si uno es consciente de algo al ser decapitado, si le cortan la cabeza con suma rapidez. Acordemos el siguiente código: sujetaré la daga en alto si mantengo la consciencia; de otro modo, simplemente caerá de mi mano.
Asesta Thorkell el golpe de tal manera que inmediatamente salta la cabeza volando, y el cuchillo cae a tierra, como era de esperar.
Luego fue conducido hasta allí el octavo hombre, y Thorkell le pregunta lo mismo.
—Bien me parece —responde. Y ahora enrollan su cabello en la mano, y cuando le pareció que ya no quedaba nada para el golpe, entonces habló—: ¡Carnero! —dijo.
Thorkell se detuvo y preguntó por qué había pronunciado aquello.
Porque —contesta éste— aún sería demasiado agruparos con las borregas después de todo lo que estuvisteis balando ayer, hombres del conde, cuando recibisteis las heridas.
—Hombre de lo más miserable, hablando así —dice Thorkell, e inmediatamente lo decapita.
Ahora desatan al noveno de la cuerda y pregunta Thorkell:
—Dime la verdad, compañero, ¿cuán bien te parece morir?
—Bien me parece, igual que al resto de mis camaradas, mas querría que me concedieses no ser sacrificado como una oveja. Deseo estar sentado y que me cortes la cabeza de frente y me asestes el golpe en el rostro, y prestes atención a ver si me estremezco lo más mínimo, porque a menudo hemos discutido los Vikingos de Jomsborg si uno reaccionaría en caso de que le asestasen el golpe de gracia en la cara.
Thorkell hace lo que le han pedido. El hombre permanece sentado y Thorkell lo golpea en el rostro. Se cuenta que el vikingo no se movió un ápice, hasta que la muerte llegó a sus ojos y cerró los párpados, como sucede a menudo cuando alguien muere. Y después de esto fue liberado otro hombre de la cuerda, presto a ser decapitado, y Thorkell le pregunta lo mismo.
—Muy bien me parece —dice—, mas ¿me concederías primero que me bajase las calzas para hacer mis necesidades?
—Eso te lo voy a conceder —dice Thorkell—, aunque no veo que vaya a cambiar gran cosa el que lo hagas o no, mas actúa como prefieras.
Aquel hombre era de aspecto hermoso y gran estatura, y una vez acabó de hacer lo que necesitaba hacer, tomó la palabra aún con las calzas por las rodillas y sujetando a su amiguito con la mano.
—Sí que es cierto —dice— que muchas cosas no salen como uno había planeado, porque tenía la intención de que este amigo mío se acercase a Thóra Skagadóttir, la mujer del conde, y quería que ella lo cuidase y lo acogiese en su cama —mientras lo dice se lo sacude un poco y luego se sube las calzas.
Mas el conde habla:
—Decapitad a este hombre de inmediato —dice—, pues lleva tiempo teniendo malas intenciones tal y como acaba de demostrar.
Y entonces Thorkell le cortó la cabeza poniendo fin a su vida.
El indulto de Sveinn Búason
A continuación, liberaron a otro hombre de la cuerda para ser decapitado. Se trataba de un hombre joven y de gran melena, tal que colgaba por debajo de sus hombros y era dorada como la seda. Thorkell vuelve a preguntar una vez más qué le parecía perder la vida:
—Yo ya he vivido la mejor parte de mi vida —responde— y no tengo interés en sobrevivir a aquellos que acaban de perder la suya, pero desearía que me concedieses que no sean esclavos quienes me conduzcan a la muerte. Preferiría que fuese un guerrero de rango semejante al tuyo, y aquí no debería ser difícil encontrar a alguno. Y hay algo más: me preocupo mucho de mi cabello, así que desearía que ese guerrero lo mantuviese retirado de mi cabeza mientras soy decapitado, y arranque ésta enseguida del cuerpo, de modo que el cabello no se manche de sangre. Y tú corta con tanta rapidez que pueda ser tal y como te he pedido.
Y así se cuenta que uno de los hombres del conde se dirigió hacia él para ofrecerse a agarrarlo, y resultó que no tuvo que enrollarse el cabello en la mano, pues era una melena muy abundante, y el guerrero lo agarra y se lo enlaza entre los dedos sosteniéndolo con las dos manos bajo el golpe, así que Thorkell levanta la espada presto a concederle lo que había pedido: decapitarlo con fuerza y rapidez. Mas el joven, cuando escuchó el zumbido del filo, pegó entonces un tirón hacia atrás, apartándose del golpe, y sucedió de tal modo que quien recibió el impacto fue quien lo agarraba, de modo que Thorkell le corta a éste ambos brazos a la altura de los codos. El joven vikingo se puso de pie y reaccionó de modo jocoso diciendo:
—¿Quién ha puesto sus manos sobre mi cabello? —y sacude entonces la cabeza.
Entonces se pronunció el conde:
—Algo terrible ha sucedido, coge a este hombre y mátalo cuanto antes, pues ya ha estado jugando con nosotros, e igualmente quiero que todos los que quedan sean ejecutados inmediatamente, pues estos hombres son peores de tratar de lo que aparentan, y no es ninguna exageración lo que se cuenta de ellos y de su coraje.
Erik responde entonces a su padre diciendo:
—Deseo saber, padre, quiénes son estos hombres antes de que sean ejecutados —luego preguntó Erik—: ¿Y tú quién eres, joven?
—Sveinn me llamo —le responde éste.
—¿Hijo de quién? —pregunta Erik—, ¿o cuál es tu familia?
—Búi se llamaba mi padre —le contesta—, y era hijo de Véseti de Bornholm. Danés soy de toda mi familia.
—¿Y qué edad tienes, Sveinn? —pregunta Erik.
—De llegar a sobrepasar este invierno, entonces tendría dieciocho años.
—Mas ciertamente que llegarás a sobrepasar este invierno —dice Erik—, y no serás ejecutado.
Erik libera a este hombre y lo deja marchar para reunirse con sus compañeros, y cuando el conde ve esto, se pronuncia:
—Erik —le dice—, ¿qué intenciones tienes, dejando que quede libre alguien como este joven que tanta vergüenza nos ha causado? Sin embargo, no veo que vaya a ser yo quien te lo quite de las manos, así que por esta vez podrás decidir por tu cuenta y será tal y como desees.
Erik habló:
—No se matará a nadie antes de que yo haya hablado con ellos y sepa de qué familia son o cuál es su nombre.
Erik indulta a Björn
Y luego de esto desataron a otro hombre de la cuerda, mas la cuerda se había enrollado en su pie, de modo que no podía moverse. Este hombre era de gran estatura y escasa edad, el más hermoso de todos. Thorkell le preguntó al hombre cuán bien le parecía morir.
—Bien me parece —le responde éste—, si antes puedo cumplir mi solemne promesa.
Entonces pregunta Erik:
—¿Cuál es tu nombre?, ¿o cuál es esa promesa que te parece tan importante cumplir antes de dejar esta vida?
Él le responde:
—Vagn me llamo y soy hijo de Áki, hijo de Palnatoke. Así se podrá conocer mi estirpe.
—¿Y qué has prometido tan solemnemente que te parecería bueno morir si se cumpliese tal y como deseabas? —dice Erik.
—He prometido solemnemente que si llegaba a Noruega iba a entrar en el lecho de Ingibjörg, la hija de Thorkell Leira, sin su permiso ni el de ninguno de sus familiares, mas a él mismo lo mataría, aunque ahora me parece una gran falta en mi asunto si no puedo llevarlo a cabo antes de morir.
—Yo me voy a ocupar de que no puedas llevarlo a cabo nunca —dice Thorkell, y en esto corre hacia Vagn y le va a cortar las dos manos, pero Björn el Británico, su padrastro, le dio un empujón a Vagn con el pie, apartándolo del golpe. Thorkell hace caer el golpe sobre Vagn, mas la espada da en la cuerda que lo ataba, cortándola en dos. Ahora Vagn se encuentra libre e ileso. Thorkell pierde el equilibrio al fallar el golpe, y cae al suelo y la espada escapa de su mano. De tal modo había empujado Björn a Vagn que éste también había caído al suelo, mas no se queda tirado sino que se pone en pie de inmediato. Toma la espada que tenía Thorkell y le asesta al momento un golpe de gracia.
—Con esto he cumplido la mitad de mi promesa —dice Vagn—, y me siento más satisfecho, pues ahora la perspectiva es mejor que antes.
El conde Haakon habló:
—No lo dejéis libre jugando más tiempo, y matadlo cuanto antes, porque ya nos ha causado un gran daño.
—No será ejecutado —dice Erik—, o tendréis que pasar por encima de mi cadáver. Tengo intención de aceptar a Vagn bajo mi mandato como uno de mis hombres.
El conde Haakon habló:
—No tengo ahora necesidad alguna de entrometerme, si en esto quieres decidir tú solo, hijo —dice.
—Buena es la compra con Vagn, padre —dice Erik—, y buena me parece la inversión si lo tomamos por los logros y honores que ha tenido Thorkell. Thorkell tendría que haberse imaginado esto mismo que ha sucedido, pues ahora sucede como a menudo se dice que la predicción es el pronóstico del sabio, y tú acabas de ver, reflejado en el cambio de su rostro, el destino funesto que le aguardaba.
Y ahora toma Erik a Vagn en su poder, y éste se encuentra libre de toda amenaza, mas le habla entonces Vagn:
—Pues tan sólo me parece mejor opción aceptar tu misericordia, Erik, si también se le concede a todos nuestros compañeros, o en caso contrario deberíamos todos nosotros llevar el mismo camino.
—Quiero yo entonces hablar con estos tus compañeros, aunque no me negaré a esto que me pides —responde Erik, y se dirige a donde estaba Björn el Británico y pregunta quién es y cómo se llama.
Éste le responde y le dice que es Björn.
—¿Eres tú ese Björn que con la mayor audacia fue a rescatar a un hombre del palacio del rey Sveinn?
—Eso no lo sé —le dice Björn—, si yo he sido el más audaz, mas de todos modos salí de allí sacando a un hombre.
—¿Por qué tenías que atacarnos —pregunta Erik—, anciano, cuando fuiste hasta allí?, ¿o qué te movió a tal expedición, hombre calvo y cano como un ventisquero de nieve? ¿Pues acaso es cierto —dice— que todas las hierbas nos quieren pinchar a los noruegos, ya que han venido hasta aquí a atacarnos incluso los viejos que ya no se tienen en pie por la edad, o querrías obtener la clemencia de mi parte, pues no me parece ser un orgullo dar muerte a alguien tan viejo?
—La clemencia la aceptaré sin duda de vuestra mano, Erik —responde Björn—, a condición de que mi hijastro Vagn también obtenga misericordia, al igual que todos nuestros hombres que quedan.
—Eso mismo os concederé a todos si puedo decidir —dice Erik—, y ésa es mi voluntad.
Y en esto Erik se acerca a su padre y le pide que todos los Vikingos de Jomsborg sean indultados, concediéndoseles clemencia, y que sean puestos en libertad, y ahora es eso mismo lo que ordenan el conde Haakon y Erik, que Björn el Británico vaya a asentarse en la morada de Hallsteinn el Mataviejas. Se cuenta que con él cayeron otros cinco terratenientes súbditos del rey. Vagn, hijo de Áki, fue al este hacia Vík por decisión de Erik, y antes de despedirse Erik le dijo a Vagn que entonces podría casarse con Ingibjörg, la hija de Thorkell, como había sido su propia voluntad. Y cuando Vagn llegó al este, a Vík, entró en el lecho de esta misma Ingibjörg, hija de Thorkell Leira, y allí se quedó Vagn aquel invierno. Mas en primavera partió Vagn y cumplió bien con todo lo que le había prometido a Erik, y se dirigió a Dinamarca a su hogar en Fionia, donde tenía sus tierras que siguió llevando por mucho tiempo, y fue reconocido como un hombre de grandes logros y muchas personas muy notables descienden de su estirpe. Se cuenta que Vagn llevó a Ingibjörg consigo a Dinamarca, mas Björn el Británico fue a su hogar en la Britania donde gobernó mientras vivió, y fue considerado el guerrero más intrépido y leal. De Sigmundur Brestisson hay que decir que permaneció con Haakon el invierno en que estos eventos acaecieron, mas en verano retornó a su hogar en las islas Feroe con grandes regalos honrados de parte del conde Haakon y también de su hijo, y allí se quedó tranquilo aquel invierno.