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A las cuatro en punto de la tarde, Gudjón y Högni terminaron de armar el ataúd de Björn Snorri Thorvald. Estaba sobre dos caballetes en el pequeño taller de la parte de atrás de Rádagerdi, esperando a que lo llevasen a la casa del médico. Los dos carpinteros se quedaron mirando el objeto mientras se sacudían el serrín y las virutas. Högni dio un tiro al rapé y Gudjón se fumó un cigarrillo. El ataúd era de elaboración sencilla, hecho con tablas de pino lijadas sin pintar, con una cruz de latón en la tapa, justo como lo había pedido el fallecido. Había acordado el encargo con Gudjón muchos meses antes. De hecho, Björn Snorri quería que el carpintero se pusiese manos a la obra de inmediato, aunque Gudjón no quiso ni oír hablar de aquello. Era capaz de realizar unos ataúdes bastante buenos para sus paisanos si era necesario, pero se negaba a empezar a fabricarlos antes de que el interesado estuviese definitivamente muerto. Cualquier otra cosa habría sido inapropiada e irrespetuosa para con el Todopoderoso.

Aún seguía lloviendo, pero el aire estaba calmo y no hacía frío cuando Thormódur el Corneja llegó vestido con su ropa de gala y cargaron el féretro en el carro. Luego atravesaron la isla tirando de él.

El inspector Lúkas y un miembro de la guardia costera estaban fuera de la residencia del médico.

—Seguro que tienen a Jóhanna bajo arresto domiciliario —susurró Högni, apenado.

Entraron con el ataúd en la casa y lo llevaron a la sala en la que yacía Björn Snorri en la cama de hospital, recién lavado y vestido con una túnica blanca. Tenía una cinta de lienzo blanco atada en la cabeza para que la mandíbula se mantuviese en su lugar y no abriese la boca. Junto a la cama, tres velas encendidas. Jóhanna Thorvald y el reverendo Hannes estaban en la sala y los recibieron.

Colocaron el ataúd en el suelo junto al cuerpo y Jóhanna depositó en su interior un edredón blanco y un cojín para la cabeza. Los tres hombres trabajaron a una para levantar aquel cuerpo marchito y depositarlo en el féretro.

El reverendo Hannes dio un paso adelante y pronunció unas palabras de despedida, a continuación rezaron el padrenuestro y cantaron un salmo breve. Finalmente, todos ellos hicieron la señal de la cruz sobre el cuerpo, lo cubrieron con el edredón y por último colocaron la tapa. Gudjón cogió el martillo y fijó la tapa a conciencia con unos pocos clavos.

Entre Högni y Gudjón sacaron el ataúd de la casa y lo depositaron en el carro. Thormódur el Corneja levantó el mango del carro y se puso en marcha. Jóhanna y el reverendo Hannes caminaron tras él, seguidos por Högni y Gudjón, y por último, y a una distancia considerable, el inspector Lúkas y su ayudante del guardacostas.

Mientras avanzaban, Högni se puso a pensar en el difunto. Su hija y él habían vivido en aquella casa los últimos dos años. El verano anterior, Björn Snorri se encontraba lo bastante bien como para caminar, se daba algún paseo por la isla y charlaba con la gente. Todos sabían que había venido a Flatey a morir, por lo que los isleños, de alguna manera, se sentían tímidos con él. Pero saltaba a la vista que aquel hombre era muy inteligente y educado. Y que todavía conservaba las ansias por aprender. Hacía muchas preguntas a unos y a otros sobre sus trabajos y sus quehaceres y lo anotaba todo en un pequeño libro que tenía. Pero sus días de paseo eran cada vez menos y al final no podía salir de casa y tuvo que quedarse postrado en la cama de hospital. Entonces los habitantes de Flatey comenzaron a ir de visita a casa del médico para contarle historias. Por lo general eran relatos de naufragios y accidentes que habían sucedido décadas o siglos antes y que la gente había preservado en su memoria. Björn Snorri escuchaba todo ello con una sonrisa en los labios y con gratitud en los ojos. Y ahora a Högni le había dado por preguntarse si todas aquellas historias no las habría recogido por escrito en alguna parte. Tal vez algunos de aquellos hechos se mencionaran en los anales, pero no era seguro que los relatos que habían pasado oralmente de generación en generación se conservaran por escrito. Tal vez todo aquel conocimiento incalculable se estuviese perdiendo con cada habitante que fallecía en las islas. Incluido el propio Björn Snorri. Sin duda había escrito numerosísimos artículos sobre sus estudios, pero ¿no es cierto que el grueso del conocimiento no queda jamás registrado? ¿O acaso los muertos no desaparecen del todo sino que sólo nos llevan algo de ventaja? ¿No tendría también él la posibilidad de aprender algo de Björn Snorri en algún otro lugar?

Llegaron a la iglesia y Högni y Gudjón sacaron el ataúd del carro mientras Thormódur el Corneja abría las puertas. Lo llevaron adentro y lo posaron sobre los caballetes en medio de la estancia. Luego volvieron a salir.

Jóhanna se despidió y regresó a casa con Lúkas y su compañero, mientras los demás se quedaban de pie junto a la iglesia disfrutando del buen tiempo y del paisaje.

—¿Me falla la vista o hay alguien haciendo aspavientos en los islotes de Kerlingarhólmur? —dijo Thormódur el Corneja mientras miraba hacia el sur, escrutando el canal en la distancia ahora que había marea alta. Högni miró hacia donde le señalaba el sacristán y vio a un hombre en la orilla agitando ambos brazos.

—¿No será el representante del gobernador que se ha quedado atrapado en el escollo por la marea? —dijo Högni—. Antes lo andaban buscando.

Gudjón sonrió ampliamente.

—No es mucho más espabilado que las ovejas de la orilla. ¿Qué se le habrá perdido allí?

—Tengo que ir a buscarlo —dijo Högni—. La chalana vieja de Sigurbjörn está aquí en la rada. Ayudadme a echarla al mar.

35.ª pregunta: «Un filete menor que el rey. Segunda letra». Áli Hallvardsson iba ataviado igual que el rey. Entró a caballo en la arboleda llevando consigo pocos hombres. Los granjeros llegaron apresurados y lo mataron. Le quitaron las armas y proclamaron a grandes voces que el rey había caído. Mas cuando el rey lo escuchó, hizo que sonasen los cuernos de batalla y se lanzó a la carga con dureza y coraje. Se encontraron entonces los granjeros con que tenían en su espetón un filete menor del que se había llevado el rey. La respuesta es «Áli» y la segunda letra es la L…