Högni salió a buscar a Thormódur el Corneja, que se presentó en el interrogatorio con su vestimenta de gala, un bastón y la medalla de honor en el pecho. Las ropas aún seguían mojadas después de la noche, aunque había hecho un digno intento de secarlas sobre la cocina aquella mañana. Había traído consigo los ejemplares de la edición impresa del Libro de Flatey como le había pedido el alcalde Grímur, y los agarraba con fuerza bajo el brazo.
Thórólfur se quedó mirando un largo rato al sacristán de arriba abajo antes de comenzar con el interrogatorio.
—¿Se encontró con el difunto Bryngeir el domingo? —preguntó.
Thormódur el Corneja respondió con solemnidad:
—Bryngeir acudió a mi establo sobre la hora de la cena el domingo. Me invitó a un trago de ron y yo por mi parte le ofrecí una taza de leche y pescado seco. A veces tengo un poco de pescado seco colgado en un rincón del pajar, para picar entre horas, y esa noche nos vino bien. Luego nos sentamos y estuvimos charlando un rato.
—¿Sobre qué hablaron?
—Hablamos sobre sueños y sobre las capacidades sobrenaturales de aquella gente que sabe pensar. El difunto Bryngeir sabía bien de qué hablaba y enseguida pude ver que era un genio interpretando sueños importantes. También había estudiado espiritismo en la escuela nocturna con un médium famoso de Reikiavik. Por desgracia, uno no encuentra muy a menudo almas tan desarrolladas en esta isla. Tenía cierta clarividencia cuando estaba sobrio. Por eso bebía tanto, me dijo. Hay gente que nunca es capaz de acostumbrarse al poder e intenta reprimir su talento. Necesitan ayuda. Pero para los sueños se mostraba muy solícito y capaz. Pudo interpretar el Sueño de los Terneros, con el cual yo llevaba mucho tiempo lidiando. El sueño consiste en que me parece como si estuviese allá arriba donde la iglesia y entonces…
—Gracias —lo interrumpió Thórólfur—, es suficiente. ¿Adónde fue cuando se despidió?
—Dijo que iba a buscar transporte para ir a Stykkishólmur, pero antes pensaba acercarse a saludar a la doctora.
—¿Se encontraba mal?
—No, no era una visita como paciente. Yo le comenté que el cadáver del anciano estaba en la casa y él dijo que iría a visitar a Jóhanna para darle el pésame. Le pedí que se mostrase respetuoso.
—¿Esperaba que actuase de otro modo?
—Naturalmente el hombre iba un poco entonado, aunque no tanto como para no poder manejarlo. Sólo que de cuando en cuando se exaltaba y se le ocurría alguna que otra locura.
—¿Hizo alguna mención del danés?
—No, a mí no, por lo menos.
—¿Sabe cuándo tenía pensado ir a Stykkishólmur?
—Bueno, iba a hablar con los isleños que tuviesen motoras o alguna pequeña barca de pesca. De todos modos, dudo que nadie se hubiese prestado a llevarlo aquella noche. El tiempo estaba empeorando.
—¿Habló de hospedarse en alguna parte aquí en Flatey si no conseguía llegar a Stykkishólmur?
—No. Yo no podía ofrecerle alojamiento en mi cabaña porque no tengo cama extra, pero le dije que podía quedarse en el pajar, si quería. Sólo le pedí que tuviese cuidado con el fuego.
—¿Cree que se alojó en el pajar?
—Sus cosas todavía estaban allí cuando llegué al establo ayer por la mañana.
—¿A qué hora se fue de su casa?
Thormódur el Corneja se lo pensó.
—Vamos a ver. Yo marché con la leche a casa del reverendo Hannes alrededor de las ocho y regresé a casa para la cena. Luego volví a subir al establo sobre las diez para abrevar a las vacas y arreglar las cosas para la noche. Para entonces ya se había ido.
—¿No volvió usted a verlo?
—No, con vida no.
—28.ª pregunta: «El más sagaz de los caudillos. Segunda letra». Los nórdicos que entraron a servicio en Constantinopla recibieron el nombre de varegos. Su caudillo era Harald, a quien llamaban Nordbrigt… Partieron entonces al asedio de otra ciudad que era mayor y a su vez más difícil de atacar. Allí en el campo había árboles en flor y de gran ramaje. Los pájaros volaban siempre de la ciudad hasta allí por el día y volvían a sus nidos en los tejados de las casas por la noche. Nordbrigt habló entonces con sus hombres: «Aquí cerca de la ciudad hay mucho barro que vamos a coger y amasar. Se volverá como pegamento. Luego untaremos con este pegamento mojado los árboles que hay fuera de la ciudad». Este consejo funcionó, ya que los pájaros se quedaban pegados a los árboles cuando venían a buscar su comida y con semejante truco consiguieron apresar un gran número de aves. Entonces dijo Nordbrigt: «Ahora vamos a tomar la madera que esté más seca y que sea más inflamable y vamos a prender un pequeño fuego añadiéndole azufre y cubriéndolo con cera, y ataremos tal carga a los pájaros para que se la lleven volando. Y cuando comience a anochecer, volveremos a liberarlos a todos para que regresen veloces a su hogar y vayan a sus nidos de la ciudad tal y como tienen por costumbre». Siguieron estas mismas instrucciones y los pájaros volaron a la ciudad nada más ser liberados, en busca de sus nidos y sus polluelos. Mas todas las casas tenían tejado de caña y no hubo que esperar mucho hasta que el fuego prendió en las plumas de los pájaros y luego en los tejados, con lo que ardieron uno tras otro. Al mismo tiempo, el ejército se armó y atacó la ciudad, y los ciudadanos tenían ahora que defenderse de dos cosas a la vez: el fuego y el feroz ataque de los varegos. No pudieron lidiar con ambas. La respuesta es «Harald» y la segunda letra es la A.
—Aquí Lund ha puesto el sobrenombre «Nordbrigt» —dijo Kjartan.
—Entonces la respuesta es la A o la O…