28

Bryngeir y Benni siguieron con atención el modo en que colocaron el féretro con el cuerpo a bordo del barco postal. Bryngeir no quiso acercarse más, pero le pidió a Benni que le dijese quién era cada uno de los hombres que había en el muelle.

—El alcalde, el profesor, el sacristán y el sacerdote —dijo Benni—. El más joven es el representante del gobernador —añadió.

—¿De quién son esos barcos? —preguntó Bryngeir señalando las pequeñas lanchas ancladas en la parte interior del muelle.

—De pescadores de otros pueblos que salían a faenar para la planta. Aunque no han pescado nada y seguro que se marchan a otros caladeros. Ese bote negro es de Valdi de Ystakot, fue él quien encontró al hombre muerto en Ketilsey —añadió Benni.

—Y de ésos, ¿cuáles estaban el otoño pasado, cuando vino el danés?

—¿Quieres decir aquí en el muelle? —Benni respondió con otra pregunta.

—Sí.

—Nadie salió de aquí el otoño pasado.

—Entonces ¿no había ningún barco?

—Como mucho el de Valdi. Luego lo guarda en invierno. No recuerdo cuándo lo hizo el año pasado.

—¿Y no hay más barcos en la isla?

—Sí, pero en otoño todos se guardan en la bahía, así se les puede echar un ojo desde el pueblo si el tiempo empeora.

Ahora el barco del correo estaba dando marcha atrás desde el muelle y el cortejo fúnebre empezaba a moverse. Bryngeir agarró a Benni y tiró de él hacia el otro lado de la esquina, y ambos corrieron a ocultarse en la cara este de la planta de pescado. Allí había unos cuantos barriles de madera, así que se escondieron tras ellos mientras los otros pasaban por delante. Benni estaba muy sorprendido de aquel modo de actuar, pero le encantaba acompañar a un tipo con tanto mundo y le pareció emocionante espiar un poco.

Desde su escondite observaron cómo aquellos cinco hombres seguían por el camino más allá de la casa del médico. Thormódur el Corneja iba a la cabeza arrastrando el carro; le seguía el sacerdote, y finalmente Grímur, Kjartan y Högni.

—Si tuvieses la absoluta necesidad de llegar hasta Stykkishólmur y no pudieses esperar al barco del correo —le preguntó Bryngeir a Benni—, ¿qué harías?

—Le pediría a mi padre que me dejase el bote —respondió Benni, aunque no mencionó que con toda seguridad no se lo prestaría para ir a Stykkishólmur. Era una travesía demasiado larga y él no conocía la ruta de navegación por la parte sur del fiordo.

—¿Y los forasteros?, ¿cómo llegarían hasta la isla principal? ¿Qué tendría que hacer yo si necesitase llegar allí esta misma tarde?

Benni se lo pensó. Le costaba imaginar que alguien pudiese tener tanta urgencia.

—Por supuesto podrías pedirle a mi padre que te llevase hasta Brjánslaekur. O a Sigurbjörn de Svalbardi, o quizá a Ásmundur, el tendero. Desde allí se puede ir andando carretera arriba para coger el autobús a Ísafjördur. Por mar, también podrías ir hasta Vatnsfjördur si hay buena corriente. Esa caminata es más corta.

Bryngeir estaba impaciente.

—Pero ¿al sur, a Stykkishólmur, chico?

—Sí, tal vez podrías encontrar a alguien que te llevase en barco en caso de no hacer muy mal tiempo. Es una travesía un poco larga para ir en un barco abierto y por la noche.

Bryngeir se alejó de la planta y bajó hasta el muelle vacío. Se quedó mirando los botes allí amarrados.

—¿Y el dueño de ese barco negro? —preguntó—, ¿podría llevarme hasta Stykkishólmur?

—No, no creo —dijo Benni—. Valdi nunca tiene dinero para comprar suficiente gasolina. Además, lo llevan gratis en el barco del correo porque siempre se ocupa de recoger las amarras cuando atracan aquí en el muelle.

—Vayamos a hacerle una visita a la cabaña. Muéstrame el camino.

Benni subió el muelle y siguió por un sendero que conducía hasta Ystakot. Vieron al pequeño Nonni en la playa y él también los vio a ellos.

—Papi, papi —llamó el niño hacia la casa—. Vienen dos hombres grandes. Benni de Rádagerdi y el borracho.

Valdi había salido a la entrada de la casa cuando Bryngeir y Benni se detuvieron. Bryngeir se quedó mirando a Valdi en silencio. Benni no se acercó más.

—¿Qué queréis? —preguntó Valdi al final.

—¿Podrías llevarme a Stykkishólmur esta noche? —preguntó Bryngeir.

—¿Por qué no has ido con el barco del correo?

—Me retrasé y lo perdí.

Jón Ferdinand salió al patio mientras Valdi se lo estaba pensando.

—¡No veo nada, no veo nada! —chillaba el anciano.

—¡Abre los ojos y verás como ves, idiota! —dijo Valdi.

—Sí, ahora veo la luz, mi querido Valdi. Qué bueno eres conmigo —respondió Jón Ferdinand, contento.

—Qué condenadas chorradas sueltas, papá. Nos pones en evidencia —dijo Valdi, enfadado, y se volvió de nuevo hacia Bryngeir—. Puedes conseguir que alguien de las islas del interior te lleve a tierra firme después de la misa de mañana. Va a venir todo el mundo a la misa de Pentecostés.

—Pero yo necesito llegar a Stykkishólmur esta noche. ¿Cuánto tengo que pagarte?

Valdi se negó.

—Yo no puedo apartarme de casa. Tengo que cuidar del niño y de mi padre. Al viejo se le ha ido la cabeza.

—¿Y si te doy tres mil coronas?

—¿Tres mil coronas?

—Sí.

—Eso es mucho dinero —hizo cálculos mentales—. Más o menos cinco pieles de foca completamente trabajadas, o casi.

—Sí, es bastante dinero, pero es muy urgente —Bryngeir sacó la cartera del bolsillo de los pantalones.

Valdi cargó la pipa y la encendió. Al final dijo:

—Pero mi padre se viene con nosotros, y me hará falta comprar gasolina antes de nada. Tendrás que pagarme por adelantado.

Bryngeir se volvió hacia Benni sonriendo sarcásticamente.

—¿Lo ves? Sólo se trata de dar con el precio —y luego, dirigiéndose a Valdi, dijo—: Oye, creo que Stykkishólmur puede esperar.

Valdi se exasperó:

—¿Estabas jugando conmigo?

Bryngeir se rio.

—Sólo estaba viendo cuál sería el precio del viaje, amigo.

—Largaos inmediatamente de aquí —dijo Valdi, enfurecido, y se dirigió amenazante hacia Bryngeir, que retrocedió entre risas, tropezó con una mata de hierba y cayó de culo.

Benni se interpuso entre los dos:

—Ya me lo llevo yo y me encargaré de que no vuelva.

Ayudó a Bryngeir a ponerse de pie y lo sacó de allí.

—No deberías hacer rabiar a Valdi —le dijo Benni una vez se alejaron lo suficiente de la cabaña—, pierde el control por completo. Una vez hace tiempo estuvo a punto de estrangular a un forastero en una pelea. El hombre se salvó clavándole a Valdi el dedo en el ojo. Por eso está tuerto.

Bryngeir no parecía satisfecho con aquella retirada que no entraba en sus planes.

—Pues habría que quitarle el otro ojo si fuese necesario —afirmó malhumorado.

12.ª pregunta: «Cortó una oreja del rey Sverre. Segunda letra». Un hombre yacía gravemente herido muy cerca de allí. Se trataba de Brynjólfur, hijo de Kalf, el legado de las islas Feroe. Éste se puso de rodillas y blandió su espada contra el rey Sverre apuntando al cuello. El rey desvió la estocada con el borde de su yelmo de acero, mas el filo sangriento de la espada le arrancó la oreja de cuajo y le hirió en el cuello causándole un corte de gran tamaño. Y en aquel mismo instante, espadas y alabardas cayeron sobre Brynjólfur con tanta fuerza que apenas llegó a desplomarse su cuerpo al suelo. La respuesta es «Brynjólfur» y la segunda letra es la R…