10

Kjartan observó desde tierra cómo Grímur y Högni se iban acercando, y descendió por la bahía bordeando la orilla hasta llegar al pequeño embarcadero junto a una cabaña roja al oeste del pueblo. Dejaron el barco parado con la proa hacia tierra lo ataron con una soga a una vieja piedra de amarre.

Entre los dos compañeros sacaron una cría de foca del barco, y estaban depositándola en la orilla cuando Kjartan llegó junto a ellos. A ésta la siguieron otras dos crías. Eran piezas pesadas y los dos hombres tenían dificultades para caminar entre las piedras mojadas y tapizadas de algas de la ribera, que poco a poco iba cubriendo la marea.

—Mira que pesan un quintal, estas benditas foquichuelas —comentó Högni cuando los compañeros dejaron la última sobre la grava.

—Sin embargo, son más pequeñas de lo que me esperaba —dijo Kjartan.

—Son crías de apenas unas cuantas semanas —respondió Grímur—. Cabía esperar que no fuesen grandes. Pero están bien alimentadas, gordas y bien hermosas.

Högni regresó de nuevo al barco para volver a llevarlo al fondeadero. Grímur esnifó tabaco y luego metió apresurado una de las focas dentro de una caja de madera.

—El gobernador quiere que investigue para ver si alguien reconoce al muerto —dijo Kjartan—. Cuenta con que podrás ayudarme.

—Podemos dar una vuelta y hacer unas cuantas visitas cuando acabemos con las tareas de hoy —dijo Grímur mientras afilaba un pequeño cuchillo—. Pero no hace falta ponerse en marcha antes de que la gente del pueblo haya podido leer el anuncio que hemos puesto.

Blandió su cuchillo y rajó la piel alrededor de la cabeza de la cría de foca, abriendo un collar rojo como el fuego en aquel pelaje negro.

—Tengo la impresión de que llegarán noticias en cuanto caiga la tarde —dijo Grímur mientras cortaba alrededor de las aletas anteriores y luego por el dorso, desde encima de las aletas hasta la cola. No salía sangre de aquellos cortes, pero se podía ver el blanco de la grasa y el rojo de la carne viva.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Kjartan.

—Hoy nos vinieron siguiendo dos marsopas todo el camino desde los acantilados. Por lo general, cuando los delfines siguen la estela del barco es señal de que algo va a suceder.

Grímur continuó blandiendo el cuchillo y de un solo movimiento abrió la foca en canal desde el cuello hasta la cola. Luego comenzó a arrancarle la piel de modo que se llevaba también una fina capa de grasa.

—¿Y crees en esas cosas? —preguntó Kjartan.

Grímur levantó la vista de su trabajo y esbozó una sonrisa burlona.

—Hay más señales —le contestó, y señaló con el cuchillo ensangrentado en dirección al pueblo—. ¿Ves la casa del sacerdote allí, al otro lado de la bahía? Antes he visto que el pequeño Svenni venía corriendo desde allí y que se apresuraba aún más camino arriba. Luego desapareció por un momento, pero ahora lo veo venir por la orilla como si lo persiguiese el demonio —Grímur señalaba a un chiquillo que se acercaba corriendo hacia ellos—. El reverendo Hannes lo ha enviado hasta aquí con algún mensaje para mí y le ha dicho que se dé prisa.

Grímur continuó despellejando la foca sin levantar la vista hasta que el niño llegó a su lado.

—Alcalde Grímur, alcalde Grímur —llamaba el niño jadeante y sin aliento—. El reverendo Hannes necesita hablar con usted.

—¿Te ha dado un caramelo para que vinieses a buscarme? —preguntó Grímur.

—Sí —el niño introdujo la mano en el bolsillo y sacó un caramelo que se metió en la boca.

—¿Cuántos caramelos te ha dado?

—Tres de los grandes.

—Vaya, entonces debe de tratarse de algo de suma importancia. Bueno, luego me acerco a verle, cuando haya terminado de despellejar las focas.

—¿No deberíamos ir inmediatamente? —preguntó Kjartan.

Grímur miró a Kjartan y pensó en el asunto.

—Ve tú —le dijo entonces—. Yo voy en un rato. Supongo que tendrá tanta necesidad de hablar contigo como conmigo. Pero llévale esto de mi parte.

»No se conoce el método de elaboración de la tinta en la Islandia medieval. Existen documentos más modernos que describen la preparación de la tinta con arbusto de gayuba, pigmentos de la tierra y madera. Lo más probable es que esta técnica fuese conocida y que se emplease en la elaboración de los manuscritos. También es posible que la tinta fuese importada y por tanto fabricada en el extranjero con ingredientes que no se encontraban en Islandia. Las plumas de cisne eran probablemente las que se usaban para escribir. Lo mejor era que fuesen del ala izquierda, pues así tenían una curvatura que se adaptaba a la mano. Antes de empezar a escribir en el pergamino, se marcaban las columnas y las líneas en la piel con una cuchilla afilada…