Capítulo cuatro

Ashton

Me despertó el sonido alertándome de que me había llegado un mensaje al móvil. Me restregué los ojos e intenté centrarme un poco antes de leerlo. El mensaje era de Beau.

Buenos días.

La sorpresa de ver su nombre en mi móvil tan temprano hizo que me enderezara de golpe, para dejarme caer otra vez sobre la almohada al recordar los sucesos de la noche anterior. Prácticamente podía sentir los labios de Beau sobre mi hombro, provocando que me estremeciera bajo la colcha.

Llámame cuando despiertes.

Debería ignorar el mensaje y fingir que lo de anoche no había pasado. Pero el recuerdo de su aliento en mi oído y de sus manos acariciándome los brazos acabó con todas mis buenas intenciones.

Yo:

Ya estoy despierta.

En menos de un minuto, sonó el teléfono. Tenía que decidirme de prisa. Podía ignorar la llamada y ahorrarnos a Beau y a mí un montón de problemas. O contestar y olvidarme de las consecuencias.

—Hola.

—Hola. —Su voz hizo que me alegrase al instante de haber contestado.

—Sobre lo de anoche… —empecé yo.

—Quiero verte hoy —interrumpió él.

El corazón me latía a cien por hora en el pecho y le sonreí en dirección al techo. Quería verme.

—Vale —respondí en seguida.

—¿Te importaría venir aquí?

—¿A tu casa? —pregunté.

—Sí, tengo que hacer algunas tareas para mi madre. ¿Por qué no vienes a hacerme compañía?

Me incorporé sonriendo como una boba.

—Estaré allí en media hora. ¿Has comido?

—Todavía no.

—Entonces traeré el desayuno.

—Perfecto.

—Muy bien, adiós.

Vaciló un poco antes de decir:

—Nos vemos luego.

El corazón me latía a toda velocidad cuando salté de la cama y me dirigí a la cocina para preparar unos bollos antes de ducharme.

Beau

Alargué la mano para llamar a Ashton y cancelar la cita (debía de ser como mínimo la décima vez que lo intentaba) cuando su Jetta apareció por el camino de grava.

Genial.

Había conseguido mantener a raya mis buenas intenciones durante el tiempo suficiente como para que Ashton llegase hasta aquí. Eso estaba mal. Herir a los demás no es algo que me preocupe demasiado, pero ¿herir a Sawyer? Eso estaba fuera de toda discusión.

Ashton salió del coche llevando otro vestido corto y con un plato de comida en las manos. Viendo el contoneo de sus caderas bajo el tejido vaporoso mientras se abría paso hacía mí, las comisuras de sus labios dibujando una sonrisa tímida, decidí que me daba igual comportarme como una escoria. Sawyer no estaba aquí y yo parecía incapaz de controlarme.

Mi primo no debería haber movido el culo de su casa.

—He traído bollos —dijo al aproximarse a la puerta.

—¡Mmm! Me muero de hambre —respondí, sujetando la puerta para que entrara. La brisa le alborotó el pelo al pasar junto a mí. ¿Por qué tenía que oler tan bien? Cerré la puerta y me di la vuelta para empaparme bien de ella. La noche anterior, cuando me marché, fui directamente a ver a Nicole. Era de vital importancia que me recordase a mí mismo quién era yo. Nicole había estado más que dispuesta, pero mi cuerpo parecía incapaz de olvidar lo bien que se estaba con Ashton acurrucada a mi lado.

—No esperaba que llamaras —dijo Ashton en voz baja, examinando el plato que tenía en las manos.

Había sufrido un momento de intensa debilidad al despertar de un sueño protagonizado por ella. Lo único en lo que podía pensar era en estar junto a ella.

—No me gustó cómo dejamos las cosas anoche.

Se ruborizó y levantó la vista hacia mí.

—Siento mucho mi comportamiento.

Maldita sea. No iba a poder resistirme. Empujando a Sawyer a un rincón oscuro y olvidado de mi mente, salvé la distancia que nos separaba, le quité el plato de las manos y lo dejé en la encimera.

—Ya te lo dije, empecé yo. Debería ser yo el que se disculpara.

Soltó una risa tímida y se miró los pies.

—No, recuerdo claramente que era mi pierna la que estaba subida en tu regazo y mi mano la que estaba debajo de tu camiseta. Tú ya habías dejado de tocarme. Gracias por cargar con la culpa, pero yo también estaba allí.

Le pasé las manos por la cintura y tiré de ella hacia mí. En ese momento no me importaba de quién fuese. La deseaba y era incapaz de ver más allá de mi anhelo.

—Mírame —susurré, poniéndole el dedo bajo la barbilla para poder verle los ojos—. La única razón por la que no te agarré y te subí encima de mi regazo es que es la primera vez en toda mi vida que deseo algo que pertenece a la única persona a la que quiero. Empecé a tocarte anoche porque no podía quitarte las manos de encima. Pensé que si podía tocarte sólo un poco, podría soportarlo. Pero no reaccionaste como esperaba.

Me interrumpí y cerré los ojos. Mirarla mientras hablaba de su reacción a mis caricias era complicado. Esos enormes e ingenuos ojos verdes absorbiendo todas y cada una de mis palabras. Dios mío, era perfecta.

—Y mis buenas intenciones se estaban desvaneciendo a marchas forzadas. Si te hubiese seguido tocando unos segundos más, habría perdido la cabeza. Estaba colgando de un hilo. Un hilo muy fino.

Se zafó de mi abrazo y me ofreció una sonrisita.

—Vale. Gracias por decírmelo. —Se dio la vuelta y se dedicó a abrir el envoltorio de plástico de los bollos.

—Los dos le queremos. Ninguno de los dos desea hacerle daño. Pero… nos sentimos atraídos. Tenemos historia. Los tres. Estos últimos años, sólo estábamos Sawyer y yo. No es lo que yo habría deseado, pero fue lo que pasó. Creo que ahora podemos volver a ser amigos otra vez. Quiero que lo seamos. Así que mientras Sawyer no esté, disfrutemos de nuestra amistad. Te prometo mantener las manos apartadas, si tú me prometes lo mismo.

Me miró por encima del hombro mientras colocaba los bollos en unos platos que había en el escurreplatos. Decirle que haría todo lo que me pidiese no me pareció precisamente la mejor estrategia. Asentí y fui a por unos vasos y zumo de naranja para que pudiésemos desayunar juntos. Igual que en el pasado.

Después de desayunar, convencí a Ashton de que me ayudase a lavar la camioneta. Llegué a la conclusión de que cualquier excusa era buena para salir afuera, a un lugar público donde no me sintiera tentado a llevarla hasta mi habitación.

—¡Basta ya, Beau! —chilló Ashton mientras corría por un lado de la camioneta, huyendo de la manguera con la que le apuntaba.

—Es que tienes los brazos llenos de jabón. Te los estoy enjuagando —repliqué. Su risa hizo que se tensara algo en mi interior y me obligué a no pensar en ello.

—Claro que sí. Por eso me estás empapando. Prefiero tener los brazos llenos de jabón, muchas gracias.

—Venga ya, Ash. Estaba intentando ayudar. Además, ni siquiera llevas una camiseta blanca, mojarte no tendría ninguna gracia.

Se dirigió al frente de la camioneta con precaución. No se fiaba de mí. Solté la manguera y levanté ambas manos.

—Ves, te lo prometo —le aseguré.

Ladeó la cabeza y se mordisqueó el labio.

—Mmm, vale.

Observé cómo se aproximaba lentamente al cubo de agua jabonosa y recogía la esponja que había soltado. Antes de que pudiese responder, se enderezó y me arrojó la esponja empapada y llena de jabón a la cara. Se dio la vuelta y salió corriendo al otro lado de la camioneta chillando de placer.

—Tú te lo has buscado —bramé y corrí tras ella para atraparla.

—Lo siento —protestó entre risas.

—Demasiado tarde para las disculpas, querida. Vas a caer.

—Beau, ¡te prometo que no lo haré más! No me la tires, por favor —contestó y se agachó detrás de la camioneta.

—Qué tierno.

La voz de Nicole me pilló desprevenido. Dejé de perseguir a Ashton y lancé la esponja húmeda al interior del cubo antes de darme la vuelta y encontrar a Nicole apoyada en el Camaro rojo de su madre. La mueca que tenía en la cara iba dirigida a Ashton. Eché un vistazo a Ashton, de pie detrás de la camioneta, observando a Nicole con nerviosismo. Compararlas era como comparar el día y la noche. Nicole encajaba perfectamente en el parque de caravanas, mientras que Ashton parecía completamente fuera de lugar. El viejo Macklery salió por la puerta de su caravana con una cerveza en la mano y gritándole a su mujer antes de cerrar de un portazo. Cuando estaba con Ashton, todo lo demás se desvanecía. Era lógico que me hubiera pasado por alto la llegada de Nicole. Me di la vuelta y le lancé una mirada de advertencia.

—No te he oído llegar.

Alzó las cejas y dirigió su enfado hacia mí. Sabía a qué había venido. La minifalda ceñida y la blusa escotada que apenas le cubría las tetas indicaban que tenía ganas de acción.

—Te lo estabas pasando demasiado bien como para fijarte en otra cosa.

¡Mierda! Esto iba mal. Ashton era la única persona por la que Nicole se sentía amenazada. Nada importaba que Ashton siempre hubiese sido amable con ella. Nicole la odiaba. Pillarla empapada con un diminuto vestido de tirantes lavando mi camioneta no parecía muy inocente. Ashton estaba sexy como pocas completamente mojada y llena de jabón. Un hecho que sabía que no iba a pasarle por alto a Nicole. Disfrutaría viendo cómo Ashton se estrellaba. Tenía que decir algo, pero no se me ocurría nada.

—Hola, Nicole. Ya empieza a ser hora de que me vaya. Me alegro de que estés aquí —dijo Ashton, rompiendo el incómodo silencio.

Detecté la mueca de preocupación que intentaba disimular. Si meter a Nicole en su coche y obligarla a marcharse hubiese servido para devolverle la sonrisa y hacerla reír de nuevo, lo habría hecho. Nuestras miradas se encontraron y Ashton me lanzó una sonrisa radiante, como las de antes. De las que tenía que forzar. No la sonrisa a la que me había acostumbrado durante los últimos días.

—Le diré a Sawyer que he venido a ver cómo estabas y que te he hecho compañía en su ausencia, como me pidió. Parece que ahora ya tienes a alguien con quien seguro que lo pasas mejor —comentó, mirándome directamente. Luego desvió su atención hacia Nicole y le ofreció la misma sonrisa falsa—. Que os divirtáis. ¡Nos vemos! —dijo, e hizo un gesto de despedida con la mano.

Observé cómo se alejaba y se metía en el coche completamente empapada. Quise correr tras ella y suplicarle que no se fuera, pero sabía que éste era el único modo de cubrirnos las espaldas con Sawyer.

—Me cuesta creer que Sawyer quisiera que viniese a participar contigo en una guerra de agua —dijo Nicole, acercándose a mí.

—Cállate —repliqué y me agaché a recoger la manguera para enjuagar la camioneta.

—No la soporto, Beau. Ya lo sabes. Si necesita niñera, que se busque a otro. Ashton no es tu problema.

—No tienes derecho a decirme con quién puedo o no puedo pasar el rato, Nicole.

—¡Claro que puedo! Por lo que yo sé, aún somos pareja. Eres mío. No te quiero con ella. Mantén las distancias con esa tía de una puta vez o le explicaré a Sawyer lo bien que lo estabais pasando cuando llegué. No estoy ciega, Beau. He visto cómo la mirabas. Como si estuviera desnuda.

Giré la cabeza y le lancé una mirada furiosa.

—A mí nadie me amenaza, Nicole. Lo sabes perfectamente. No cometas ese error.

—Y entonces qué, ¿tengo que aguantarme sin decir nada mientras manoseas a la novia de tu primo?

—No la estaba manoseado. Estábamos lavando el coche. Somos amigos, Nicole. Era mi mejor amiga de pequeño. El que seamos amigos no es para tanto y a Sawyer le parece bien. Ashton es demasiado buena para mí. Ella lo sabe. Yo lo sé. Sawyer lo sabe. Y tú también deberías saberlo.

Nicole no dijo nada y me dispuse a aclarar el jabón del coche con la esperanza de que la conversación hubiese terminado.

—Pero te gusta.

No sonaba como una pregunta. Era más bien una afirmación.

—Sí, Nicole. Es la novia de mi primo. Es agradable y generosa y todas aquellas cosas que tú y yo no somos. A todo el mundo le gusta. A todos menos a ti.

—Me refiero a gustar, gustar. Por tu forma de mirarla, la deseas.

Había un millón de cosas que habría querido decir, pero habría sido un error. Mantener a Nicole con la boca cerrada era más importante.

—Es la chica de Sawyer.

—¿Eso importa? —espetó.

Importaba. Debería importar. Siempre había importado. Los puños se me cerraron en torno a la manguera y reprimí el deseo de gritar lo injusto que era todo. No necesitaba que Nicole me interrogase. Tenía que lidiar solo con toda esta mierda.

—Ya sabes que sí importa. Sawyer siempre importa.