Beau
La multitud se lanzó al campo durante los últimos segundos. Habíamos ganado el campeonato estatal, por veintisiete a seis. Las familias rodeaban a mis compañeros de equipo, felicitándolos y abrazándolos. No esperé que mi madre apareciese. Esa noche trabajaba. Me quité el casco mientras Sawyer y Ethan jaleaban al entrenador. Levantó las manos y rió a carcajadas. Sawyer era feliz. Su sonrisa hizo que apareciera otra en mi cara. Estaba en su elemento. Ganar siempre había formado parte de la persona que era. Su madre apareció por detrás y le abrazó por la cintura. La tía Samantha nunca había sido fan mía y ahora que sabía la verdad sobre mi ADN estaba seguro de que me despreciaba aún más. No podía culparla. Samantha Vincent era todo lo que mi madre no era. Refinada, educada y cariñosa. No recordaba ningún partido en el que la tía Samantha no estuviese en las gradas animando a su hijo. De niño, fingía que era mi madre y que también me animaba a mí. Cuanto mayor era, más me costaba seguir fingiendo. Especialmente, cuando la veía fruncir el ceño cada vez que me ponía los ojos encima.
Mi mirada se encontró con la de Sawyer y su sonrisa se desvaneció. Estaba mejor con Ash y conmigo, pero la traición seguía ahí. Sabía que pasaría mucho tiempo antes de que la olvidase. Si es que lo hacía. Le saludé con la cabeza y dije:
—Buen partido. —Sabía que me podría leer los labios con facilidad.
—Lo mismo digo —respondió. Con eso bastaba por ahora.
Harris Vincent apareció delante de Sawyer, tapando mi visión. Observé al hombre que siempre había considerado mi tío con indiferencia, mientras le veía dar unas palmadas en la espalda del hijo al que quería y aceptaba. No oía lo que estaba diciendo, pero no hacía falta. La sonrisa radiante en la cara de Samantha me indicó que alababa la victoria de Sawyer. Se inclinó hacia delante y le abrazó. La súbita opresión que sentí en el pecho me sorprendió. No podía permitirlo. Tenía que olvidarlo y pasar página. Mi padre no estaba. Ahora ya no tenía padre. El esperma de este hombre había intervenido en mi creación, pero no era mi padre. No necesitaba que me abrazase y desde luego no necesitaba su aprobación.
Sawyer me miró por encima del hombro de su padre. Se le notaba que estaba preocupado. Sabía lo que estaba pensando. El muy imbécil estaba preocupado por mí. No quería que se preocupase por mí. Estaba perfectamente. No necesitaba nada de Harris Vincent. Había vivido dieciocho años sin él. Estaba muerto para mí.
—¡Has ganado! —El chillido de Ashton irrumpió en mis pensamientos y me di la vuelta para verla mientras se abría paso entre el gentío hasta que pudo lanzarse en mis brazos.
—Hola —respondí, abrazándola con fuerza. Era justo lo que necesitaba. No quería pensar en por qué necesitaba tanto ese abrazo, pero lo necesitaba. Ashton era la persona perfecta para dármelo.
—Has estado increíble. Mañana estaré ronca de tanto gritar. Tu última recepción ha sido preciosa —explicó mientras me besaba por toda la cara.
—Estoy sudado, princesa —dije, riendo por su entusiasmo.
—No me importa. Has ganado el campeonato estatal. Tenemos que celebrarlo.
Enterré la cabeza en la curva de su cuello e inhalé su fragancia sensual y exquisita. Mucho mejor que un campo lleno de tíos sudorosos.
—Se me ocurren unas cuantas cosas que me gustaría celebrar —le dije contra su cuello.
—Suena prometedor —dijo entre risas y me pasó las manos por el pelo.
—Oh, es muy prometedor —aseguré.
Ashton se apartó un poco para poder mirarme.
—Mis padres quieren saber si pueden invitarnos a cenar esta noche.
La ansiedad de su voz me indicó que le preocupaba que dijese que no. El hecho de que sus padres considerasen siquiera la posibilidad de aceptar que yo era digno de su hija hizo que desease hacer cualquier cosa que me pidieran, excepto alejarme de Ashton.
—Suena bien —respondí, plantándole un beso en la nariz—. ¿Adónde nos llevan?
—A Hank’s, claro. Quiero una hamburguesa.
Tiré de ella para besarla y disfruté del tacto suave de sus labios contra los míos. No me rehuyó ni se preocupó de quién podría estar mirando. En vez de eso, me rodeó el cuello con los brazos y profundizó el beso. Quizá no tenía unos padres que me quisieran, pero tenía a Ashton. No importaba nada más. Era todo lo que necesitaba.
Ashton
Llevaba poco tiempo en la cama cuando me empezó a sonar el teléfono. Lo alcancé y vi el nombre de Lana en la pantalla. No había hablado con ella desde hacía una semana. Acepté la llamada, curiosa por saber qué la impulsaba a llamarme tan tarde.
—Hola.
—Hola, espero que no sea demasiado tarde.
—No, para nada. ¿Qué pasa? —pregunté a sabiendas de que no me llamaba a medianoche simplemente para charlar.
—Mmm, bueno, me estaba preguntando si te parece bien que este verano venga a visitarte.
La idea de tener a la tía Caroline en la casa aunque sólo fuese durante una semana me provocó un escalofrío. Pero echaba de menos a Lana. No podía dejar de verla sólo porque su madre me sacaba de mis casillas.
—Claro. ¿Qué semana pensabas venir? —pregunté con la esperanza de que sólo fuese una semana.
Lana hizo una pausa.
—Me preguntaba si podría venir después de la graduación y pasar el verano contigo. Antes de ir a la universidad, un último verano juntas.
—Espera… ¿todo el verano?
Ni por todo el oro del mundo iba a soportar a la tía Caroline durante todo el verano. Incluso mi padre consideraría la posibilidad de mudarse. Pero seguramente la tía Caroline no le pediría a Lana que me llamase para preguntarme si podían quedarse a pasar el verano. Llamaría directamente a mi madre. Eso significaba que…
—¿Quieres decir tú sola? ¿Sin tu madre?
Lana soltó una risita al otro lado de la línea.
—Sí, sólo yo. Mi madre tiene cosas que hacer y yo necesito poner un poco de distancia entre las dos o me volveré loca. Mi padre y ella todavía están como el perro y el gato.
—En ese caso, ¡sí! Me encantaría que vinieras. —Me interrumpí al recordar que Lana no era precisamente fan de Beau y que íbamos a pasar juntos todo el verano. ¿De verdad era una buena idea? No quería que Lana se sintiera incómoda. Ya tenía bastantes problemas con el idiota de su padre y con su madre.
»Me parece una idea genial. Me encantaría verte, pero tienes que comprender que ahora estoy con Beau… —Dejé la frase sin terminar, a la espera de su respuesta.
—Ya lo sé. Me alegro de que lo hayáis solucionado todo. ¿Cómo les van las cosas a esos dos? ¿Sawyer ya lo lleva mejor?
No exactamente. Tal vez. No quería darle otra excusa para odiar a Beau, así que le dije una mentirijilla.
—Sí, ya hemos pasado página. Sawyer y Beau han empezado a recuperar la confianza. Pronto será agua pasada.
—Qué maravilla. Me alegro de que todo haya salido tan bien.
La sinceridad de su voz me hizo sentir culpable. Quería a Lana, pero su tierno, inocente y confiado corazón a veces me hacía sentir como una persona terrible.
—Sí, la vida es buena.
Eso no era ninguna mentira. La vida era buena. Tenía a Beau.
—¿Podrás hablar con tu madre para que llame a la mía y la convenza de que pasar este verano juntas es una buena idea?
Debía de necesitar esta escapada de verdad si ya estaba planeando su fuga. Lo menos que podía hacer era convencer a mi madre de que ayudase. Además, sería divertido. Podía emparejarla con Kyle, o Ethan, o Justin. Ethan era el más sensible de los tres. Seguramente sería el más adecuado.
—Hablaré con ella por la mañana. Seguro que le encanta la idea.
—Muchísimas gracias —respondió Lana. Por su voz, parecía entusiasmada. Sí, yo también me alegraría si pudiese escapar de la tía Caroline unos meses antes de lo planeado.
—De nada. Será divertido —le aseguré.
Nos despedimos y colgué el teléfono. Me di la vuelta en la cama y me quedé mirando el ventilador del techo. La noche había sido increíble. Mis padres habían sido amables con Beau y le habían felicitado. Habíamos pasado una buena velada. Después, mi padre dejó que Beau me llevase a casa. Beau había conducido muy despacio y yo me había aprovechado al máximo de él durante el trayecto.
Mis labios dibujaron una sonrisa al recordar lo sexy que estaba cuando intentaba conducir y mantener la calma mientras yo le provocaba.
Entonces me vino a la mente la imagen de Sawyer. No había hablado con él después del partido. Sus padres estaban a su lado y yo aún no estaba preparada para enfrentarme a ellos. Además, tenía a un par de animadoras colgadas de los brazos. No me importaba, pero decidí que era mejor mantener las distancias. Quizá pasaría página saliendo con una de ellas. Quería encontrar la manera de que volviéramos a ser amigos. Sawyer era importante en mi vida. No estábamos hechos el uno para el otro, pero habíamos sido amigos mucho antes de empezar nuestra relación. Cogí el teléfono y decidí enviarle un mensaje antes de acobardarme. Pasito a pasito podríamos superar la distancia que nos separaba.
Yo:
Has jugado muy bien esta noche. Estoy orgullosa de ti.
Apreté enviar y esperé. Justo cuando creía que ya no me iba a responder, sonó el teléfono.
Sawyer:
Gracias.