Capítulo veintisiete

Llegué a la conclusión de que lo que Beau no sabía no podía hacerle daño. Me había encerrado en mi habitación durante horas debatiendo internamente si debía ir a visitar a Sawyer o no. Finalmente, mi conciencia ganó la partida y conduje hasta su casa. Encararme a su madre no estaba en la lista de cosas que habría querido hacer, ni este año ni ningún otro. Dejé la casa atrás y giré en dirección al hoyo.

Cuando llegué, aparqué el coche y le envié un mensaje para decirle que había ido a ver cómo estaba. Si quería verme, vendría. Mientras esperaba, decidí aprovechar para visitar una última vez el escondrijo favorito de nuestra infancia.

Trepar a un árbol no resultaba tan sencillo como antes, pero nuestra rama favorita tampoco parecía tan alta como entonces. Sólo tuve que tomar un poco de impulso para sentarme cómodamente en la rama que había compartido con los chicos Vincent durante nuestra niñez.

—Impresionante. Haces que parezca fácil. —La voz de Sawyer me sorprendió. Miré por encima del hombro y lo encontré apoyado en un árbol cercano. Su pelo bailaba bajo la brisa, recordándome las muchas veces que había contemplado su danza, fascinada. Me encantaba enterrar los dedos en su espeso cabello y enredarlo entre ellos. Era francamente hermoso.

—Ya estaba aquí cuando has enviado el mensaje —explicó con una sonrisa divertida. Debió de notar mi aspecto confundido.

—Ah —respondí.

—¿A qué se debe la visita? —preguntó enderezándose y acercándose unos pasos para colocarse junto a mis piernas. Casi no tenía ni que levantar la cabeza para mirarme a los ojos.

—Quería ver cómo estabas. Beau ha dicho que tenías una contusión.

Sawyer soltó una risita ahogada y arrojó al agua un guijarro que había estado sosteniendo en la mano.

—¿Te ha explicado cómo recibí la contusión?

—Sí —contesté sintiéndome culpable.

—Lo merecía. Esta semana me he comportado contigo como un cabrón.

¿Sawyer acababa de soltar una palabrota?

—Mmm… —No sabía qué decir. Tenía razón, lo había sido, pero no merecía recibir una paliza de su hermano por ello.

—No debería haberles permitido que te hicieran todo eso. La verdad es que la paliza de Beau fue un alivio. Me sentía culpable, así que recibir una buena resultó liberador.

—¿Qué?

—Ash, fuiste mi chica durante años, pero antes de eso fuimos amigos. Los mejores amigos. No debí permitir que un bache en la carretera me pusiera en tu contra de esa manera. Estuvo mal. Cargaste con toda la culpa de algo que no era sólo responsabilidad tuya. Era responsabilidad de Beau y también mía.

—¿Tuya? ¿Por qué?

—Sabía que él te quería. Había visto cómo te miraba. También sabía que le querías más que a mí. Los dos compartíais un vínculo secreto del que yo no formaba parte. Estaba celoso. Beau era mi primo y tú eras la chica más guapa que había visto en toda mi vida. Te quería para mí. Así que te invité a salir. No acudí a él primero. No le pregunté cómo se sentía al respecto. Aceptaste y, como por arte de magia, rompí vuestro vínculo. Os dejasteis de hablar. Se acabaron las charlas nocturnas en el tejado y ya no tuve que sacarte de ningún otro lío. Beau era mi amigo y tú eras mi novia, era como si vuestra amistad nunca hubiese existido. Fui egoísta e ignoré el sentimiento de culpa hasta que desapareció. Sólo cuando le veía observándote con esa expresión de anhelo y de sufrimiento despertaba, mezclado con miedo. Miedo a que descubrieses lo que había hecho y volvieses junto a él. Miedo a perderte.

Alargué el brazo y le pasé la mano por el pelo.

—Yo también te quería. Quería ser digna de ti. Quería ser la chica buena que merecías.

—Ash, eras perfecta tal como eras. Fui yo el que te dejó cambiar. Me gustaba el cambio. Era una de las muchas razones por las que temía perderte. En el fondo, sabía que el espíritu libre que habías sofocado lucharía para liberarse. Al final, ocurrió. Y el hecho de que fuese con Beau no me sorprende lo más mínimo.

—Lo siento, Sawyer. Nunca quise hacerte daño. Lo eché todo a perder. No tendrás que vernos juntos. Voy a salir de vuestras vidas. Podrás recuperar lo que perdiste.

Sawyer me cogió de la mano.

—No lo hagas, Ash. Te necesita.

—No, él también está de acuerdo. Hoy casi ni me ha mirado. Sólo me dirigió la palabra cuando quiso dejar claro a todo el mundo que tenían que dejarme en paz.

Sawyer soltó una risa amarga.

—No aguantará demasiado. Nunca ha sido capaz de ignorarte. Ni siquiera cuando sabía que le estaba observando. Ahora mismo, está lidiando con muchas cosas. Y lo está haciendo solo. No le apartes de tu lado.

Bajé de un salto de la rama y le abracé.

—Gracias. Tu aprobación lo es todo para mí. Pero ahora mismo te necesita. Eres su hermano. Yo sólo sería un obstáculo.

Sawyer alargó la mano y se enredó un mechón de mi pelo en el dedo.

—A pesar de que estuvo mal quedarme contigo sin tener en cuenta los sentimientos de Beau, no me arrepiento. He pasado tres años maravillosos a tu lado, Ash.

No sabía qué decir. Yo también había vivido buenos momentos, pero lamentaba haber escogido al Vincent equivocado. Sawyer me ofreció una última sonrisa triste antes de soltarme el pelo y alejarse caminando.

Beau

Sawyer no se dirigía al quad con el que había llegado. Venía directo hacia mí. Tendría que haberlo imaginado: sabía que les estaba observando. No salí de entre las sombras, esperé a que él se uniese a mí en la oscuridad. Fuera de la vista de Ashton. Me sentía tenso como un cable de acero. Cuando ella lo había abrazado, no estaba seguro de que pudiera contener las ganas de correr a separarlos y arrojar a Sawyer al puñetero lago si se le ocurría siquiera acercarse a su boca.

—¿Has visto y oído bastante? —preguntó él colocándose a mi lado para observar a Ashton. Ella ya no le seguía con la mirada. En vez de eso, sus ojos volvieron al agua. La brisa jugueteaba con su largo pelo rubio provocando que desease enredar los dedos en él.

—Sí —respondí, detestando sentirme tan hipnotizado por ella.

—Es toda tuya, hermano. Hemos pasado página.

No precisaba su bendición, pero sabía que Ashton sí la necesitaba.

—Desde el momento en que la tuve entre mis brazos, fue mía. Siento haberte hecho daño, pero tú nunca amaste a la verdadera Ashton. Yo sí.

Sawyer asintió con la cabeza.

—Lo sé.

—Haré lo que haga falta para ser digno de ella. Ashton es todo lo que siempre he deseado.

—No cambies por ella. Ashton cometió ese error conmigo. Se enamoró de ti tal como eres. Sé Beau. Sé tú mismo.

Ashton me quería. Oír esas palabras hizo que un estremecimiento de placer me recorriese todo el cuerpo. Por fin había conseguido a mi chica.

—Tenía a Don Perfecto y me eligió a mí. No tiene sentido —comenté dirigiéndole una gran sonrisa a Sawyer.

Él rió entre dientes.

—Para gustos, los colores.

Me dio un codazo en las costillas.

—Ve a por ella, tío. Está convencida de que tiene que salir de nuestras vidas para que podamos arreglar nuestra relación. Se le está rompiendo el corazón, se le notaba en los ojos. Está dispuesta a sacrificar su propia felicidad para hacer lo que considera mejor para ti. Ve a sacarla de su miseria.

Salir de mi vida. Ni en broma.

Di una palmada en la espalda a Sawyer y fui directamente hacia ella. Pero primero iba a disfrutar de esos labios suyos que estaban fruncidos en un mohín.

Ashton

Unos brazos me rodearon la cintura.

—Dios mío, hueles tan bien. —Mi cuello amortiguaba la voz de Beau. Su cálido aliento me puso la piel de gallina.

—¿Beau? —dije en voz ronca.

—Mmmmmmm —respondió, besándome el cuello y mordisqueándome el lóbulo de la oreja. Ladeé la cabeza para facilitarle el acceso, a pesar de que tendría que haber estado parándole los pies. Pero al sentir que me envolvía su calor y sus manos me acariciaban decidí que por ahora no importaba.

»Qué —conseguí decir mientras sus manos jugueteaban con la tira de mi sujetador. Me estaba abrumando. No conseguía poner mis pensamientos en orden.

—Te quiero, Ash —me susurró al oído, y dibujó una estela de besos desde la oreja hasta el omoplato.

—Ah —exhalé. Sus dedos acariciaban la parte inferior de mi pecho y me empezaron a temblar las rodillas. Hacía tanto que no me tocaba.

—Calma, cariño —murmuró bajándome del árbol para abrazarme contra su pecho mientras se apoyaba en el tronco. Sus piernas se acomodaron entre mis muslos y me estremecí.

—No te dejaré marchar. Eres mía, Ash. No puedo vivir sin ti. —Su tono de voz era grave y feroz mientras me abrazaba con fuerza.

—Pero Sawyer…

—A Sawyer le parece bien. He hablado con él. Estamos arreglando las cosas. Pero Ash, no puedo seguir deseándote desde la distancia. Quererte y no tenerte. Acabaría en la cárcel si alguien intentase tocarte y Dios no quiera que se te ocurriese salir con otro.

Me di la vuelta en sus brazos y apoyé las manos en su pecho. Me encantaba ese pecho. Especialmente cuando estaba desnudo.

—Sólo te quiero a ti —le dije mirándole a los ojos. Esas largas pestañas oscuras no deberían ser tan ridículamente sexy, pero lo eran. Beau enterró las dos manos en mi pelo y suspiró.

—Bien, porque yo también te quiero. Ahora. Para siempre. Sólo a ti.

La idea de para siempre al lado de Beau me provocó un hormigueo de alegría y expectación por todo el cuerpo que fue directo al corazón. El miedo que había sentido cuando Sawyer dijo que quería casarse conmigo no tenía cabida aquí. Porque Beau era al que quería. Siempre había sido Beau.

—Acompáñame a la camioneta —me dijo al oído en un susurro ronco.

Asentí y dejé que me diese la mano y me guiase a través del bosque hasta la camioneta que había dejado escondida. ¿La había visto Sawyer?

—Sawyer estaba aquí fuera —le dije cuando deslizó la mano por debajo de mi camiseta.

—Sí, lo sé. Hemos hablado. Se ha ido. Sólo estamos tú, yo y mi camioneta —respondió con una sonrisa traviesa en la cara.

Abrió la puerta del pasajero y me levantó para colocarme en el asiento. Una vez allí, hizo que me tumbara en el asiento. Se mantuvo encima de mí sin romper el contacto visual. Estaba hipnotizada. El brillo hambriento de sus ojos me hizo temblar de excitación. Esto era lo que deseaba. Quería pertenecer a Beau. Y quería tocarlo y saborearlo sin sentirme culpable.

—Ash, te necesito esta noche —susurró mientras descendía sobre mi cuerpo. Me encantaba oír la desesperación y el anhelo en su voz.

—Vale —respondí sin aliento, levantando las caderas para apretarme con más fuerza contra él—. Bésame —añadí. Le necesitaba.

Su boca cubrió la mía y su lengua acarició la mía en un solo movimiento. Me arqueé contra él y el ronquido de satisfacción que le vibró en el pecho me volvió un poco loca. Más. Quería más. Beau me tiró del labio inferior con los dientes y lo sorbió con suavidad antes de darle un mordisquito y de volver a introducir la lengua en mi boca, saboreando, provocando. Seguí moviéndome contra su cuerpo y busqué el bajo de su camisa, quitándosela de un tirón y obligándolo a apartarse un poco para que pudiese sacársela por la cabeza.

Soltó una risa entrecortada mientras me miraba desde arriba.

—¿Estás intentando desnudarme?

—Sí, por favor —repliqué con dulzura mientras alcanzaba mi camiseta y me la quitaba con la misma rapidez. Me desabrochó el sujetador, dejando mi pecho desnudo a la vista.

—Tan increíblemente perfecta —susurró, acariciándome.

—Por favor, Beau.

Él bajó la cabeza, mirándome a los ojos.

Cuando empezó a desabrocharme los pantalones y a bajarme la cremallera, levanté las caderas para que me los pudiese sacar. Y las braguitas. Su boca empezó a besarme el estómago hasta que llegó justo debajo del ombligo. Me acarició los muslos. Estremeciéndome, observé impotente mientras continuaba con su descenso. Sabía adónde se dirigía, pero no podía hacer nada para detenerle. El deseo y la necesidad me mantenían paralizada. Cada lamido me provocaba un éxtasis que nunca había conocido. Grité su nombre. Lo único que importaba era Beau y cómo me estaba haciendo sentir.