Dormí toda la noche aferrada al móvil por si Beau me enviaba un mensaje o me llamaba. Sí, pensaba dejarle marchar, pero eso no significaba que no me preocupase por él. Si al menos hubiese sabido que estaba a salvo durmiendo en su cama.
Por la mañana, caminé por los pasillos del instituto sin tener que preocuparme de que me empujasen contra la pared. Las miradas de desprecio también habían desaparecido. Era como si hubiesen encontrado algo nuevo en que fijarse. Había dejado de ser el centro de atención. Al fin. Me dirigí a mi taquilla, pero ralenticé el paso de forma instintiva al ver un cuerpo dolorosamente conocido de pie delante de la taquilla. Se me aceleró el pulso mientras asimilaba lo que estaba viendo. Ahora podía admirar abiertamente lo bien que le quedaban un par de vaqueros. Mis labios dibujaron una sonrisa que no tardó en disiparse al comprender lo que estaba haciendo.
Beau estaba arrancando las notas del día anterior que habían quedado pegadas en mi taquilla. Me había cansado de quitarlas y, después de mi enfrentamiento con Sawyer, las había olvidado del todo. A pesar de que no podía verle la cara, reconocí su postura enfurecida mientras rasgaba cada nota y la tiraba al suelo. ¿Acababa de gruñir? Di un paso adelante con mucha cautela. La tensión de sus hombros me advertía de que debía evitar cualquier movimiento brusco. Estaba tenso como la cuerda de un violín y preparado para saltar.
—Beau —dije su nombre con suavidad antes de alargar la mano y tocarle el brazo. Los pedacitos de las últimas notas adhesivas cayeron al suelo. No me miró. Cerró los ojos con fuerza. El tic que tenía en la mandíbula sólo servía para que su perfecto semblante afilado irradiase aún más intensidad.
»No pasa nada. Las notas no me molestan —le aseguré, deseando poder decir algo, cualquier cosa para calmarlo.
—Permitió que lo hiciesen. Voy a matarlo. —Sus palabras estaban tan llenas de furia que empecé a preocuparme otra vez por la seguridad de Sawyer.
—No, les dijo que parasen —insistí mientras salvaba el espacio que nos separaba. Beau abrió los ojos al fin y se volvió. Sus iris de color avellana rebosaban sentimiento mientras me estudiaba el rostro.
—¿Cuándo? Porque está claro que no han parado.
Le deslicé la mano por el brazo y entrelacé mis dedos con los suyos.
—No me molesta. De verdad. No me importa.
Beau soltó un rugido y hundió el puño en la puerta de la taquilla.
—A mí sí que me importa. A ti nadie te habla de esa manera. Nadie, Ash. —Se dio la vuelta y fulminó con la mirada a todo el pasillo, que estaba a rebosar de gente—. ¡NADIE! —gritó. Me soltó la mano y empezó a alejarse a grandes zancadas, mientras la multitud se separaba para dejarle pasar. Iba en busca de Sawyer. Recé en silencio para que lo dejase con vida.
Las miradas curiosas que habían seguido a Beau mientras se retiraba por el pasillo se volvieron hacia mí. No volvería a encontrar más notas en mi taquilla. Beau había regresado y estaba convencida de que acababa de aterrorizar a todo el cuerpo estudiantil.
Los trocitos de papel que descansaban a mis pies era lo único que quedaba de mi semana como paria silenciosa. Me agaché para recogerlos. Unas botas llenas de rozaduras se detuvieron delante de mí y Toby se arrodilló a mi lado.
—Deja que te ayude. Creo que no era la intención de Beau que lo limpiases tú.
Le dediqué una sonrisa. Lo había observado todo desde la barrera sin soltar palabra. Sabía perfectamente que sólo me estaba ayudando porque intentaba ganar puntos con Beau.
—No quiero que el conserje tenga que limpiarlo. No es culpa suya.
—Si se entera de que esto es lo mínimo que te han hecho esta semana, acabará asesinando a Sawyer.
Solté un suspiro, consciente de que tenía razón. Si eso había hecho enfadar a Beau, entonces el grafiti de esmalte de uñas y el incidente con el refresco le causarían un ataque de furia ciega.
—Espero que nadie se lo explique.
Toby se detuvo y me observó durante un momento. Se notaba que estaba intentando decidir si lo que acababa de decir iba en serio.
—¿No quieres vengarte?
Negué con la cabeza y me puse de pie, con las manos llenas de papel.
—No, no quiero venganza. Si esta semana es lo que Sawyer necesitaba para lidiar con todo esto, entonces habrá valido la pena. Aunque está claro que Beau no lo verá de la misma forma.
—Se echará la culpa a sí mismo por haberte dejado sola.
Tiré el papel a la basura y me limpié las manos en los tejanos antes de darme la vuelta para mirar a Toby.
—Tenía sus razones. Tanto Sawyer como yo lo sabemos.
—¿Así que Sawyer y tú os habéis reconciliado?
Solté una risita amarga. Sawyer y yo nunca sanaríamos del todo. Habían ocurrido demasiadas cosas entre los dos.
—Nos hemos reconciliado tanto como es posible.
Toby asintió con la cabeza como si lo comprendiese.
—¿Y Beau? —preguntó con un gesto de inseguridad, como si creyese que la pregunta era demasiado personal.
—Beau y yo somos amigos.
Eso era todo lo que necesitaba saber.
Toby asintió y se subió un poco la mochila en el hombro.
—Siento lo de esta semana. Tendría que haber dicho algo. Estaba convencido de que Sawyer iba a intervenir.
—Olvídalo. Ya ha terminado.
—Beau ha vuelto —acordó, y con una última sonrisa de disculpa se alejó por el pasillo.
Beau
Necesitaba golpear algo. Me dirigí a grandes pasos hasta la puerta principal y la abrí de un fuerte empujón con las dos manos para salir al aparcamiento. Saqué el móvil del bolsillo y por fin me decidí a encenderlo. Al parecer, Sawyer no me lo había contado todo. Había tenido la oportunidad de explicarme a qué se refería con lo de que Ashton había pasado una semana difícil. Se había olvidado de decirme que la habían ridiculizado. ¿Por qué no había sacado él mismo las notas de su taquilla? ¿Dónde había estado? ¿Había disfrutado al ver que la maltrataban? Me ardía la sangre y apreté los puños. Le iba a partir la cara.
Bajé la vista hasta el teléfono y vi que tenía diez mensajes de texto. ¿Ashton me había escrito para contarme lo que le estaba pasando? Apagarlo había sido propio de un gallina. Había querido esconderme de todo y de todos y regodearme en la autocompasión. Me había escondido justo cuando Ashton me necesitaba, y ella había tenido que lidiar con todo sola. Sentí una opresión en el pecho mientras revisaba los mensajes.
Ashton:
Te quiero. Lo siento. Vuelve a casa, por favor.
Ashton:
Le di una nota a tu madre. La recibiste?
Ashton:
Hablé con Sawyer. Me lo ha contado. Beau, vuelve a casa por favor.
Kyle:
Eh, tío. No sé dnd stas, pero más vale que vuelvas. Ash te necesita.
Ethan:
Las cosas stan feas. Ash las sta pasando putas. Pensé que t interesaría.
Kayla:
1 par de fotos que querrás ver
Había una foto de Nicole empujando a Ashton de cabeza contra su taquilla. Otra de Ashton en el suelo con un montón de libros cayéndole sobre la cabeza.
El estómago me dio un vuelco. Iba a matar a mi hermano.
Marqué el número de Sawyer en el móvil y esperé mientras sonaba.
—Hola. —Su tono de voz cauto me indicó que sabía que lo había descubierto.
—Nos vemos en el campo, ahora —rugí.
—Lo sabes —respondió con voz cansada.
—Sí, imbécil de mierda, lo sé.
Interrumpí la llamada y me metí el móvil en el bolsillo antes de dirigirme al campo. La última vez que nos peleamos, no había querido pegar a Sawyer. Sólo quería bloquear sus golpes. Pero ahora lo único en lo que podía pensar era en golpearle.
Cuando puso los pies en el campo y se me acercó, mantuve la mirada fija en él hasta que estuvo lo bastante cerca. Deseaba con todas mis fuerzas saltarle encima. La furia que sentía por lo que le había hecho a Ashton hacía imposible que pensara con claridad.
—¡¿Verla sufrir te hizo sentir mejor?! —grité a medida que se acercaba.
No respondió. No hacía falta. Los dos sabíamos que sí. La había dejado sufrir porque estaba dolido.
—Ahora seré yo el que se sienta mejor, pedazo de mierda egoísta —informé en un tono frío y calmado.
—Adelante, Beau, pégame.
No necesitaba ninguna invitación.
Ashton
Estaba de pie delante de la cafetería examinando las puertas dobles. Beau había aparecido en clase de literatura, pero se había sentado al otro lado del aula sin mirarme ni una sola vez. Lo sé porque le estuve observando durante toda la hora y media. Sawyer no asistió a clase de física. No había notas en mi taquilla y había pasado toda la mañana sin oír ni un solo comentario sarcástico y sin que nadie sacara el pie para hacerme la zancadilla en clase. Beau me ignoraba. Era imposible que los demás no se dieran cuenta. En algún momento empezarían a relajarse, y un espíritu intrépido tantearía el terreno. No quería que ocurriese en la cafetería. Llevaba la comida en una bolsa y la biblioteca estaba arriba, completamente vacía.
—¿Vas a entrar?
Me di la vuelta y encontré a Kayla a mi lado. Tenía la mano en la puerta. Se me aceleró el pulso y decidí que no. No estaba preparada para enfrentarme a toda esa gente. Hice un gesto de negación con la cabeza.
—Creo que no.
—¿Por qué no? No te tocarán ni un solo pelo después de la actuación de Beau de esta mañana.
No estaba dispuesta a contar con eso.
—¿Qué te pasa? —La voz de Beau me hizo dar un salto y me volví para verlo detrás de mí con un brillo territorial en la mirada.
—Nada —balbuceé, y me apresuré en marcharme.
Alargó la mano y me agarró del brazo con suavidad, pero también con la firmeza necesaria para detenerme.
—¿Adónde vas? La cafetería está por ahí.
—Va a la biblioteca. Desde que Nicole le tiró una coca-cola sobre la cabeza durante la comida se ha estado escondiendo en la biblioteca para comer.
El auténtico deleite que emanaba la voz de Kayla mientras se chivaba de Nicole era más que evidente. Si le estaba contando aquello a Beau, no era por mi bien. Era para obligarlo a reaccionar. El fuego que se encendió en su mirada puso una sonrisa en el rostro de Kayla antes de que se diese la vuelta y entrase en la cafetería.
—No te vas a esconder en la puñetera biblioteca, Ash. Si alguien se atreve siquiera a mirarte mal, yo lo arreglaré.
Beau me estaba sosteniendo la mirada por primera vez en toda la mañana. Me empapé de la pequeña pizca de atención que me ofrecía. Era patética.
—Vale —respondí. Era imposible decirle que no.
—Vamos —dijo, empujando la puerta para abrirla.
Caminé delante de él y toda la sala se quedó en silencio. Esto era casi peor que las risas y los comentarios.
—¿Tienes que comprar algo? —preguntó Beau tomándome del codo. Negué con la cabeza, buscando a Sawyer entre la multitud.
—¿Dónde está Sawyer? —pregunté al no encontrarlo.
—En casa. Tiene una contusión.
Me quedé paralizada mirándolo.
—¿Qué? —pregunté con horror.
La cara de enfado de Beau se intensificó.
—No tendría que haber dejado que te acosaran. Fue un error. Y lo sabe… al menos ahora.
—Beau —bufé, desprendiéndome de él. Por eso mismo no podía tener lo que quería. Por mi culpa, Beau le había provocado a su primo, NO, a su hermano, una contusión. No podía permitir que esto continuase.
—¿Por qué lo has hecho? ¿Se encuentra bien?
—Está perfectamente. Puedes ir a visitarlo después de clase. —Hizo una pausa y apretó los dientes—. No, lo retiro. Tienes que mantenerte alejada de él. No sé si ahora mismo podré soportar que te preocupes por él. Necesito un poco de tiempo.
—Beau, yo…
—Ve a sentarte con Kayla. Te está haciendo gestos para que vayas. Estás a salvo, Ash.
Se volvió y me dejó ahí de pie observándolo mientras se iba a la otra punta de la cafetería.