Capítulo veintitrés

Beau

Querido Beau:

Te echo de menos. Echo de menos tu sonrisa. Echo de menos tu risa. Echo de menos lo guapo que estás en vaqueros. Echo de menos el brillo travieso de tus ojos cuando estás planeando alguna trastada. Te echo de menos. Vuelve a casa, por favor. Pienso en ti todo el día y toda la noche. No consigo dormir. Anoche me tumbé en el tejado y recordé todo el tiempo que pasábamos allí tumbados mirando las mismas estrellas. Antes de que la vida lo fastidiase todo. Antes de que escogiera al Vincent equivocado. Sawyer te perdonará. Creo que está empezando a comprender que lo que había entre él y yo no era amor. No de verdad. Sawyer no conocía a mi verdadero yo y yo he descubierto que tampoco le conocía a él. Las cosas que amaba de él ya no se sostienen. Sawyer no es como tú. Nunca lo ha sido. Pero claro, sólo puede haber un chico malo ridículamente sexy en la ciudad. Tengo entendido que existe una especie de cuota. Es broma. No eres malo. Hay tantas cosas que admiro de ti. Ojalá todos viesen al mismo Beau que yo. Ojalá supieran lo especial que eres. Por favor, vuelve a casa. No me cansaré de repetirlo. Te echo de menos.

Te quiero,

Ashton

Me echaba de menos. Quería regresar y llevármela. Secuestrarla y salir huyendo. Pero enfrentarme a mi tío sabiendo que nunca se había molestado en tener una relación conmigo era algo que aún no era capaz de hacer. Aunque necesitaba a Ash. Podía esconderse conmigo. Si se lo pedía, estaba seguro de que vendría. Pero ya la había metido en un buen lío. No podía seguir hiriéndola. Tenía la seguridad de su hogar. Unos padres que la querían. No podía perderlo. Era importante. Era un don. Uno que yo nunca había tenido y no pensaba arrebatárselo. En vez de encender el móvil y leer los mensajes que me había enviado, guardé la carta junto a mi corazón y cerré los ojos. Por ahora, tendría que bastar con eso. Quizá mi madre tuviera otra carta para mí mañana. Me gustaba saber que Ash iba a ver a mi madre en mi ausencia. Mamá comentó que habían estado hablando. Pensaba que Ashton no era tan mala. La admiración que transpiraba la voz de mi madre sólo sirvió para que me doliera todavía más el corazón.

Ashton Gray era demasiado buena para mí. Pero la deseaba igualmente. La egoísta no era ella. Era yo.

Ashton

—Que no se te caigan. Cuestan un ojo de la cara —dijo Honey desde la cocina.

Estaba secando vasos y jarras de cerveza y después los guardaba detrás de la barra. Había empezado a venir todos los días para traerle cartas a Beau y para ver si Honey sabía algo de él. Mis frecuentes visitas se habían ido alargando hasta el punto de que Honey había decidido ponerme a trabajar. Accedí con mucho gusto. Así podía hablar de Beau con alguien dispuesto a escuchar y no tenía que regresar directamente a casa y esconderme en mi habitación, sola.

—Hank me resta cinco pavos de la paga cada vez que rompo un vaso. Y sabe perfectamente que no los valen ni de broma —refunfuñó, regresando de la cocina con otra tanda de jarras y vasos limpios.

—Voy con cuidado —le aseguré mientras guardaba otro vaso bajo la barra.

—Bien. Ahora cuéntame otra vez eso de la taquilla —dijo Honey cogiendo un vaso para ayudarme a secar.

—Pegan notas adhesivas y cartas con insultos y amenazas en mi taquilla. Es una tontería. Excepto cuando me empujaron contra la taquilla y me di un golpe en la cabeza, no he sufrido ningún daño.

—¿Y ese patético hijo de perra no les ha parado los pies?

Me encogí de hombros y recordé a Sawyer observando desde la distancia.

—Es igual que su padre —dijo—. No sé por qué me sorprende. Y será peor cuando Beau regrese. Cuando se entere de que Sawyer lo ha permitido, se pondrá hecho una furia. Confiaba en que hiciesen las paces cuando Beau se decida a dar la cara.

—No pensaba contárselo. No se enterará y, con un poco de suerte, cuando vuelva ya se habrán calmado las cosas. Así no tendrá ninguna excusa para enfadarse con Sawyer.

Honey soltó un bufido y golpeó la barra con un trapo.

—Niña, creciste con Beau. Deberías conocerle mejor. No es ningún tonto. Además, alguien se lo contará y cuando eso pase se liará parda.

Suspiré y recogí la bandeja vacía que tenía delante para devolverla a la cocina.

—Sé que se acabará enterando, pero quiero que arreglen las cosas. No me perdonaré a mí misma hasta que lo hagan.

Honey asintió.

—Mi consejo es que mantengas la distancia con los dos. Sé que crees amar a mi hijo, pero los chicos Vincent no traen más que problemas. Los dos. Hay cosas que no sabes, tienen asuntos por resolver y necesitan un poco de tiempo. Sólo conseguirás confundirlos. Además, cuando las cosas se ponen feas, siempre salen huyendo. Beau es el ejemplo perfecto. ¿Dónde está mientras te tratan como si tuvieses una puñetera letra escarlata tatuada en la frente? Y Sawyer no es mejor. Deja que una chica cargue con la culpa sin soltar palabra. Quiero a mi chico, pero no es el tipo de hombre con el que puedes planear un futuro. Tienes que pasar página. Encuentra a otro con un apellido que no sea Vincent.

Como últimamente me había convertido en persona non grata, decidí por mi propio bien llevarme la comida de casa y esconderme a comer en la biblioteca. Estaba lo bastante lejos de Nicole y de su refresco como para mantenerme seca. Nadie parecía haber notado mi ausencia, o quizá no les importaba. Cinco minutos antes de que sonara el timbre, metí la bolsa de la comida en la mochila y me dirigí a mi taquilla. Para mi sorpresa, las notas adhesivas seguían apareciendo al mismo ritmo. Me había acostumbrado a evitar mi taquilla, a excepción de a primera hora de la mañana y antes de irme a casa. Cargaba con los libros en la mochila durante todo el día. Me dolían los hombros a causa del peso, pero era preferible a estar de espaldas a toda aquella gente que me odiaba. El dolor que la correa de la mochila me producía en el hombro izquierdo no era nada en comparación con darme de bruces contra mi taquilla.

—La princesa ha caído muy bajo si tiene que esconderse durante la comida —me saludó la voz satisfecha de Nicole cuando me acerqué a mi taquilla. Levanté la vista para enfrentarme a su mirada de odio. No estaba segura de por qué me detestaba con tanto empeño. ¿No creía que ya había pagado más de la cuenta, por mi desliz? Se interponía directamente entre mi taquilla y yo. Intentar rodearla sería un error. Así que esperé a que soltara lo que había venido a decir.

—¿Qué se siente al ser un montón de escoria, eh?

Tuve que morderme la lengua para no responder que no lo sabía porque afortunadamente yo no era ella. En una pelea, me partiría la cara. Además, no pensaba darle la satisfacción de ver que sus palabras me afectaban.

—No me ignores —bufó, dando un paso adelante. Me preparé para lo peor. El odio sin adulterar que iluminaba sus ojos me advertía que tenía que ir con pies de plomo.

—Solamente quiero ir a mi taquilla y marcharme. No busco problemas.

Soltó una risotada digna de una bruja demente.

—Ya los has provocado, zorra.

Levantó la mano y me tiró del pelo haciendo que me subieran lágrimas a los ojos por culpa del repentino dolor.

—Te crees tan guapa y tan perfecta que puedes conseguir lo que te dé la gana. Pues tengo noticias para ti, no vas a quedarte con lo que me pertenece.

Nicole se me echó encima y de un empujón en el pecho me hizo caer de culo al suelo. Genial, iba a meterme en una pelea en el pasillo del instituto sin haber hecho nada. Justo lo que necesitaba. Si me expulsaban, mis padres se pondrían furiosos. Plantar cara parecía inútil. Bajé la cabeza y esperé a que ocurriese algo más. No tardó demasiado. Me quitaron la mochila de un tirón y la vaciaron sobre mi cabeza. Me encogí y solté un grito ahogado mientras los pesados libros de texto que había estado acarreando todo el día me caían encima.

—Ya es suficiente. Apartaos. —La voz de Sawyer silenció las risas y la cháchara que llenaban el pasillo.

»Déjala en paz, Nicole. Tu problema es con Beau, no con Ashton. No quiero que la vuelvas a tocar. Y va para todos. No os metáis en esto. No sabéis lo que ha pasado y no es asunto vuestro. Parad de comportaros como una panda de idiotas y dejadla tranquila.

Por todo el pasillo, la gente empezó a alejarse arrastrando los pies, y las risas se convirtieron en murmullos apagados. El príncipe reinante había hablado. Había tardado exactamente una semana, pero al fin había intervenido. Su mano apareció delante de mi cara y me la quedé mirando un momento antes de ignorarla y ponerme de pie sola. Su intervención había tardado más de la cuenta, de modo que mi gratitud había caducado. Empecé a recoger los libros repartidos por el suelo.

—¿Vas a seguir ignorándome? —preguntó Sawyer mientras recogía mi mochila y la abría. Me encogí de hombros y apenas le miré de reojo antes de meter los libros dentro—. Tú te lo has buscado, ¿sabes?

Ésta era la última gota. Había sido el saco de boxeo de todo el mundo durante cinco días. Le quité la mochila de las manos de un tirón y fijé la vista en esos ojos azules que en el pasado me habían parecido tan bonitos. Ahora los veía pálidos y aburridos.

—Nadie merece pasar por lo que yo he pasado. Quizá merecía tu resentimiento, pero no el de toda la escuela. A ellos no les hice nada. Así que perdona si no creo que me merezca toda una semana de acoso incesante.

Me volví resuelta en dirección a la puerta. Ya había tenido suficiente por ese día.

—Ashton, espera. —Sawyer se apresuró tras de mí y me agarró el brazo—. Por favor, espera. Escúchame.

—¿Qué? —espeté, frustrada porque mi intento de fuga había fracasado.

—Tengo que decirte una cosa. Escúchame, por favor.

Asentí con la cabeza, pero mantuve la vista fija en las puertas por las que deseaba escapar tan desesperadamente.

—Me he equivocado. Permitir que te hiciesen todas estas cosas durante esta semana y no decir nada ha sido horrible. Lo siento. De verdad. En mi defensa, te diré que estoy dolido, Ash. No te perdí sólo a ti, también perdí a mi mejor amigo. Mi primo, mi… Todo se vino abajo a la vez y no fui capaz de afrontarlo. Me dije a mí mismo que te lo merecías, que eras capaz de librar tus propias batallas. Supongo que esperaba ver al pequeño demonio que recordaba de cuando éramos pequeños. Si volvía a ver a esa Ashton, quizá podría comprender por qué recurriste a Beau. Pero siempre reaccionabas como lo haría mi Ash. Nunca contraatacabas ni te resistías. Simplemente lo sobrellevabas. Y dolía tanto. Te estaban haciendo daño. A la chica a la que he amado toda la vida. Y quería interponerme y defenderte, pero la imagen de Beau acariciándote los labios y tú devorándolo con los ojos aparecía en mi cabeza y volvía a enfurecerme.

Dejó escapar un suspiro y me soltó el brazo.

—Te quiero. Yo también conozco a la verdadera Ashton. Crees que no, pero has olvidado muy pronto que siempre era yo el que te sacaba de todos los líos cuando éramos niños. Cuando teníamos catorce años, no pedí a la Ashton perfecta que fuese mi novia. Se lo pedí a la única Ashton que conocía. Cambiaste tú sola. No te voy a engañar, estaba orgulloso de la chica en la que te habías convertido. Mi mundo estaba completo. Tenía a la familia perfecta, a la chica perfecta y un futuro perfecto. Me permití olvidar a la chica que habías sido. Pero Beau no la olvidó.

Me tragué el nudo que tenía en la garganta. Ésta era la conversación que debimos tener en cuanto Sawyer llegó a casa este verano. En lugar de eso, había salido huyendo de la verdad.

—Nunca quise hacerte daño —respondí con la mirada fija en mis zapatillas deportivas.

—Pero me lo hiciste.