Beau
—Vaya, vaya, las ranas empezarán a criar pelo en cualquier momento. Sawyer Vincent acaba de entrar en un bar.
La voz de mi madre sonó alta y clara en la sala vacía. Dejé la cerveza que había estado observando desde que llegué, cinco minutos antes. Nadie tenía ni idea de dónde estaba Ashton, así que había ido al bar con la esperanza de que me encontrara, en caso de que también ella me estuviese buscando.
—No es una visita social, tía Honey. He venido a ver al traidor hijo de perra de mi primo.
Mi madre silbó y sacudió la cabeza.
—Tendría que haber supuesto que acabarías enterándote de que Beau y Ashton estaban coqueteando por toda la ciudad.
—Cállate, mamá —dije sin mirarla. Mantuve los ojos en Sawyer. Nunca habría creído que me miraría con tanto odio. Aunque sabía que me lo merecía, me costaba tragármelo. Tenía el pelo detrás de las orejas y los dientes tan apretados que se le veía un tic en la mandíbula.
—¿Está aquí? —preguntó Sawyer, examinando el bar vacío. Él también había supuesto que Ash vendría a por mí.
—No.
—¿Dónde está?
—No lo sé.
Sawyer se acercó a grandes zancadas. Dios mío, no quería pegarle. Sólo quería a Ash. A la verdadera Ash. A la que Sawyer no conocía. A la que nunca sería capaz de amar.
—¿Cómo has podido hacerlo, Beau? Eres como mi propio hermano.
Ver el dolor que reflejaban sus ojos fue como si me retorciesen un cuchillo en las entrañas. No bastaba para que me arrepintiese de lo que había hecho, pero dolía.
—No la conoces. Nunca la has conocido.
—¿Que no la conozco? ¿NO LA CONOZCO? ¿Quién narices te crees que eres? Ha sido mía durante tres años. TRES AÑOS. Vosotros dos ni siquiera os saludasteis en todo este tiempo. ¿Y me marcho durante el verano y os reconciliáis? ¿Trabáis amistad? ¿Qué es lo que pasó exactamente? Porque no me pienso tragar las tonterías que me contó.
¿Debía decirle la verdad? Merecía saber la verdad, pero no podía explicársela sin el consentimiento de Ash. También era su historia.
—Recuperamos nuestra amistad. Pasamos tiempo juntos. Recordamos por qué estábamos tan unidos de pequeños. —Me interrumpí y fijé la mirada en Sawyer. Había una verdad que necesitaba saber. Una verdad que me pertenecía a mí solo. Pero confesarla mataría cualquier posibilidad de que pudiésemos pasar página. Todo se reducía a quién era más importante. Mi primo. La única persona que siempre supe que estaría a mi lado pasara lo que pasase, mi mejor amigo. Y luego estaba Ash. La única persona sin la que no podía vivir. Ya no.
»La quiero.
Sawyer se quedó boquiabierto, pero en seguida volvió a apretar los dientes. Se estaba preparando para darme un puñetazo. Se notaba en su postura.
—La quieres —repitió con incredulidad—. ¿Eres consciente de que pienso casarme con ella algún día? ¿Y tú qué, Beau? ¿Piensas casarte con ella? ¿Mudaros a la caravana de tu madre? Quizá consiga trabajo aquí con la tía Honey cuando sus padres le den la espalda.
Mi puño aterrizó en su cara antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo. Sawyer se tambaleó, le chorreaba sangre de la nariz. Un rugido le retumbó en el pecho, me saltó encima y consiguió derrumbarme. Su puño encontró mi mandíbula sólo porque yo sabía que me lo merecía. Pero éste era el último golpe que recibiría de él. La sangre que le corría desde la nariz hasta la boca me obligó a contenerle. No quería volver a pegarle, pero no pensaba permitir que me atizara.
—¡Basta ya! —chilló mi madre por encima de nuestros gruñidos, pero Sawyer no cejó en su intentos de golpearme y yo no dejé de bloquearlos.
—Eres un cabrón, Beau. Es una buena chica. No puedes ofrecerle lo mismo que yo. —Las palabras de Sawyer provocaron que durante un segundo perdiese el control, y mi puño volvió a aterrizar en su cara. Mierda. Sería mejor que se callase de una puñetera vez.
—¡Cállate, Saw! —grité, apartándolo de un empujón y poniéndome de pie.
—Es verdad y lo sabes, lo que pasa es que ella es demasiado estúpida como para darse cuenta…
No pudo terminar la frase, porque en medio segundo lo tuve de espaldas al suelo y apretándole la garganta con la mano.
—No vuelvas a llamarla estúpida —le advertí. Se había pasado de la raya. Le quería, pero la quería más a ella.
—Ya basta. Apártate de él, Beau. Esto ya ha durado más que suficiente. Vais a dejar que una chica eche a perder vuestra relación. Ninguno de los dos se va a casar con ella. No sois más que niños. Hay que admitir que es dulce y guapa, pero no como para perder a tu familia.
Mi madre estaba de pie junto a nosotros, su sombra cubría la cara de Sawyer. Aflojé la mano que tenía en su garganta por si se estaba poniendo azul sin que me diera cuenta.
—No es de mi familia. —La palabras de Sawyer escocían, pero si me hubiese arrebatado a Ash, yo sentiría lo mismo. Le solté y me levanté poniendo distancia entre los dos sin apartar la vista de él.
—Lo siento, niño, pero estar cabreado con él por una chica no cambiará la sangre que corre por tus venas. Los dos sois y seréis familia para siempre.
Sawyer hizo una mueca de desdén mientras se limpiaba la sangre de la nariz y de la camisa.
—No es más que el bastardo del hermano fracasado de mi padre.
No reaccioné. Era lo que Sawyer pretendía. Pero no lo hice. Mi madre chasqueó la lengua como hace siempre que sabe algo importante que los demás ignoran. La miré de reojo durante un segundo para ver qué estaba planeando.
—De hecho, Beau no es el bastardo del hermano de tu padre. Es el bastardo de tu padre. La sangre que corre por sus venas es la misma que la tuya. No te equivoques al respecto.
Me quedé paralizado mientras dejaba que sus palabras penetrasen en mi cerebro. Me tambaleé y tuve que agarrarme a la mesa de billar en busca de apoyo mientras esperaba alguna señal de que mi madre estuviese mintiendo.
—No —fue la única respuesta de Sawyer.
No me atrevía a mirarle. Ahora no.
—Sí. Pregúntaselo a tu padre. Demonios, pregúntaselo a tu madre. Será divertido. Tampoco me soporta, no será grave que me odie un poco más por haberme ido de la lengua.
Estaba diciendo la verdad. Lo notaba en su voz. Había oído sus mentiras toda la vida. Sabía la diferencia.
—No. No eres más que una puta estúpida. Mi padre nunca…
Mi madre soltó una carcajada y dio la vuelta a la barra para coger un trapo y arrojárselo a Sawyer.
—Límpiate la sangre de la cara y vete a casa. Cuando comprendas que estoy diciendo la verdad, tu hermano y tú podréis arreglar las cosas. Como decía, no hay ninguna chica por la que valga la pena pelear. También se lo puedes preguntar a tu padre. Seguro que él también tiene su propia opinión, al fin y al cabo, de tal palo, tal astilla…
¿Qué estaba diciendo? Una sonrisa amarga se le dibujó en los labios.
—No sé qué es peor, si descubrir que no eres más que chusma o que tu madre intente endosarte a mi padre. —Sawyer escupió las palabras antes de darse la vuelta y salir por la puerta por la que había entrado como una bala sólo quince minutos antes.
Ashton
—Bueno, abuela, ya he vuelto. Es hora de dar la cara —dije mientras dejaba una sola rosa de tallo alto sobre la lápida de su tumba, a la mañana siguiente.
Me había levantado a las cuatro de la madrugada, después de pasar la noche con Leann, para llegar a tiempo a clase. No necesitaba añadir una falta sin justificar a mi lista de infracciones. Tal como estaban las cosas, lo más probable era que mis padres me castigasen durante lo que me quedaba de vida.
Me senté en el banco de madera que estaba delante de su tumba. Mi madre lo había sacado del porche de casa de la abuela y lo había traído aquí.
—He metido mucho la pata. No estabas aquí, así que fui corriendo a ver a Leann, lo que seguramente sólo empeoró las cosas. Creo que mis padres aún no saben la razón, pero no creo que importe.
Tomé un sorbo del café moca que había comprado al entrar en la ciudad. Faltaba una hora para que empezasen las clases y volver a casa ahora sería una mala experiencia.
—Todo esto es por Beau. Le quiero. Es de locos, ¿no? He tenido que enamorarme de Beau Vincent, el chico malo de la ciudad. Yo, la novia de su primo y mejor amigo. Pero con Beau puedo ser yo misma, abuela. Igual que contigo. No es malo, a diferencia de lo que piensan los demás. No conocen su corazón. Son incapaces de ver más allá de su boca malhablada, de la bebida y su actitud rebelde, no ven que no es más que un chico sin padre. Nadie le tendió la mano, ni intentó enseñarle lo que era correcto. Tuvo que crecer solo. No es justo. Todo el mundo le juzga aunque saben que no hubo ninguna influencia positiva en su vida. Está claro que su tío no se preocupaba por él, nunca le educó ni se interesó por él. Creo que se ha convertido en alguien maravilloso a pesar de las cartas que le tocaron. No soporto la manera que tiene la gente aquí de juzgar a los demás. Beau sólo necesita que alguien crea en él, y yo creo en él.
Tomé otro trago de café y apoyé la espalda en el banco. El cementerio estaba tranquilo a esas horas de la mañana. La única señal de vida fue el paso de un autobús escolar.
Me sonó el teléfono, alertándome de que tenía un mensaje. Bajé la vista y fruncí el cejo.
Sawyer:
¿Dónde estás y dónde está Beau?
Vacilé un momento, sin estar segura de cómo responder. Aunque el hecho de que Beau hubiese desaparecido me preocupaba.
Yo:
Estoy delante de la tumba de mi abuela. No he visto a Beau desde que se marchó ayer.
Esperé la respuesta, pero no llegó. Cogí las llaves de donde las había dejado, encima del banco, y me puse de pie.
—Tengo que irme abuela. Te quiero —me despedí enviándole un beso antes de volver al coche.