Ashton
El aparcamiento del instituto estaba prácticamente vacío. Sólo quedaban unos cuantos coches aparcados. Reconocí la camioneta de Sawyer y también la de Beau. Estarían entrenando. Yo llevaba más de una hora aplazando mi vuelta a casa. Sawyer estaba en la sala de pesas y no había respondido a mi último mensaje. Todavía no me sentía capaz de volver a casa. Mi tía Carolina y su hija Lana habían llegado la noche anterior con la intención de quedarse durante un período de tiempo indeterminado. Habían pillado al tío Nolan con su secretaria, haciendo cosas que no debería encima de la fotocopiadora, y la tía Caroline había huido de su casa en Mississippi. Nuestra casa se había convertido en «el único lugar en el que puedo pensar», y gracias a eso nos tocó el premio gordo. La tía Caroline lloraba a mares, y obsequiaba a cualquiera dispuesto a escucharla con la historia de cómo había descubierto a su marido. Oírla la primera vez ya fue difícil, no quería tener que escuchar las repeticiones. Que Lana invadiese mi espacio personal también resultaba muy frustrante. Era tan amable y refinada. Habría querido alborotarle el cabello y darle de bofetadas hasta que demostrase algún tipo de emoción.
Leann ya había empezado la universidad, Sawyer estaba liado con el fútbol y Beau se comportaba como si yo no existiese. Antes, en momentos como éstos, en los que me sentía sola y perdida, iba corriendo a ver a la abuela para que lo solucionase todo. La vida era tan injusta.
—¿Qué te ha hecho el coche?
La voz de Beau hizo que diera un respingo. Me volví y lo encontré a pocos metros detrás de mí, con el casco y los protectores en una mano y la camiseta que debería llevar puesta en la otra. ¿Por qué tenía que andar siempre sin nada? Su mirada fue del coche a mi cara. Me removí un poco, nerviosa. No habíamos estado a solas en dieciséis, no, diecisiete días.
—Llevas cinco minutos ahí de pie fulminando el coche con la mirada. Supongo que te habrá ofendido en algo.
Los ojos se me llenaron de lágrimas. Tenerle tan cerca y que me mirase y me hablase directamente era maravilloso y también increíblemente doloroso.
—¿Qué te pasa, Ash?
Tragarme el nudo que tenía en la garganta no ayudó. Me mordí el labio y me encogí de hombros. Leí la vacilación en su cara. Finalmente, cogió mi mochila y me tocó la cintura.
—Ven conmigo. Puedes hablar, te escucharé.
No se lo discutí. Lo deseaba. Dejé que me guiase hasta su camioneta y abrió la puerta del copiloto para que pudiese entrar.
Al principio, no hablamos. Me esforcé por mantener mis emociones bajo control mientras él conducía su camioneta en una dirección familiar que sabía que llevaba hasta la bahía.
—¿Me vas a contar qué te tiene tan alterada? —preguntó.
Me miró de reojo un segundo, pero en seguida devolvió la mirada a la carretera. No estaba segura de cómo responder a la pregunta. Había tantas cosas que contar. Estaba comportándome con Sawyer como alguien que no era. Alguien que ni siquiera me gustaba. Las clases habían vuelto a empezar y Beau estaba allí todos los días, en los pasillos, la cafetería, las aulas. Podía verle, pero no tocarle. Eso me estaba matando. Y luego también estaban Lana y mi tía Caroline, que me habían arrebatado el único refugio que me quedaba. Mi casa. Mi habitación.
—Venga, Ash, dime lo que te pasa.
—Mi tío engañó a mi tía y ahora mi tía y mi prima se han mudado a mi casa. Lana está en mi habitación todo el rato. Mi tía se pasa el día llorando y repitiendo la horrible historia de cómo le pilló. No tengo dónde esconderme. Tengo ganas de huir al bosque y ponerme a gritar.
La risita ahogada de Beau debería haberme molestado, al fin y al cabo se estaba burlando de mi situación, pero la había echado tanto de menos que me hizo sonreír.
—La familia puede ser un coñazo —dijo en tono sombrío. Me pregunté si se refería a Sawyer. ¿Le importaba que estuviese con su primo? No sabría decirlo. Quería creer que estaba escondiendo sus sentimientos por mí, pero parecía improbable. Reía y coqueteaba con todas las chicas guapas del instituto, como siempre había hecho.
—¿Así que por eso mirabas furiosa a tu coche como si tuviese dientes y te quisiera morder? ¿Porque no querías irte a casa?
Consideré la posibilidad de admitir que le añoraba. Que cada día tenía que resistir el impulso de meterme en el coche y conducir hasta el bar donde habíamos jugado al billar con la esperanza de encontrarle.
Dio una palmadita en el asiento a su lado y me moví sin vacilar. Su mano encontró la mía y le dio un apretón. Por primera vez desde que Sawyer había vuelto a casa, me sentía completa. Estar con Beau me hacía pensar que todo se arreglaría. Que los problemas que nos mantenían separados no importarían eternamente, y que con el tiempo todo saldría bien.
Aparcamos delante de la bahía. Todo parecía tan diferente bajo la luz del sol. Me soltó la mano y me dispuse a apartarme cuando me rodeó con el brazo para que me arrimase más. Solté un suspiro satisfecho y descansé la cabeza en su hombro. Ninguno de los dos dijo nada. Nos quedamos allí sentados contemplando la puesta de sol sobre el agua.
Empecé a notar los párpados pesados y sonreí pensando en lo sencillo que era todo cuando estaba con él.
—Ash. —El aliento de Beau me hizo cosquillas en el oído. Abrí los ojos de golpe y tardé un segundo en recordar dónde estaba. Me froté los párpados para despertarme y me enderecé con lentitud.
—Me he dormido —musité.
Él rió entre dientes.
—Así es.
—Lo siento. No era mi intención.
Beau me puso un mechón de pelo detrás de la oreja y me ofreció aquella sonrisa torcida que siempre conseguía que me palpitara el corazón con más fuerza.
—No lo sientas. No me lo he pasado tan bien desde… bueno, desde.
¿A qué se refería? ¿Desde cuándo? ¿Desde el verano que pasamos juntos? ¿Desde antes de que me dejase salir de su caravana sin discutir?
—Tengo que llevarte de regreso. Sawyer te ha enviado un mensaje y te ha llamado varias veces. La última vez que ha llamado he supuesto que ya era hora de despertarte. Aunque he disfrutado teniéndote dormida encima.
El corazón me latía contra el pecho. Que me dijese ese tipo de cosas me daba esperanzas. Esperanzas de qué, no estaba segura. Había sido yo la que había decidido que no valía la pena. Me entregó mi teléfono.
—Contesta. A este paso, será difícil explicárselo.
Leí el mensaje en que me preguntaba dónde estaba. Sonaba preocupado, porque había dejado el coche en el aparcamiento del instituto.
Sonó el móvil de Beau, le echó un vistazo e hizo una mueca.
—Es Sawyer.
Alargué la mano para cogerlo.
—Deja que conteste. Más vale que se lo explique. Además, no hemos hecho nada malo.
—Hola.
—¿Ash? ¿Dónde estás? ¿Por qué contestas al móvil de Beau? Te he estado llamando.
—Lo siento. Lo sé. Ahora iba a llamarte. Beau me ha encontrado en el aparcamiento. No quería irme a casa y aguantar todo el melodrama. Se ha ofrecido a escucharme despotricar y he acabado durmiéndome. Me ha dejado descansar. Pero está a punto de llevarme de regreso.
Miré de reojo a Beau. Me observaba con una expresión que me hizo pensar en un león que presiente el peligro y se dispone a saltar.
—Vale, te esperaré en tu coche —respondió Sawyer al fin.
No estaba segura de en qué estaría pensando mi novio. Normalmente, podía evaluar su estado de ánimo a través del teléfono, pero en esta ocasión no fui capaz.
—Nos vemos dentro de un rato —dije, y le pasé el teléfono a Beau. Lo cerró y señaló el asiento del copiloto.
—Si nos está esperando, será mejor que te separes un poco. No creo que sea tan comprensivo.
Arrancó el motor y puso dirección a la ciudad. Me deslicé de mala gana a la otra punta de la camioneta. Lejos de su calor.
—Beau… gracias. Lo necesitaba. Necesitaba, te necesitaba… a ti.
Soltó un gran suspiro y sacudió la cabeza.
—Que me digas cosas así me lo pone tan difícil. Siempre estaré ahí para ti, pero no me digas que me necesitas.
—Pero no puedo evitarlo. Es la verdad.
—Joder, Ash. No puedo escuchar estas cosas. Puedo negarme a mí mismo lo que necesito. Lo que deseo. Pero no puedo hacerlo contigo.
—Quieres a Sawyer. Es como un hermano para ti. ¿De verdad serías capaz de herirle de esa forma? ¿Serías capaz de perderle por una chica? No sé si podría permitírtelo. Acabarías por estar resentido conmigo por interponerme entre los dos. No podrías amarme. Siempre te recordaría que habías perdido a Sawyer por mi culpa.
Apoyé la cabeza en el asiento y cerré los ojos. Había tantas razones por las que nunca podría estar con Beau. Y cada vez que las decía en voz alta sentía cómo se formaba otro agujero en mi corazón.
—Tienes razón —susurró con voz ronca.
Oír que estaba de acuerdo conmigo fue como si me atravesaran el pecho con una espada. Contuve un sollozo y miré en dirección contraria.
Ninguno de los dos dijo nada más.
Cuando llegamos al aparcamiento, Sawyer apareció de inmediato junto a la camioneta de Beau, abriendo la puerta y tirando de mí.
—Lo siento, cariño. He estado tan liado con el fútbol que no te he prestado atención. Acabas de perder a tu abuela y ahora tus familiares han invadido tu casa. —Me cogió en brazos y dejé que me abrazara. Me dolía tanto el pecho que necesitaba a alguien que me sostuviera. Incluso si ese alguien no era Beau.
»Gracias, Beau. Has estado a su lado cuando yo no podía. Te debo una —dijo Sawyer por encima de mi cabeza. No miré a Beau. Mantuve la cabeza escondida en el pecho de Sawyer.
—De nada —respondió Beau.
Sawyer cerró la puerta de la camioneta y oí el crujir de las ruedas sobre la grava. El sonido de Beau alejándose y dejándome allí con Sawyer.
—Ven, vamos a mi casa. Esta noche tenemos una barbacoa y mis padres estarán encantados de que vengas —ofreció Sawyer, apartándome un poco para poder mirarme a la cara. No podía negarme. Y tampoco quería hacerlo. Ir a casa significaba más Lana y más tía Caroline.
—Vale.