Beau
En cuanto oí arrancar el coche de Ashton, arrojé el teléfono contra la pared. Cayó al suelo hecho pedazos. Yo me sentía exactamente igual. Destrozado. Roto. Desmoronado. Estaba tan seguro de que me quería… A pesar de que nunca había pronunciado las palabras, había estado completamente seguro de que Ashton me quería a mí y no al perfecto de mi primo.
Nunca en mi vida había odiado a Sawyer, pero en ese momento, le odiaba. Le odiaba por quitármela. Le odiaba por controlarla. Le odiaba porque tenía su amor.
Un rugido retumbó por la habitación y apenas reconocí que había salido de mi boca. No podría quedarme. ¿Cómo iba a quedarme mirándolos? ¿Cómo podía ir a clase y observar mientras la tocaba? Le daba la mano. ¡Dios mío, le besaba la boca! ¿Le importaba siquiera haberme destrozado? ¿Había sido un simple juego para ella? ¿Pasar el rato con el chico malo mientras el príncipe azul no está?
—JODER, ASH.
Mi maltrecho teléfono empezó a sonar. Me entró el pánico al pensar que podía ser ella, que podía haber cambiado de opinión; fui corriendo a recogerlo y sujeté torpemente la batería para que no se moviera mientras apretaba el botón de responder varias veces, hasta que al fin funcionó. La pantalla seguía a oscuras.
—Hola.
—¿Adivina quién ha llegado a casa temprano para arrastrar tu culo vago hasta el gimnasio a primera hora de la mañana?
Al escuchar la alegre voz de Sawyer tuve que resistirme al impulso de arrojar otra vez el teléfono contra la pared. ¿Qué iba decirle? ¿Cómo iba a comportarme como si me alegrase de que hubiese vuelto?
—Beau, ¿estás ahí?
—Sí, estoy aquí.
—¿Qué os pasa hoy a todos? Al menos alguien podría fingir que se alegra de que haya vuelto.
Intenté suprimir el pequeño rayo de esperanza que estaba intentando abrirse camino entre mis pensamientos. Seguro que no se refería a Ash.
—Estoy seguro de que tu… de que Ash se alegra de tu regreso —respondí. Me pregunté si se había dado cuenta de que había evitado referirme a ella como a su novia. No estaba listo para aceptarlo. Soltó un suspiro de frustración.
—No, parecía distraída. Acabo de enterarme de lo de su abuela. Tío, tendría que haber estado aquí. Ella está triste y yo soy un egoísta por desear que se hubiese alegrado de volver a verme. ¿La has visto? ¿Se encuentra bien?
Debía tener mucho cuidado. Había tomado su decisión. No significaba que pudiese hacerla cambiar de opinión, pero tenía que actuar con precaución. Debía protegerla.
—Está muy afectada. Nos hemos encontrado por casualidad un par de veces. Nos ayudó a Nicole y a mí una noche que había bebido más de la cuenta. Nos llevó a casa. Y ayer fui a dar el pésame y todo eso. Me acuerdo de su abuela. Era buena conmigo.
Sawyer suspiró.
—Gracias, tío. Aprecio mucho que fueses. Sé que significó mucho para Ash.
Golpeé la pared con el puño. No necesitaba que me diera las gracias. No lo había hecho por él.
—Bueno, ¿nos vemos en el funeral?
No, no estaba preparado para verlos juntos. Ver a Sawyer tocando a Ash podía provocarme un ataque de furia ciega en mitad del funeral de su abuela.
—Tengo cosas que hacer. Ayer estuve allí, pero tú ya estás aquí y yo ya he cumplido con mi deber.
—Vale. Bueno, gracias otra vez. No es broma lo del gimnasio, ¿eh? Mañana por la mañana vamos. Tenemos que poner en forma esa barriga cervecera.
—Claro, nos vemos.
Solté los pedazos del teléfono encima de la mesa. Tenía que hacer planes. Necesitaba pensarlo bien. ¿Había metido la pata al dejarla marchar? ¿Esperaba ella que la detuviese? Ashton Gray iba a volverme loco.
Ashton
—Le has dicho a Sawyer que puede quedarse a cenar con nosotros, ¿no?
Mi padre estaba de pie en el umbral de mi habitación. Había llegado a casa después del funeral y me había metido directamente en la bañera para poder llorar en privado. Cuando se enfrió el agua, me sequé las lágrimas y me obligué a calmarme. ¿Qué me habría aconsejado la abuela? ¿Me habría dicho que escuchara a mi corazón? ¿O habría comprendido lo sensato de mi decisión? Recordé la reacción de Beau ante mis palabras. ¿Qué esperaba que hiciese? ¿Caer a mis pies con lágrimas en los ojos? Tendría que alegrarme de que se lo hubiese tomado tan bien. No quería sumar a mi culpa el haberle hecho daño.
—Sí. Estará aquí a las seis.
Me incorporé sobre la cama. Mi padre parecía satisfecho con la respuesta.
—Has estado tan encerrada en ti misma este verano. Es un alivio que Sawyer haya vuelto a casa.
Me obligué a sonreír para que mi padre no sospechase que algo iba mal. Se marchó y cerró la puerta. Me acosté otra vez en la cama, preguntándome qué cara iba a ponerle a Sawyer con todo el peso de la culpa por lo que había hecho.
Quería a Sawyer. Mis acciones no parecían demostrarlo, pero le quería. El problema era que no estaba enamorada de él. Hasta ese momento, no había comprendido que se pueden sentir tipos de amor distintos por un chico. Sawyer representaba todo aquello que yo respetaba. Era tierno y cariñoso. Nunca tendría que preocuparme de que me abandonase o de que me lastimase. Era imposible no quererle. Por desgracia, tenía una novia que era una gran farsante. Merecía saber que lo era, pero no sabía cómo explicárselo, había representado el papel no sólo para él sino también para mis padres y para toda la puñetera ciudad. No podía contarle nada a Sawyer. La cosas corrían demasiado de prisa en una ciudad tan pequeña. Mi madre estaría destrozada. Mi padre estaría furioso. Lastimaría a todos y ¿para qué? ¿Por un chico que no se molestaba en reaccionar cuando rompías con él? Se me estaba partiendo el corazón y él se había dedicado a enviar un mensaje. Seguro que a Nicole. La imagen de Beau con Nicole me provocaba náuseas.
Cogí el teléfono por centésima vez desde que me fui de casa de Beau para ver si me había enviado un mensaje. Fue inútil. No iba a hacerlo. Había visto la expresión de sus ojos. No se había resistido. Pero no tenía sentido. Antes de que yo le hubiese empujado, estaba dispuesto a hablar con Sawyer él mismo, y sabía perfectamente cómo iba a reaccionar su primo. ¿Había estado intentando calmar mi sentimiento de culpa? ¿Le había ofrecido una salida fácil? ¿Se había dado cuenta de que no estaba enamorado de mí, sino de su idea de mí? Empezaron a saltarme las lágrimas. Subí las rodillas contra el pecho y enterré la cabeza en ellas, llorando en silencio. Nada volvería a ser lo mismo. Yo misma me había llevado a la ruina. Mi corazón pertenecería para siempre a alguien que no lo quería y Sawyer estaría echando a perder su amor con alguien que no era digna de él. Sawyer merecía mucho más que una novia que amaba a otro.
Sonó el timbre y yo me quedé allí sentada, escuchando mientras Sawyer entraba y hablaba con mis padres. Me sequé las lágrimas de los ojos y fui al baño para arreglarme antes de bajar, saludarle y fingir que todo iba bien.
—Deja que lo limpie yo. Hace semanas que no ves a Sawyer. Salid un rato. Sé que queréis pasar un rato juntos.
Éste no era mi padre. Normalmente, quería que nos quedásemos con ellos o en el porche de delante. Casi nunca nos animaba a salir y a pasar tiempo a solas. Al parecer, estaba más preocupado de lo que pensaba por lo de Beau. Aunque tenía razones para preocuparse. Quizá era la intuición de padre.
Sawyer se levantó con el plato y la taza en la mano, todo un caballero como siempre. No sólo limpia su lugar en la mesa sino que además aclara sus platos en el fregadero. Samantha Vincent había enseñado bien a su hijo. O al menos, eso era lo que siempre decía mi madre.
—Gracias por la cena. Estaba deliciosa. —Sawyer sonrió a ambos y se volvió para guiñarme un ojo antes de llevar sus platos a la cocina. No se parecía en nada a Beau. Antes nunca me había fijado. Tenían muchas cosas en común en cuanto a su apariencia, pero eran muy distintos. El pelo castaño oscuro de Sawyer era tan largo que le llegaba al cuello de la camisa y se le rizaba en las puntas. No tenía los labios tan llenos como Beau, pero tenía la espalda más ancha. Siempre bromeaban diciendo que él tenía el brazo más fuerte cuando se trataba de lanzar una pelota de fútbol, pero Beau lo tenía más fuerte cuando se trataba de dar un puñetazo a alguien. Miré a mi madre, que tenía esa sonrisa boba que se le ponía cuando Sawyer venía a casa. El peso de la culpa aumentó. Nunca sonreiría con Beau.
—Es tan buen chico… —comentó.
Me obligué a sonreír por centésima vez esa noche. Sawyer se colocó a mi lado y me dio la mano.
—La traeré de vuelta a las once, señor —dijo mirando a mi padre.
—Ah, no te preocupes por la hora. Sé que tenéis que poneros al día.
Sawyer parecía tan sorprendido como yo. Si no conociese a mi padre, habría pensado que se estaba tomando los ansiolíticos de mi madre.
Cuando Sawyer cerró la puerta de su reluciente camioneta nueva, me agarró de la mano y tiró de mí para que me sentase junto a él. Aquí no había cambio de marchas manual como en la camioneta de Beau.
—Dios, te echaba de menos —susurró, antes de asirme la cara y besarme suavemente en la boca. Fue tan agradable como recordaba. Tierno, delicado y confortable. Levanté el brazo, le pasé la mano por el pelo y probé algunas de las técnicas nuevas que había aprendido para comprobar si podía reproducir la sensación que me provocaban los besos de Beau: el mundo temblando bajo mis pies. Sawyer hizo un ruido parecido a un gruñido y dejó caer las manos hasta mi cintura para arrimarme a él. Pero siguió siendo… agradable.
Finalmente se apartó respirando con fuerza y descansó su frente en la mía.
—Eso ha sido… vaya.
Sonreí, deseando poder estar de acuerdo.
—Si me hubiesen obligado a permanecer alejado de ti una semana más, creo que habría enloquecido. Quiero a mi familia, pero estaba sufriendo un caso serio de «mono de Ashton».
El sentimiento de culpa se retorció en mi pecho. Sentí que las lágrimas me subían a los ojos y apoyé la cabeza en su pecho. Era demasiado bueno.
—Ash, algo va mal. Me he dado cuenta cuando estábamos en la mesa. Parecías triste y tus padres se comportan de manera distinta.
—Perder a la abuela nos dejó en shock. Fue un golpe duro para todos. Creo que mi padre se ha tomado un par de las pastillas de mi madre porque está muy raro. Yo estoy intentando afrontar la situación. Siento estar deprimida cuando acabas de llegar a casa.
Me apretó el hombro.
—No pasa nada. Lo comprendo.
Reculó por la entrada y condujo en dirección a su casa. Íbamos al hoyo. No tenía que preguntar. Era un lugar seguro y retirado. Seguramente, iba a llamar a su padre para advertirle que estábamos allí. Para asegurarse de que había tomado todas las precauciones. No nos iban a pillar haciendo algo sin permiso. Eso ensuciaría su reputación y no podíamos permitirlo. Noté el tono sarcástico de mis pensamientos y cerré los ojos para regañarme en silencio. Esta vez la chica mala no iba a regresar a su jaula sin oponer resistencia.
La camioneta basculó de un lado a otro mientras nos abríamos paso por el camino sin asfaltar. En el hoyo no había luz. Las luces del vehículo iluminaban el camino de tierra y varios animales de distintos tamaños salían disparados por todas partes. Cuando cruzamos el camino rodeado de árboles, la luz de la luna titiló en el agua y Sawyer se detuvo. Alargó la mano para apagar el motor antes de ladear la cabeza y mirarme.
—Siento no haber estado aquí, Ash. Perder a tu abuela de esa forma tuvo que ser horrible. ¿Estás enfadada conmigo por haber estado lejos?
Justo lo que no necesitaba, a Sawyer sintiéndose culpable sin razón alguna. Me sentí como un saco de escoria.
—Claro que no estoy enfadada. Desearía haberte recibido como una novia alegre y feliz. No te mereces esto.
Me dio una palmadita en la rodilla y estudié su mano. No era tan grande como la de Beau, ni estaba tan morena.
—No pasa nada. Sé que la antigua Ashton reaparecerá cuando termines el duelo. —Hizo una pausa y levanté la vista para mirarle. Tenía el ceño fruncido. Algo le preocupaba. Le conocía de toda la vida y también conocía perfectamente esa expresión.
»Algunas de las señoras de la iglesia me dijeron que Beau te cogió de la mano durante el velatorio. —Soltó una risita forzada—. Les preocupaba y pensaron que debía saberlo.
En lugar de dejarme llevar por el pánico, me enfadé. Estúpidas chismosas. Esto era exactamente lo que sabía que iba a pasar. Todo el mundo se pondría del lado de Sawyer y criticaría a Beau. Como si él necesitase que le despreciasen aún más. Quise aullar de frustración. En lugar de eso, respiré hondo para calmarme y conté mentalmente hasta diez. De vez en cuando, lo de contar conseguía apaciguarme. Cuando estuve segura de poder responder sin sonar furiosa, solté lo primero que me vino a la cabeza.
—Cuando éramos pequeños, Beau estaba tan unido a mí como tú. Se sentó en el porche de la abuela tantas veces como tú. Comía las galletas de la abuela y jugaba a cartas con nosotras igual que tú. La abuela formó parte de su infancia. Fue una de las pocas cosas buenas que tuvo. Beau sabía que no estabas y que yo estaría destrozada, así que vino a la iglesia y me preguntó si había ido a verla en su ataúd. Admití que no lo había hecho y que no estaba segura de poder. Me animó a que fuese a despedirme y me acompañó. Supongo que me notó el miedo en los ojos y me dio la mano. Caminamos juntos hasta la parte delantera de la iglesia. Me soltó la mano y dio un paso atrás mientras yo pasaba mis últimos momentos con la abuela. Entonces me volvió a dar la mano y me acompañó fuera de la iglesia porque, igual que tú, sabe cuándo estoy a punto de derrumbarme. Y sabe que la niña que llevo dentro no quería hundirse delante de todo el mundo y que se le echasen encima.
Permanecimos unos minutos en silencio. Había notado la ira en mi tono de voz. Era imposible no hacerlo.
—Recuérdame que le dé las gracias por cuidar de mi chica. Le debo una. Ya era hora de que os dieseis cuenta de que habías sido íntimos amigos durante la mayor parte de vuestras vidas. Siempre me había sentido un poco culpable de que vuestra amistad se hubiese roto.
Ahí estaba otra vez, diciendo que se sentía mal. Lo único que deseaba era irme a casa y esconderme bajo las sábanas. Esto era más de lo que podía soportar. La culpa, la rabia, la frustración y el dolor iban a volverme loca.