Cinco años después…

SAWYER Y LANA - LA BODA

Sawyer

—¡Sawyer! —gritó Lana cuando me vio trepando por la ventana del salón de su madre—. Se supone que no puedes verme antes de la boda. Trae mala suerte.

Su mueca de enfado no enmascaraba su tono de voz excitado.

Cerré la ventana tras de mí y me di la vuelta para saborear la imagen de mi hermosa novia. Se había rizado el pelo rojo y los tirabuzones le caían en cascada por la espalda. El vestido blanco que llevaba era sencillo y elegante. Además, se ceñía a cada una de sus curvas y mi mente saltó directamente a esa misma noche, cuando sería el afortunado que se lo quitaría.

Crucé la distancia que nos separaba y apoyándole la mano en la cadera en un gesto posesivo, la apreté contra mí, con cuidado de no arrugar su vestido ni mi camisa. No es que me importase, pero sabía que a ella sí.

—Es el día de mi boda. Voy a instituir reglas nuevas. Además, no ver a mi novia es un asco. No podía sobrevivir un minuto más sin mirar tus preciosos ojos.

Su expresión severa se desvaneció al instante y me sonrió.

—Eso no te lo puedo discutir —susurró, y se puso de puntillas para besarme con suavidad en los labios. Un roce lleno de ternura antes de separarse.

—Cuidado con el maquillaje, Ash le ha dedicado más de una hora. Se disgustará si lo echamos a perder.

Su prima era lo último que me preocupaba. Ahora mismo, sólo pensaba en mi esposa. Hice una pausa, la miré fijamente mientras asimilaba la palabra… «esposa». Dentro de una hora, Lana se convertiría en mi mujer. ¿Cómo lo había conseguido? Dios sabe que no la merecía.

Alargué el brazo, le coloqué un rizo solitario detrás de la oreja y pasé el dedo con cuidado por encima de los pendientes de diamantes que le había regalado por su anterior cumpleaños. Lana era lo más importante de mi vida y casi había dejado que se me escapase de entre los dedos.

—Sawyer, tienes que irte —imploró, colocando las manos sobre mi pecho y empujando con suavidad.

—Ya me voy. Pero primero… —Me interrumpí y saqué del bolsillo una carta que había guardado cerca de mí durante cinco años—. Quiero leerte algo.

Lana vio el papel en mi mano y frunció el ceño. Sabía que la reconocería. Al fin y al cabo, la había escrito ella. De lo que no tenía ni idea es de que yo la había guardado durante todos estos años.

—¿Qué haces con esa carta? —preguntó nerviosa. Sabía que para ella la carta no traía buenos recuerdos. Sufría mientras escribió esas palabras, que yo había memorizado.

—El día que la leí, cambié por completo. No porque comprendiera finalmente que estaba enamorado de ti. No por haberte causado sufrimiento. Cambié porque en ese momento supe que te habías convertido en mi número uno. Si no te tenía, nada más me importaba.

Iba a seguir hablando, pero Lana me agarró por las solapas del esmoquin y tiró de mí hacia ella. Dejé de pensar en su maquillaje cuando sus suaves labios se apretaron hambrientos contra los míos. Al sentir la caricia de su lengua en mi labio inferior, decidí que tampoco me preocupaba demasiado que se nos arrugase la ropa.

Lana

—¿Qué estáis haciendo? —la voz horrorizada de Ashton me despertó de mi lapsus de deseo. Me aparté en seguida de los brazos de Sawyer y me giré rápidamente para darle la cara a mi dama de honor.

—Mmm, estábamos, eh… —balbuceé.

—Se estaban pegando el lote —anunció Catherine cuando entró en la habitación haciendo aspavientos y sonriendo como el gato de Alicia en el País de las Maravillas.

Sawyer rió entre dientes ante el comentario de su hermana pequeña, y yo también tuve que reprimir una sonrisa. A Ashton no parecía divertirle mucho la situación.

—Se te ha corrido el pintalabios. Sawyer, ¡sal de aquí antes de que vaya a buscar a tu madre! —le riñó Ashton acercándose a grandes pasos. Parecía una princesa de las hadas con su vestido rosa pálido y la cabeza llena de rizos dorados.

—Tranquila, Ash. Ya me voy. Sólo necesitaba ver a mi chica. Ya sabes, asegurarme de que va a llegar hasta el altar y hacerme el hombre más feliz del mundo.

—Creo que voy a vomitar —terció Catherine desde el sofá.

Catherine y Cade no habían estado presentes durante el verano en que Sawyer y yo nos enamoramos. Habían ido a pasar seis semanas con su abuela. Tenerme que adaptar a su gran familia fue todo un cambio. En el pasado, siempre habíamos sido mis padres y yo, y después mi padre se marchó y sólo me quedó mi madre.

—Llegará al altar. Te lo prometo. ¡Ahora vete! —exigió Ashton, y Sawyer me guiñó el ojo antes de abandonar la habitación, esta vez por la puerta.

—Mira que sois problemáticos. Las normas son…

—Voy a casarme con Sawyer, Ashton. No hace falta que nos preocupemos por las normas —interrumpí. La mueca de preocupación desapareció y una sonrisa ocupó su lugar.

—Me alegro mucho por los dos —respondió, con los ojos húmedos de lágrimas sin derramar.

—No me hagas llorar. Tienes que retocarme el pintalabios, no querrás tener que arreglarme los ojos también, ¿no?

Negando con la cabeza, me cogió de la mano y me guió hasta la silla donde me había estado maquillando durante más de una hora.

—Te voy a retocar el pintalabios, pero mantén esos labios apartados de Sawyer hasta que digáis «Sí, quiero».

Las ramas del árbol del patio de los Vincent estaban cubiertas de luces blancas. Cien sillas blancas, con un sencillo lazo también blanco detrás de cada una. Pétalos de rosa cubrían el camino que me conduciría hasta Sawyer. La canción Forever de Ben Harper empezó a sonar en los altavoces. Era la señal. Sonreí a mi tío, que me ofrecía su brazo.

—No puedo creer que en menos de un año os vaya a entregar a las dos a un Vincent —dijo con una risa ahogada.

Dirigí la mirada a la pérgola iluminada con luces blancas, donde Sawyer me esperaba. Su pelo oscuro se rizaba en torno al cuello blanco de su camisa. Sus preciosos ojos verdes resplandecían de placer al mirarme. Me estaba esperando. Había llegado el momento de dar comienzo a nuestra nueva vida, juntos para siempre.

BEAU Y ASHTON - LA BODA

Beau

¿Quién era este tipo? ¿Y cómo demonios se las había arreglado para llegar hasta aquí? Levanté la mano, tiré del tieso cuello de mi camisa de lino blanca y respiré hondo. Cuanto más pensaba en todas las cosas que podían salir mal, más me costaba respirar.

—Más vale que te espabiles, tío. No saldrá huyendo. Ashton te quiere, te quiere con locura. ¿Por qué te cuesta tanto entenderlo? —El tono de suficiencia en la voz de Sawyer iba a juego con su sonrisa.

Nuestras miradas se encontraron en el espejo. Quería creer que tenía razón. Pero me estaba costando. Desde el momento en que Ashton se puso de pie en las gradas y gritó «¡Sí!» con todas sus fuerzas en la final del campeonato del año pasado, había estado esperando a que asimilara la realidad de su decisión.

Se iba a casar conmigo, con Beau Vincent. Sabía que merecía alguien mucho mejor, pero caray, no quería que se diera cuenta. Desde que deslicé el anillo de diamantes en su dedo, cada día había estado esperando que nuestro cuento de hadas terminase. Cuando las cosas me iban bien, la vida siempre me había puesto la zancadilla. Ahora todo era prácticamente perfecto, ¿volvería a torcerse una vez más?

—No la merezco. —Decirlo en voz alta hizo que el estómago me diese un vuelco.

La sonrisa de Sawyer se convirtió en una mueca de irritación.

—¿Y eso quién lo dice? Porque puedo asegurarte que no es verdad. Nadie la querrá tanto como tú, y Ashton Gray te ha querido desde que éramos niños. Normalmente, el novio se preocupa por si está cometiendo un error, no por si es la novia la que se está equivocando.

Negando con la cabeza, le di la espalda al espejo y miré por la ventana. Estábamos en la casa a orillas del mar que mi padre había alquilado para la ocasión. Ashton dijo que quería una boda en la playa y mi padre se aseguró de encontrar la ubicación perfecta. Me sentí tan orgulloso el día que la traje aquí para enseñársela. Ashton chilló de alegría y aplaudió mientras corría por la playa de arena blanca.

Si me hubiera quedado algún tipo de resentimiento contra mi padre, se hubiese desvanecido en el momento en el que mi chica hizo una pirueta por la arena y declaró que era el lugar perfecto para nuestra boda. Mi padre había hecho feliz a Ashton. Estaba perdonado.

—Lana dice que está preciosa y que como loca de felicidad. Deja de preocuparte. Hoy es el día en que Ashton Gray será por fin completamente tuya.

La sencilla belleza de la decoración era muy típica de Ashton. Dijo que quería complementar la hermosura natural del lugar, no ocultarla con demasiadas cosas. Todo era perfecto, igual que ella. Y me había elegido a mí.

—¿Por qué yo? Podría haberte tenido a ti. ¿Por qué me escogió?

Sawyer rió entre dientes y eché vistazo por encima del hombro, estaba sonriendo.

—Es una pregunta que me acechó en el pasado. Y no encontré la respuesta. A ver, está claro que soy un buen partido. —Se encogió de hombros y me dio una palmada en la espalda—. Tú eres su otra mitad. No yo. Yo nunca lo fui. Ahora tengo a mi media naranja. Sé lo que se siente. Ashton encontró la suya antes que yo.

—¿Qué estaría pensando Dios cuando hizo que la otra mitad de Ashton fuese alguien como yo?

—Estaba pensando que merecía a alguien que la amase bajo cualquier circunstancia —respondió Sawyer. Su tono de convicción calmó un poco mis temores.

—La amaré hasta que el día de mi muerte. Ella es todo mi mundo.

Sawyer asintió.

—Lo supe el día que la escogiste a ella antes que a mí.

Mis labios dibujaron una sonrisa.

—Sí, supongo que sí.

Ashton

—Muy bien, ha llegado el momento —susurró Lana, alargando el brazo para apretarme la mano.

—No puedo creer que ya sea la hora —respondí mirando fijamente la puerta que conducía hasta la playa. Los padrinos de boda habían seguido a Beau fuera mientras yo permanecía escondida arriba. No tenía que mirar por la ventana para saber que a la derecha de Beau estaba Sawyer, su padrino. A continuación, estaba Harris Vincent junto a su hijo mayor. Después de Harris, Ethan y Jake.

Lana me había hecho bajar antes de que el resto de damas de honor saliesen por la puerta para desearme suerte. Lana era mi dama de honor principal. Leann estaría esperando a su lado. Después Jessica y mi compañera de habitación en la universidad, Crystal.

—Estás deslumbrante. No ha habido nunca una novia tan guapa en toda la historia de la humanidad —anunció Lana antes de salir por la puerta y enviarme un beso.

—Tiene razón, ¿sabes? Creo que nunca he visto a una novia tan encantadora —la emoción en el tono de voz de mi padre hizo que me brotasen las lágrimas.

—Papá, no me hagas llorar por favor.

—Nunca. Si te emocionas demasiado, imagínatelos a todos en ropa interior. Tengo entendido que funciona —dijo ofreciéndome el brazo.

Se me escapó una carcajada que consiguió detener las lágrimas y me volví para mirarle.

—Eso se hace cuando estás nerviosa.

—Ha funcionado, ¿no? —respondió él con una sonrisa.

—La verdad es que sí.

—Adelante, cielo. El muchacho parecía tan asustado mientras subía al altar que pensaba que iba a salir corriendo escaleras arriba para asegurarse de que seguías ahí. No hace falta hacerle esperar. Es capaz de destrozar el lugar buscándote.

Riendo ante la precisa descripción que había hecho mi madre de mi futuro marido, asentí y cruzamos el umbral.

Respiré hondo y le seguí bajo la luz perfecta de la puesta de sol.

En cuanto mis pies desnudos entraron en contacto con la fría arena, levanté la vista para buscar a Beau. El asombro y el alivio que expresaba su semblante mientras me aproximaba lentamente a él hicieron que el corazón me palpitase a un ritmo frenético. Estar cerca de él aún me hacía sentir un poco turbada. Dudaba mucho de que esa sensación fuese a desaparecer algún día.

Su boca perfecta se movía y leí sus labios mientras decía:

—Te quiero.

El resto del mundo se desvaneció. Sólo quedábamos Beau y yo: mi pasado, mi presente y mi futuro.