Sawyer
Si Ethan le susurraba al oído una vez más, lo tiraría por la borda. Si seguía en el barco era porque Lana no parecía muy contenta con sus intentos de coqueteo. No se reía con él como había hecho en el restaurante. Más bien parecía estar tensa. ¿Había decidido que a la luz del día Ethan no era tan interesante? Dios mío, esperaba que sí. No la deseaba por las razones correctas, y eso me hacía extremadamente difícil ser egoísta y calculador. Lana era muy dulce y no quería herirla. Si Ethan la hacía feliz, no estaba seguro de querer interponerme en su camino sólo para molestar a Ash.
—¿Quieres que avise a E para que se aparte? —la voz de Jake irrumpió en mis pensamientos y aparté la vista de Lana y Ethan para concentrarme en la conducción.
—¿Para que se aparte de qué? —pregunté en tono aburrido.
Jake resopló.
—De la mirada asesina que le estás lanzando.
¿Desde cuándo Jake prestaba atención al resto del mundo?
Sacudí la cabeza y me volví para comprobar cómo les iba a Kayla y Toby. Habían estado intentando superarse mutuamente durante más de veinte minutos. Si no daba un buen giro imprevisto, los dos seguirían veinte minutos más. Necesitaba distraerme.
—Mirad, ¡voy a sorprenderlos con un salto! —dije en voz alta. Mis ojos se encontraron con los de Lana inmediatamente: se aferraba a un lado del barco mientras miraba a Kayla y a Toby con el cejo fruncido.
Tiré del timón con fuerza hacia la izquierda y Kayla y Toby salieron volando por los aires. Oí que Kayla chillaba y Toby gritaba algo parecido a:
—¡Cabr…!
Eso fue antes de que golpearan el agua con fuerza.
—¡Dios mío! ¿Están bien? —preguntó Lana, con la boca abierta de par en par y una expresión horrorizada.
Estaban perfectamente. Sabía cómo hacerlo. Lo habíamos practicado desde niños y Kayla y Toby sabían cómo caer después de un salto.
Señalé el agua, donde la pareja había aterrizado. Lana se dio la vuelta en su asiento para verlos reaparecer. Kayla sujetaba sus esquís y Toby la besaba mientras ella se reía.
Los hombros de Lana se relajaron.
—Así es como Saw indica a alguien que se le ha acabado el tiempo —dijo Ethan, sonriéndole con una expresión boba en la cara. Le haría un favor al chaval si se la quitaba. Se estaba poniendo en ridículo.
Lana se giró para mirarme con esos grandes ojos verdes. Tuve que aclararme la garganta. Se parecían tanto a los de Ashton.
—Creo que no quiero probar.
Riendo entre dientes, di un codazo a Jake.
—Toma el relevo. Yo no conduciré. Saldré ahí contigo —le expliqué a Lana.
Ella miró a Jake, que estaba al timón. Confiaba tan poco en él como en mí.
—Mmm, no sé. Puede… Puede que si conduce Ethan —sugirió.
El aludido cambió la mueca de frustración de su rostro (porque iba a salir yo con Lana) por una sonrisa satisfecha. La chica confiaba en él y eso le gustaba, claro que sí.
—Como quieras —dijo Jake cogiendo su bebida y dejándose caer en el banco donde había estado tumbado antes.
Ethan tomó el timón y paró el motor para que Toby y Kayla pudiesen subir a bordo.
Alargué la mano y cogí la tabla que mi amigo me tendía.
—Podrías habernos avisado para que nos soltáramos —gruñó Toby mientras ayudaba a Kayla a subir.
—Pero es que ha sido muy divertido —respondí, cogiendo uno de los chalecos salvavidas y dándoselo a Lana.
—Éste es el único que te sentará bien. Los demás son demasiado grandes.
Ella lo cogió y tembló un poco cuando el agua fría se deslizó por su piel cálida.
—En realidad no es cierto. Tiene otro salvavidas mejor escondido debajo de los asientos, pero es el de Ash. Se lo regaló una vez por su cumpleaños, con una tabla que va genial, al menos para las chicas. Pero no deja que nadie más lo utilice, aunque…
—No sigas, cariño —la interrumpió Toby mientras la guiaba con delicadeza a la parte trasera del barco.
No me atrevía a mirar a Lana. Hubiese preferido que no supiese lo de las cosas de Ash. Seguía teniendo el chaleco guardado debajo del banco. No estaba listo para dejar que nadie más lo utilizase. Ver a otra chica con ese salvavidas sería cerrar otra puerta. Esto era algo que Ash y yo hacíamos juntos, y había estado tan entusiasmada cuando le regalé la tabla nueva… Esa noche, estuvimos un buen rato en el agua, flotando sobre la tabla mientras ella me besaba por toda la cara y me decía lo maravilloso que era. Cuando aún estaba conmigo.
—Ten, tu chaleco —dijo Jake tirándome uno seco. Lo atrapé antes de que me diera en el pecho, me lo puse y solté la plancha en el agua.
—Lo siento, no me acuerdo demasiado bien. ¿Salto directamente? —preguntó Lana, mirándome con una mueca de preocupación.
Nadé hasta ella.
—Siéntate —le dije. Lo hizo rápido, sin apartar la vista de mí. La cogí de la cintura y la ayudé a bajar al agua.
—¡Ah, qué fría! —chilló, y me apretó los brazos con las manos. El labio inferior le temblaba un poco y no pude evitar besarla. La había obligado a ponerse un chaleco salvavidas frío y húmedo porque era un niñato incapaz de sacar el de Ashton de su escondite. Lo menos que podía hacer era calentarle los labios.
Se puso tensa, pero sólo un momento, cuando mi boca tocó la suya. Sus manos se deslizaron por mis brazos y mi pelo mientras yo la sujetaba por la cintura y la arrimaba más a mí. Darle besos inocentes en la comisura de los labios sólo despertó mi apetito. Probé su labio inferior y cuando abrió la boca con un pequeño quejido, me lancé. Necesitaba sentir la suave presión de sus labios contra los míos. Enredé mi lengua con la suya y ella se apretó contra mí, pasando las manos por mis rizos húmedos. Sí, eso estaba bien. Estaba muy bien. Deslicé la mano por su cadera y le levanté la pierna para envolverla en torno a mi cintura. Se le escapó un jadeo cuando comprobó que yo estaba disfrutando casi demasiado. Pero, qué demonios, estaba mejor que bien.
—¿Te importaría dejar de sobarla en público? —la voz irritada de Jake me recordó que estábamos a la vista de un montón de gente. Me aparté, y el gruñido frustrado de Lana me hizo pensar que me importaba un bledo quién nos estuviese viendo. Pero recuperó la compostura y miró por encima de mi hombro, en dirección a nuestra audiencia.
Bajó la cabeza, con las mejillas completamente rojas. Se le habían escapado algunos rizos del recogido que se había hecho al subir al barco. Tragó saliva, nerviosa, los músculos de la garganta moviéndose bajo la suave piel pálida de su cuello.
—Quiero besar ese punto…, justo ahí —murmuré, acariciando con el pulgar el sitio exacto donde el pulso le latía con fuerza. Era tan sexy como delicado.
—Ah —respondió entrecortadamente.
—¿Vais a montar o no? —gritó Toby desde detrás. Hice una mueca al grupo de entrometidos que había traído con nosotros.
Su pregunta no merecía respuesta. Cogí la tabla que había echado al agua y la puse al lado de Lana.
—¿Te acuerdas de cómo va?
Ella asintió respirando profundamente y desenroscó las piernas de mi cintura, haciéndome gruñir. Había disfrutado de ese calor prohibido. El destello de sorpresa en sus ojos hizo que me costara no volver a abrazarla.
—Sí, creo que sí —respondió.
Me di la vuelta para coger mi tabla y vi que Ethan me estaba mirando furioso. Me encogí de hombros en señal de disculpa y me aseguré de que Lana estaba bien sujeta a la tabla antes de que arrancase el motor.
—Parece enfadado —dijo Lana, observando a Ethan mientras me acercaba nadando para comprobar su posición.
—Sí.
—¿Crees que nos hará saltar?
Negué con la cabeza. Ethan estaba cabreado, pero no era estúpido. Lana había confiado en él. No lo iba a echar a perder.
Además, le daría una paliza si la asustaba. Estaba bastante seguro de que también lo sabía.
—¿Está bien apretado? ¿Te notas bien sujeta?
Asintió y me ofreció una sonrisa nerviosa.
Lana
¿Qué demonios acababa de ocurrir? Aún sentía un hormigueo por todo el cuerpo y prefería no pensar en las sensaciones que había experimentado. Dios mío, había estado a punto de devorar a Sawyer ahí mismo en el agua, delante de todo el mundo.
—¿Lista? —preguntó él a mi lado. Asentí esperando estarlo. Había pasado una temporada, pero sabía qué se sentía cuando se tiraba de la cuerda en el momento justo. El motor arrancó con un rugido y Ethan le dio un acelerón, como era de esperar. Durante el turno de Kayla y Toby, me había asegurado de prestar atención a todo lo que hacían. No pensaba imitar los saltos por el aire que daba esa chica, pero me fijé todo lo que pude.
Una vez estuve en marcha y sin peligro de caer de cabeza al agua, me arriesgué a mirar a Sawyer de reojo. Tenía una sonrisa aprobadora y sentí una punzada en el pecho. Era tan atractivo. Sawyer salvó la distancia que nos separaba y me concentré en no perder el equilibrio, intentando recordar que él sabía lo que hacía. Yo sólo tenía que concentrarme en moverme hacia la izquierda o hacia la derecha.
—Lo tienes controlado —dijo Sawyer sonriendo, y desapareció. Observé cómo se columpiaba y saltaba con la plancha, incluso más alto que Kayla. Sonrió como un niño pequeño cuando el grupo del barco empezó a animarle y a gritar. Yo ni siquiera me incliné hacia la derecha; estaba segura de que si lo intentaba me caería. Miré de reojo a Sawyer mientras seguía haciendo piruetas en su lado del barco.
Me ardían los brazos y cada vez me costaba más sujetarme. Me mordí el labio intentando soportar el dolor.
—¿Te duelen los brazos? —me preguntó poniéndose a mi lado.
Asentí. No soportaba que por mi culpa se acabase la diversión.
—Suelta la cuerda a la de tres —respondió y empezó a contar.
Los dos soltamos nuestras cuerdas cuando dijo tres y me hundí en el agua.
—¡Suelta la plancha! —gritó Sawyer desde donde estaba. Iba a intentarlo otra vez sin mí. Ya no me sentía tan mal por haber necesitado parar.
El barco llegó justo cuando acababa de soltarme la tabla de los pies.
—Dásela a Toby y ven aquí —ordenó Sawyer, e hice lo que me mandaba. Quizá quería que le ayudara con algo.
—¿Otra vez? —preguntó Jake desde el barco.
Sawyer asintió.
—Sí, le dolían los brazos.
Toby me cogió la tabla de las manos y cuando la tuvo a bordo, nadé hasta Sawyer.
—Siéntate en mi falda, con una pierna a cada lado. Ponme las piernas alrededor de la cintura y sujétate muy fuerte —me dijo con un brillo perverso en los ojos.
—¿Qué? ¿Por qué? —balbuceé, confundida.
Sujetó la cuerda con una sola mano y me hizo una señal para que me acercase.
—Venga, Lana. Pon las piernas aquí. No dejaré que te hagas daño. Te lo prometo.
Me distrajo oír un chillido y un aplauso, me di la vuelta para ver el barco. Kayla parecía muy contenta.
—¡Hazlo, Lana! ¡He visto a Sawyer hacerlo con Ash un montón de veces! —me explicó.
Me volví para mirar a Sawyer.
—Pero Ash sabe hacer piruetas. Yo no.
—Sólo tienes que sujetarte fuerte a mí. Ponme las piernas en la cintura y yo me ocupo del resto.
Accedí, debatiéndome entre el miedo y la excitación, le rodeé la cintura con las piernas y me abracé bien fuerte a su cuello.
—Mmmm…, qué bien —susurró Sawyer en mi cuello. El corazón me empezó a latir a toda prisa por una razón que no tenía nada que ver con que el barco hubiese arrancado. Me sujeté fuerte y enterré la cara en su pecho. Una risa ahogada y sexy le vibró en el pecho.
Antes de que pudiese pensar en otra cosa, ya estábamos volando. Mis piernas le oprimían la cintura con tanta fuerza que notaba su excitación.
—Oh, hostia —me susurró al oído y se movió un poco, me pregunté si pesaba demasiado o si me estaba agarrando demasiado fuerte.
—Por favor, Lana, no te muevas. No me puedo concentrar cuando haces eso.
Tomé aire y me incliné un poco hacia atrás para mirarle. El fuego que ardía en su mirada provocó que mi cuerpo entrase en un cálido frenesí.
—¿Te hago daño? —grazné.
Sawyer negó con la cabeza y me dio un beso en la frente.
—No como tú crees. Agárrate. Te voy a llevar de paseo.
Me apreté contra él de nuevo y me obligué a mantener los ojos abiertos mientras nos inclinábamos a la derecha. Cuando saltamos, solté un grito ahogado de placer. Era tan liberador. Volvíamos a estar sobre el agua con tanta naturalidad que no daba nada de miedo.
—¿Te ha gustado? —me preguntó, la boca cerca del oído para no tener que gritar.
—Ha sido divertido —le aseguré.
—Bien, porque esta vez iremos más arriba —respondió, y volamos por el aire tan deprisa que noté un aleteo en el estómago.
—Vaya —dije sin aliento al aterrizar.
—Es genial, ¿no?
Entonces empezamos a frenar y a hundirnos en el agua.
—Gracias por confiar en mí —dijo mientras esperábamos a que el barco nos recogiese.
—Gracias por el paseo.