Sawyer
Seguía sin estar seguro de por qué estaba allí. Vale, había asistido a las fiestas de cumpleaños de Kayla desde séptimo curso, pero sólo porque Ash quería ir. Este año ya no importaba lo que ella deseara, así que ¿por qué narices estaba allí?
La música de los Spill Canvas sonaba en los altavoces. Habían iluminado la piscina con varias luces estroboscópicas que hacían que el agua pareciese rosa, lila, verde y amarilla. Estaba rodeada de tumbonas de teca y de antorchas hawaianas. El año pasado, Jake tropezó con una y se incendió un parasol. Antes de que las cosas se fuesen de madre, Beau la cogió y la lanzó a la piscina. Estuvimos riendo durante semanas.
Fui al bufé que había en frente de la caseta de la piscina, una especie de bar improvisado que consistía básicamente en grandes cubas de metal llenas de hielo y de bebidas. Si pensaba superar aquella noche, necesitaría alcohol. Mucho alcohol.
—¡Sawyer! —balbuceó Ryan Mason—. El hombre ha llegado.
Ya estaba borracho. No era nada raro. Los chicos Mason eran los dueños del terreno donde celebrábamos las fiestas. El hermano de Ryan había empezado a celebrarlas hacía años.
Le saludé con la cabeza y cogí una botella de cerveza que estaba escondida bajo los cubitos de hielo.
—Así se hace, colega. A beber. Ya no tienes que impresionar a la chica buena, ¿eh? —voceó Ryan desde la piscina. Estaba tumbado sobre un flotador con una muchacha acurrucada a su lado. Estaba casi seguro de que era de nuestro instituto.
No respondí a su estúpido comentario. Como si a Ash le importase algo así. ¡Pero si me había dejado por Beau! Abrí la botella, tiré la chapa al cubo de reciclaje y tomé un buen trago de cerveza. El líquido frío no me hizo sentir mejor, pero al menos sabía bien.
Me di la vuelta para entrar en la casa y buscar un televisor donde pudiese ver algo de deporte, pero sólo había dado un par de pasos cuando se abrieron las puertas de cristal y salieron Ashton, Beau y Lana.
Mierda, tendría que haberme quedado en casa. Ash saludó a Kayla y se llevó a Lana hasta donde estaba su amiga, que charlaba con otras chicas con las que nos habíamos graduado. Beau y yo nos miramos, y él caminó tranquilamente hasta llegar a mi lado. Tenía las manos metidas en los bolsillos de los vaqueros.
—No pensaba que fueses a venir —me dijo a modo de saludo.
Me encogí de hombros y alcé la botella que tenía en la mano.
—Cerveza gratis.
Beau sonrió y asintió con la cabeza. Cerveza gratis era un concepto que entendía con claridad. Sus ojos no se apartaron de Ash mientras ella parloteaba alegremente con las otras chicas. El diminuto pareo que llevaba encima del biquini dejaba poco a la imaginación. Nunca se había vestido así cuando salíamos juntos. Seguramente había sido otro de sus intentos de ser perfecta para mí. Vaya mierda.
—Más te vale que sea Lana a la que estás repasando —me advirtió Beau.
Me fijé en Lana y me sorprendí al ver que llevaba un par de pantalones diminutos. No tenía las piernas bronceadas como Ash, pero eran largas y bien torneadas, igual que las de su prima. El tono pálido y cremoso de su piel era delicado. Mi mirada ascendió por su cuerpo y observé que sus caderas se ensanchaban justo por debajo de su estrecha cintura, completamente visible a través de la camiseta sin mangas que se había puesto encima del biquini. Era curioso que tuviese tantas pecas en la cara. El resto de su cuerpo era tan perfectamente liso que parecía que lo hubiesen pintado con un aerógrafo.
—Creo que le gustas —la voz de Beau irrumpió en mis pensamientos. Aparté la mirada de los rizos cobrizos de Lana y miré a mi hermano.
—¿Qué?
—A Lana. Ha preguntado por ti esta tarde. Quería saber si vendrías —Beau hizo una mueca de suficiencia—. Creo que está colgada del quarterback.
Volví a fijar mi atención en Lana a la vez que ella miraba de reojo por encima del hombro, y nuestras miradas se cruzaron. Se quedó paralizada, como si le resultara asombroso que la estuviese observando. La prima de Ashton no era nada fea y sí muy dulce. Tomé otro trago mientras jugueteaba con la idea de hablar con Lana para sacarme a Ash de la cabeza.
—Te lo dije —dijo Beau en tono divertido.
Puede que tuviera razón. Los labios de Lana dibujaron una pequeña sonrisa y recordé lo suaves que eran. El beso que nos dimos había sido espectacular.
—Venga. Vamos a buscarte algo más fuerte que la cerveza. Ya va siendo hora de que te olvides de Ash antes de que acabemos partiéndonos la cara otra vez.
Beau se dirigió a la casa de la piscina y yo le seguí, rompiendo de mala gana el contacto visual que Lana y yo habíamos mantenido más tiempo del que esperaba.
Lana
Beau apoyó las manos en la parte inferior de la espalda de Ashton en un gesto territorial mientras la guiaba hacia las escaleras. Observé cómo se debatía entre el deseo de irse con su novio y el deber de quedarse conmigo.
—No puedo dejar sola a Lana —le susurró a su chico.
Beau la agarró de la cintura y tiró de ella, atrayéndola hacia su pecho. La mirada del chico no se apartó de su cara ni un segundo.
—Lana ya es mayorcita y no le importará que te escabullas unos minutos… o un poco más.
Levantó su mirada de color avellana y me sonrió.
—No te importa, ¿verdad que no, Lana?
No me apetecía nada cabrear a Beau Vincent admitiendo que no quería quedarme sola. Negué con la cabeza y me obligué a sonreír.
—Mmm, no, no pasa nada. Id a hacer lo que… sea.
Beau volvió a mirar a Ashton.
—Por favor, ven conmigo. —Su voz sonaba ronca y sus ojos se habían vuelto oscuros y suplicantes. Era imposible que Ash le rechazase.
—Vale —susurró, sin molestarse en mirarme. Observé cómo él la llevaba escaleras arriba. Imaginé que no iban a acostarse en casa de Kayla. Sacudí la cabeza y me dirigí afuera. Pensé que tal vez Sawyer estaría solo y yo sería capaz de reunir el valor necesario para hablar con él.
Antes de que llegase a la puerta, el chico de mis sueños entró. Tenía los ojos vidriosos y el pelo, que normalmente llevaba perfectamente peinado, estaba revuelto. Me detuve y le observé mientras su mirada barría la habitación hasta encontrarse con la mía. Sus labios dibujaron una sonrisa lenta y se acercó a ritmo tranquilo. ¿Se tambaleaba un poco o eran imaginaciones mías?
—Hola, Lana, ¿qué haces solita?
Me tragué el nudo de nervios que se me había formado en la garganta, le tenía tan cerca que nuestros brazos se tocaban.
—Mmm, bueno, Ash y Beau han ido… —Señalé las escaleras, incapaz de explicar en voz alta lo que habían ido a hacer.
Su sonrisa divertida se convirtió en una mueca de enfado cuando fijó la mirada en las escaleras, como si le pareciesen repulsivas. Genial, había conseguido que se calentase otra vez por lo de Ashton y Beau.
Me cogió de la mano y solté un chillido de sorpresa. Sawyer rió entre dientes y entrelazó sus dedos cálidos con los míos.
—Ven, pequeña y dulce Lana. Puedes hacerme compañía, ya que te han dejado tirada. Además, he estado toda la noche mirando esas piernas sexys que tienes. Haces que esos pantalones cortos luzcan todavía más.
Me quedé boquiabierta mientras me guiaba hasta el sofá vacío. ¿Sawyer acababa de decir que mis piernas le parecían sexys? No tuve tiempo de reflexionar sobre su declaración porque tiró de mí y me sentó en su regazo. Enterró la cara en mi pelo e inhaló con fuerza.
—Mira que hueles bien —murmuró.
Me rodeó la cintura con una mano y la desplegó sobre mi estómago desnudo, mientras con la otra se enrollaba un mechón de mi pelo en torno a un dedo.
—Es suave como la seda —susurró, y se pasó el pelo por los labios. Después de la sorpresa inicial, el corazón me empezó a latir a toda velocidad. Esto era lo más cerca que había estado nunca de un chico y el hecho de que se tratase de Sawyer me aterrorizaba y me excitaba a la vez.
Su nariz subió por mi hombro y después se hundió en mi cuello. No pude reprimir el estremecimiento que me recorrió el cuerpo cuando su cálido aliento me acarició la oreja. La mano que tenía en mi estómago subió un poco más y me hizo dar la vuelta para que le mirase a la cara.
—Qué bien me sientas, Lana. Me haces olvidar todo lo demás —murmuró mientras apoyaba la mano en mi nuca y guiaba mi boca hacia la suya.
Me invadió el mismo anhelo que sentí la primera vez que me besó. Sacó la lengua, me lamió el labio inferior y soltó un gruñido. Sawyer Vincent gruñó mientras lamía y saboreaba mi boca. Me apreté contra él y pasé la mano por sus rizos oscuros con la esperanza de que aquel beso no terminase tan abruptamente como el primero.
Cuando me recorrió la boca con la lengua, fui yo la que gruñó. Sabía a algo oscuro y peligroso.
Toqué su lengua con la mía, con cautela. Sus manos se aferraron a mi espalda y me apretaron con más fuerza contra su pecho. Su boca dejó la mía y me dispuse a protestar cuando empezó a dibujar un camino de besos por mi mandíbula y mi cuello y me mordisqueó suavemente el lóbulo de la oreja. Me contoneé, ansiosa, mientras el calor se me acumulaba en el vientre y sentía un extraño cosquilleo.
—Eh, Saw, búscate una habitación, tío —gritó una voz, irrumpiendo en mi mente desorientada. Me puse rígida y me aparté del abrazo de Sawyer. ¡Había olvidado completamente que estábamos en el salón! Nos rodeaba un montón de gente. Me ardía la cara. Me atreví a mirar a Sawyer, que me estaba observando con una sonrisa divertida.
—No te me pongas tímida ahora, Lana —dijo arrastrando las palabras y apretándome los costados con las manos.
¿Quién era este Sawyer? Resultaba tan diferente…
—¡Sawyer! ¿Qué estás haciendo? —exclamó Ash a mi espalda y me levanté de súbito, como si hubiese estado haciendo algo malo.
—Bueno, Ash, estoy haciendo exactamente lo que parece —respondió Sawyer.
—¡Te has echado encima de Lana!
—Sí, nena, exactamente. Tu prima es una monada. Y no ha opuesto resistencia. Estoy bastante seguro de que también se lo estaba pasando bien.
Empezaron a sonar gritos de ánimo y silbidos. Me veía incapaz de apartar la vista de Sawyer.
—Lana está prohibida. ¿Me oyes? No te atrevas a utilizarla…
—¿Utilizarla? ¿De verdad, Ash? ¿Piensas que se trata de eso? Porque, cariño, no es así. Me siento atraído por otras chicas. Es algo que puede ocurrir, ¿sabes? —Era imposible pasar por alto la satisfacción en su tono de voz. ¿Por qué estaba tan satisfecho?
—No es eso lo que quería decir —replicó Ashton, prácticamente a gritos.
Sawyer arqueó las cejas en señal de incredulidad.
—¿De verdad? Porque es como sonaba desde aquí, cariño.
—Ya basta, Sawyer. —La voz de Beau hizo que diese un respingo y me volví para verlo entrar en la habitación. Oh, Dios mío, estaba cabreado.
—Esta vez no he sido yo, hermano. Ha empezado ella —Sawyer no parecía preocupado en absoluto por el hecho de que Beau pareciese más que dispuesto a golpear a alguien.
—Y si no cierras esa bocaza de borracho, seré yo el que lo acabe. —La voz de Beau era fría y calmada.
Sawyer no estaba borracho, ¿no? Le observé fijamente: parecía relajado. Cuando mi padre llegaba a casa borracho, era ruidoso y cruel. Sawyer era dulce y amable, o al menos lo había sido antes de que nos interrumpieran.
—Lana, ven. Tenemos que marcharnos —ordenó Ashton desde su lugar junto a Beau.
Sawyer alargó la mano y cogió la mía.
—No te vayas —dijo en un susurro suplicante. Eso era todo lo que necesitaba. Había venido aquí por una sola razón: conseguir que Sawyer Vincent se fijara en mí. No pensaba irme justo cuando había conseguido su atención.
—Quiero quedarme un rato más, si te parece bien —respondí, rezando para que Ashton no se enfadase. Tampoco es que tuviese una razón para hacerlo.
—Pero…
—No es asunto tuyo —dijo Sawyer, interrumpiendo a Ash.
La furia iluminó los ojos verdes de mi prima y Beau tiró de ella, la abrazó con fuerza manteniéndola a su lado y le susurró algo al oído. Pareció relajarse un poco y asintió.
—Vale, bien. Quédate. Pero no dejes que Sawyer te lleve a casa. Beau y yo volveremos a buscarte cuando quieras irte. Sólo tienes que llamarnos.
Asentí. Sawyer tampoco había prometido llevarme a casa. Me parecía un buen plan.
—Me alegro de que os vayáis. Lana y yo necesitábamos una habitación —anunció Sawyer, poniéndose de pie con paso vacilante y tirando de mí. Las risas de la audiencia que habíamos acumulado fueron el toque de atención que necesitaba.
Aparté la mano de un tirón y maldije mi piel clara y el rubor que sabía que debía de estar cubriéndome la cara y el cuello. Seguramente Sawyer estaba borracho. Esperaba que lo estuviese, porque insinuar delante de todo el mundo que íbamos a hacer algo en el dormitorio no era el estilo del Sawyer que yo conocía.
—Creo que me marcharé con Ash y Beau —respondí, con la esperanza de que no se notara la humillación en mi voz.
—Espera. No. ¿Qué he hecho? —La voz de niño pequeño de Sawyer sonó tan apenada que casi me detuve. Pero recordé sus palabras, dando a entender que íbamos a subir al dormitorio a hacer Dios sabe qué mientras una habitación llena de gente nos escuchaba, y seguí adelante.
—Vamos —susurró Ashton, abrazándome a su lado y guiándome hacia la puerta.
—Que alguien sobrio le lleve a casa o que me llame para venir a buscarle —dijo Beau al marcharse, antes de darse la vuelta y seguirnos fuera.
—¡No estoy borracho! —declaró Sawyer a gritos.
Entonces se cerró la puerta y tuve que reprimir las lágrimas.