Capítulo tres

Sawyer

Si Jewel volvía a reírse como una boba una vez más, destrozaría mi servilleta y me la metería en los oídos. Qué irritante era. Al verla me pareció que tenía potencial para ayudarme a no pensar en Ashton durante esta noche, pero estaba muy equivocado. Lo único que hacía era ponerme de los nervios. Si volvía a acariciarme disimuladamente el muslo acabaría empujándola encima de Jake.

Una risa suave me llamó la atención y me fijé en Lana. Sonreía a lo que fuera que Ethan le estuviese contando. Habían hablado en susurros durante toda la cena. Eso también me estaba poniendo de los nervios. Desde que se sentó a su lado, Ethan había acaparado todo su interés. Era como si no hubiese nadie más en toda la puñetera mesa.

—Parece que le interesa tu amigo —comentó Jewel. Era evidente que había notado dónde estaba mi atención.

—Mmm —fue mi única respuesta.

—¿Desde cuándo conoces a Lana? —preguntó. Recordé la época de las colas de caballo de color naranja y las piernas flacas con rodillas prominentes y me di cuenta de lo mucho que había cambiado. Las pecas que en el pasado la habían hecho tan poco atractiva ahora realzaban su belleza.

—Desde pequeños. Siempre tenía que protegerla de Ash y Beau. La atormentaban.

—¿Beau? —preguntó Jewel. Por lo que parecía, Lana no hablaba mucho de Ashton con su amiga. Si lo hiciese, sabría perfectamente quién era Beau.

—Mi her…, eh, primo —respondí.

Lana echó la cabeza atrás y soltó una verdadera risotada. No una que intentase contener, sino una que significaba que estaba encantada con algo y no le importaba que todos lo supiesen. Sus largos tirabuzones cobrizos rozaban la mesa y me pregunté cómo reaccionaría si me enredaba uno en el dedo.

—Te parece gracioso, ¿no? —respondió Ethan, sonriendo como un idiota porque la había hecho reír a carcajadas.

Lana asintió, alargó la mano y le dio un apretón en el brazo.

—Sí, lo siento —contestó intentando disimular su sonrisa.

El lenguaje corporal de Ethan demostraba que no le molestaba en absoluto: se inclinó hacia ella y empezaron otra vez con los dichosos susurros. Esos dos estaban metidos en su propio mundo.

—Normalmente no se le dan bien los chicos. La ponen nerviosa —señaló Jewel.

A mí no me parecía nerviosa, aunque estaba de acuerdo en que la Lana que yo recordaba era callada y reservada. ¿Qué es lo que había cambiado, aparte de que en pocos meses había pasado de ser poco memorable a ser una belleza?

Jake le dijo algo a Jewel, ganándose su atención. Por fin iba a tener algo de paz. Con un poco de suerte, le manosearía el muslo a él y a mí me dejaría tranquilo.

Lana cogió su bebida y nuestras miradas se cruzaron. Se detuvo un momento y me sonrió. Tenía una sonrisa muy bonita. Y esas pecas… eran adorables.

—¿Disfrutando de la cena? —pregunté.

Miró de reojo a Ethan, que la contemplaba como un cachorrito enamorado. Se las había arreglado para metérselo en el bolsillo en poco tiempo.

—Sí, gracias —respondió y tomó un sorbo de su refresco. Esos labios exuberantes acariciaron la pajita y tuve que tragar saliva para no soltar un gruñido. ¿Cómo se las había arreglado la pequeña Lana McDaniel para ser tan hábil en el juego de la seducción?

—Lana ha mencionado que la llevaríamos a casa de Ashton —comentó Ethan, y aparté la vista a regañadientes de sus labios y su pajita para mirarle furioso. No estaba seguro de por qué. Había entretenido a Lana y se había asegurado de que se sintiera cómoda con nosotros. Me obligué a relajar mi expresión y asentí.

—Sí, he pensado que como íbamos en la misma dirección, podía llevarla y así Jewel podía seguir hacia la playa.

Ethan parecía muy satisfecho.

—Buena idea —contestó con una sonrisa y se inclinó para decirle a Lana algo que la hizo reír.

Pagar mi cena y salir de allí inmediatamente había sido mi prioridad número uno. Tenía ganas de despedirme de Jewel. Las chicas que no eran capaces de pillar una indirecta me irritaban. Firmé el recibo y metí la tarjeta de débito en la cartera.

—Toma —dijo Jewel en tono descontento mientras pagaba con un billete de veinte a la camarera.

—Ethan, no —la voz de Lana interrumpió mis pensamientos, observé como fruncía el ceño a mi amigo, que le sonreía.

—Tengo que salir. He de ir al baño antes de ponerme en marcha otra vez —dijo Jewel, y me levanté para dejarla pasar sin apartar la vista de Lana y Ethan, que parecían estar discutiendo. Bueno, ella discutía y él pasaba un buen rato.

—Esos dos me están haciendo venir ganas de vomitar —musitó Jake al salir del reservado—. Además, ¿por qué le va a pagar la cena si acaban de conocerse? Tampoco es que se trate de una cita.

¿Ethan le había pagado la cena? ¿Por qué no se me había ocurrido a mí? Hubiese sido lo más correcto. Era la prima de Ashton. Tendría que haberla invitado yo. Pero había estado tan concentrado en zafarme de Jewel que no había pensado en nada más.

—Vamos, E, en marcha —Jake no intentaba disimular su irritación. Al parecer, no había triunfado con Jewel.

Lana se puso de pie y salió en seguida del reservado. Ethan la siguió, llevando su bolsito rojo en la mano.

—Olvidabas esto —dijo al salir detrás de ella.

Lana le ofreció una sonrisa complacida y le dio las gracias.

Me dirigí a la puerta a paso airado sin mirar atrás, para asegurarme de que me seguían. Necesitaba salir fuera a respirar aire fresco antes de tirarme al cuello de alguien sin motivo alguno.

Lana

Sawyer estaba muy callado. Intenté no mirarle tan fijamente mientras Ethan y él sacaban mis cosas del coche de Jewel y las cargaban en su furgoneta. Parecía tener prisa por marcharse. Quizá Jewel se había pasado de la raya y quería sacársela de encima. La idea me hizo sonreír.

Le miré a hurtadillas a través de mi pelo y me di cuenta de que se había relajado desde que subimos al vehículo. Ethan cedió a Jake el asiento de delante y dijo que se sentaría conmigo detrás, pero Sawyer contestó que no pensaba dejarme entrar a gatas en la parte trasera de su furgoneta. No me parecía que acomodarme en la espaciosa zona posterior fuese «ir a gatas», pero no se lo discutí. Su mueca enfadada me impulsó a sentarme a toda prisa en el asiento de delante. Por suerte, pareció calmarse en cuanto los otros dos se subieron al coche.

—Si quieres puedes cambiar de emisora —comentó Sawyer, mirándome de reojo.

No estaba prestando atención a la música. Había estado demasiado preocupada pensando en por qué se había puesto tan hosco de repente. Éste no era el Sawyer que recordaba. Normalmente, era todo sonrisas y buena educación. Éste debía de ser el Sawyer de después de Ashton. La idea me puso triste.

—No, tío, no la dejes elegir. Es una chica, pondrá una mierda de banda prefabricada de tíos buenos o algo así —se quejó Jake desde atrás—. Ay, pero ¿qué…?

Me di la vuelta y vi a Ethan fulminándolo con la mirada.

Si al menos le gustase a Sawyer tanto como parecía gustarle a Ethan… Aunque lo cierto es que Etahn estaba más a mi nivel.

—Me parece que dejaré que se meta ahí atrás y te dé una buena bofetada —dijo Sawyer en tono divertido.

—Da igual. Creo que E me ha magullado las costillas. Ya callo.

El resto del trayecto continuó sin incidentes. No hablamos demasiado, excepto Sawyer para preguntarme si estaba cómoda. Enfocó el respiradero hacia mí y me dijo que lo cerrase si me entraba frío. Cambió de emisora varias veces, preguntándome todo el rato si me gustaba la canción. Éste era el Sawyer al que estaba acostumbrada: atento y educado. No el chico malhumorado al que había visto antes.

Cuando Sawyer entró en el camino de tierra que sabía que conducía a las fiestas del prado, busqué en el aparcamiento el coche de Ashton o la furgoneta de Beau. No estaba segura de estar lista para ver a mi prima con los dos chicos Vincent. Si Sawyer seguía colgado de ella, me destrozaría.

—Nos vemos luego. Voy a llevar a Lana a casa de Ash.

Ethan se aclaró la garganta, llamándome la atención.

—Eh, la puedo llevar yo —dijo en tono cauto, mirando fijamente a Sawyer. Éste, por su lado, no se molestó en darse la vuelta para mirarle.

—Ya lo hago yo, Ethan —respondió en un tono de voz frío y duro.

Ethan dejó de mirar a Sawyer para mirarme a mí, y entonces soltó un suspiro derrotado, abrió la puerta y salió del coche.

En cuanto cerró tras él, Sawyer reculó y cambió de sentido. En secreto, estaba encantada de que quisiera llevarme a casa de Ashton, pero pensar que seguramente lo hacía con la esperanza de ver a mi prima aplastó mis ilusiones.

En vez de torturarme con las distintas posibilidades, decidí preguntarle por Ashton.

—¿Y cómo os van las cosas a vosotros tres? —no hacía falta precisar más. Sabía perfectamente a qué me refería.

Se puso tenso, resopló, ladeó la cabeza y me miró.

—¿Me creerías si te dijera que todo va genial? —su sonrisa triste me partió el corazón.

—No —respondí.

Soltó una risa ahogada y se pasó la mano por el oscuro pelo.

—La última vez que viniste ya lo sabías, ¿no? Me acuerdo de la fiesta en el prado. Pasaba algo extraño. Para empezar, no eres el tipo de Beau, y Ash no se habría enfadado si hubiese coqueteado contigo, porque habían hecho las paces —comentó y sacudió la cabeza—. Supongo que tú fuiste la única razón de que me lo tragase. No te tomaba por una mentirosa.

Sabía que esa mentira me perseguiría. Cuando Sawyer descubrió a Beau y a Ashton teniendo una pelea de amantes, no pude soportar la idea de que él descubriese la verdad de aquella forma. Así que mentí y le dije a Sawyer que Beau me había tirado los tejos y que Ashton pensaba que no era digno de mí. Después le dije a mi prima que tenía que escoger a uno de los dos Vincent o dejarlos a ambos, porque lo que le estaba haciendo a Sawyer no era justo.

—Lo siento… —respondí, porque era verdad.

Sawyer asintió.

—Sí, yo también.

Durante el resto del trayecto hasta casa de Ashton nos mantuvimos en silencio. No me preguntó si estaba cómoda, ni encendió la radio. ¿Por qué había tenido que abrir mi bocaza? Recordarle mi papel en el engaño de su primo y su novia había sido una estupidez.

—El coche de Ashton está aquí, pero no creo que esté en casa. Antes la vimos con Beau en el prado.

Asentí y alargué el brazo para abrir la puerta. Había dicho más que suficiente esta noche. Tenía que salir del coche antes de soltar otra estupidez.

—Espera, Lana —Sawyer alargó la mano y me apretó el brazo con los dedos. Se me puso la piel de gallina al sentir el contacto de su piel cálida y áspera.

—Sí —dije a través del nudo que tenía en la garganta.

—Mira, he sido un imbécil. Lo siento. No es culpa tuya. El lío con Ash y con Beau, nada de eso es culpa tuya. Necesitaba una válvula de escape para desahogarme y tú eras la única persona que estaba ahí… Me he equivocado… ¿Me perdonas?

Su mirada sincera hizo que me derritiese. Era igual que un cachorrito herido. Ashton estaba loca por haberle hecho daño. ¿Cómo se podía lastimar a alguien tan increíblemente perfecto?

—Sí, desde luego.

Una sonrisa le iluminó la cara. Me apretó el brazo y luego me soltó.

—Uf, gracias.

Salimos los dos de la furgoneta y me encontré con él al otro lado. Empezó a sacar mi equipaje de la plataforma trasera y lo dejó en el suelo, y yo alargué la mano para cogerlo.

—Ya te ayudo. No cargues con lo más pesado —dijo Sawyer mientras levantaba la última maleta. Normalmente no llevaba tantas cosas, pero ahora que usaba maquillaje, me arreglaba el pelo y tenía un vestuario de verdad, necesitaba bastantes bártulos.

—Gracias.

—No te tomaba por el tipo de chica que lleva tanto equipaje —observó.

Me encogí de hombros.

—Las cosas cambian.

Me dispuse a levantar las bolsas con los cosméticos y los artículos de baño. Eran las dos más pequeñas.

—Sí que cambian, ¿no?

Su mirada se dirigió hacia la casa y me di cuenta de que estaba observando la ventana de Ashton. Estaba claro que aún no lo había superado.

—Por si sirve de algo, es una idiota.

Si no hubiese tenido las dos manos llenas, me hubiese tapado la boca. No podía creer lo que acababa de decir.

Sawyer me devolvió su atención. Tenía las cejas arqueadas en señal de sorpresa y yo estaba segura de que mis mejillas estaban sonrojadas.

—¿Tú crees?

Bueno, a estas alturas no podía negárselo. Así que asentí.

Sawyer dio un paso hacia mí y el corazón me empezó a latir tan fuerte en el pecho que sentí la necesidad de abrir la boca para tomar aire. Sus ojos verdes me observaban con atención. Era como si me estuviese viendo por primera vez. Su mirada se posó en mis labios y tuve que resistir el impulso de lamérmelos.

—¿Crees que soy mejor opción que Beau? Él es el malo, sabes. El peligroso. A las chicas les gustan los chicos malos.

Su voz se había vuelto ronca. Me estremecí al ver que daba un paso más, sin apartar los ojos de mis labios. Hacía rato que no me aplicaba brillo. Me preguntaba si los tendría secos. Me obligué a conservar la calma y respondí:

—No a todas las chicas.

—Mmm…

Levantó la mano y me acarició el labio inferior con el pulgar. Imaginé que le mordía el dedo, me lo metía en la boca y lo lamía, pero no lo hice. Sólo contuve la respiración.

—Son tan suaves como parecen… o incluso más —susurró. Bajó la cabeza y, antes de que pudiese respirar para calmarme, sus labios estaban sobre los míos.

Forcé la entrada de oxígeno a mis pulmones a través de la nariz, solté las dos bolsas y me aferré a sus brazos para no perder el conocimiento por el hecho sobrecogedor de que Sawyer Vincent me estaba besando. Apoyó las manos en mi cintura, acariciándome suavemente la piel desnuda. Creo que gemí un poco cuando tiró de mi labio inferior y lo sorbió suavemente. Antes de que pudiese echarme en sus brazos, había desaparecido. Mareada y completamente sobresaltada, perdí el equilibrio y tuve que apoyarme en la furgoneta.

—Vaya —Sawyer alargó la mano para ayudarme a recuperar el equilibrio.

Qué vergüenza. Respiré hondo y levanté los ojos en cuanto fui capaz de centrar la vista de nuevo en él. En lugar de la expresión de pasmo que estaba segura de que tenía yo en la cara, fruncía el ceño. No, más bien estaba enfurruñado.

—No debería haberlo hecho, Lana. Lo siento. Estaba alterado y no me he parado a pensar.

Cogió las dos maletas y se dirigió a la puerta sin esperar mi respuesta. No era así como había imaginado nuestro primer beso. Y créeme, había estado fantaseando con él durante años. La mayor parte de mi vida. Aunque el beso en sí había sido perfecto, el final había sido terrible.

La rabia sustituyó a la decepción, agarré las bolsas que faltaban y le seguí.

¿Cómo se atrevía a besarme de esa manera, disculparse y después marcharse?

—Ya…

La puerta se abrió de golpe, interrumpiendo mi frase, lo que probablemente fue una suerte porque estaba a punto de cantarle las cuarenta.

—Lana, cariño, ya estás aquí.

La tía Sarah me ofreció una sonrisa radiante al abrir la puerta mosquitera. Le lancé una mirada furiosa a Sawyer y entré directamente en la casa.