Lana
No estaba nada contenta con mi piel. Y la crema solar de factor ochenta tampoco ayudaba. Vale, no la tenía enrojecida, pero mis pecas se estaban bronceando. Y eso no era precisamente lo que hubiese querido. Aun así, la playa estaba siendo una buena terapia. Tumbada aquí fuera, a la sombra, me hacía sentir como si estuviese escondida del mundo. Oculta de todas las personas que tenían el poder de hacerme daño. Qué lástima que fuese algo pasajero. Tendría que regresar a casa y a mi madre a finales de mes. No quería ni siquiera pensar en ello. No iba a ser fácil enfrentarme a ella después de haber permanecido escondida durante más de un mes.
Ella seguía insistiendo en que hablase con Sawyer. Al final, siempre acababa colgándole el teléfono. Suponía que acabaría cansándose. Quizá cuando recibiésemos las invitaciones para la boda de Ashton, dentro de unos años, renunciaría a sus esperanzas de que Sawyer Vincent estuviese interesado en mí. La idea hizo que me diese un vuelco el estómago.
—Lana —una voz conocida irrumpió en mis pensamientos, y Ethan apareció detrás de la tumbona donde acostumbraba a descansar Jewel. Pero ese día no estaba. Tenía planeado dedicarlo a la compra compulsiva de zapatos.
—¿Ethan? —respondí sorprendida. No esperaba volver a verle.
—Hola, mmm, siento aparecer sin avisar, pero últimamente es imposible contactar contigo por teléfono.
Oh. Había intentado llamar. Qué inesperado.
—No pasa nada. ¿Quieres sentarte?
Bajó la vista a la tumbona que estaba a mi lado y reflexionó un momento antes de sentarse. Al parecer, pensaba quedarse un buen rato.
—¿A qué se debe la visita? ¿Querías decirme algo?
Ethan no se tumbó. Se sentó en el borde de la silla, con los codos apoyados en las rodillas, mirándome. Tenía la cabeza a la sombra y su expresión seria me preocupó. Si se trataba de Sawyer, no estaba preparada para afrontarlo.
—¿Te estás divirtiendo? —preguntó.
—Sí, pero tengo el presentimiento de que no has conducido hasta aquí durante una hora y media para preguntarme si me lo paso bien.
Soltó una risa ahogada y negó con la cabeza.
—La verdad es que no.
—Eso pensaba. Escúpelo, Ethan.
—Se trata de Sawyer…
—Olvídalo. No digas nada, Ethan. Retíralo. No quiero saber lo que tengas que decir —cogí mi bolsa y me dispuse a levantarme—. Si quieres venir de visita y charlar sobre el tiempo o probar alguna de las bebidas tropicales de Jewel eres más que bienvenido. Pero no pienso hablar de Sawyer.
—Espera. No te vayas, por favor —suplicó, poniéndose también de pie.
—¿Vas a ignorar lo que te estoy pidiendo? —pregunté.
Los hombros se le derrumbaron y negó con la cabeza.
—No. No volveré a mencionarlo.
Me senté otra vez, dejé la bolsa a un lado y saqué una barrita de cereales de dentro. Cogí otra más y se la ofrecí a Ethan, que se había vuelto a sentar.
—Toma, come algo.
La cogió y me ofreció una sonrisa triste.
—Gracias.
Permanecimos en silencio mientras comíamos las barritas. Cuando terminé la mía, me volví para mirarle. Parecía afligido y estuve a punto de preguntarle si Sawyer estaba bien. El miedo a que Sawyer se hubiese hecho daño o estuviese enfermo estaba en contienda directa con el pánico a que Ethan me explicase algo que no podría soportar.
—¿Cuándo te marchas a la universidad? —pregunté, intentando pensar en cualquier cosa menos en Sawyer.
—El mes que viene, ¿y tú?
No soportaba tener que admitirlo. No obstante, había llegado el momento de afrontar los hechos.
—No estoy segura. He tenido que cambiar de planes debido a la falta de dinero de mi padre. Así que asistiré a la universidad pública local los próximos dos años. Aún he de decidir lo que haré luego, pero tengo tiempo. De sobra —pronunciar las palabras en voz alta me dejó un sabor amargo en la boca.
—Vaya, lo siento mucho, Lana. Creía que irías a una universidad famosa.
—No —me había preocupado por otras cosas en lugar de por mi educación. Mala idea.
—¿Has hablado con Ash?
—Tampoco quiero hablar de ella, si no te importa. Y la respuesta es no.
Estaba decidido a hablar de Sawyer conmigo. ¿Quería saber si podía invitarme a salir?
Dudaba mucho que quisiera otra oportunidad. Nuestra cita había sido terrible.
—Beau no engañó a Ash —soltó de repente.
¿Por qué me dolía la noticia? Si él no la había traicionado, entonces seguían juntos. Estaba locamente enamorada de él. ¿Por qué, por qué, por qué? No debería importarme que Sawyer estuviese solo. No debería importarme que recibiese lo que se merecía. No debería.
No importa. Si no era esta vez, habría una próxima, y otra, y otra, y otra, y cada vez, Sawyer acudiría corriendo a ella, esperando, suspirando y rompiendo su corazón y el mío por el camino.
—No hablemos tampoco de Beau. Mejor aún, no hablemos de nadie de Grove excepto de ti —repliqué en un tono severo que me hizo sentir un poco culpable. Ethan era un buen chico.
—Pensaba que te gustaría saberlo —respondió, removiéndose en su asiento.
—No me importa. Esa puerta está cerrada. O mejor dicho, me la cerraron en la cara y me marché después de añadirle un cerrojo.
—A veces las cosas no son lo que parecen, sabes… —empezó, y levanté la mano para interrumpirlo.
—Basta. No sé por qué estás aquí. Pero si es por orden de Ashton o Sawyer, te pido como amiga que te vayas.
Ethan soltó un suspiro de agotamiento.
—Nadie sabe que estás aquí. Te guardé el secreto. Como te prometí. Pero pensé que podría explicarte las cosas en su nombre.
—¿Por qué? ¿Por qué tienes que dar explicaciones? Si no estoy equivocada, yo te interesaba antes de que Sawyer se interpusiera. ¿Me equivoco?
Ethan soltó una carcajada y negó con la cabeza.
—No, tienes razón.
—Vale, ¿entonces porque intentas ayudar a Sawyer a arreglar las cosas?
—Porque es mi amigo. Y tú también —respondió.
Era tan buen chico. No tenía ni idea de dónde se había metido. Esto no se podía arreglar.
—Bueno, entonces necesitas mejores amigos —musité.
—Sawyer nunca había intentado ligarse a una chica en la que sus amigos pudiesen estar interesados. Cuando actuó de esa forma contigo no me gustó, pero sabía que pasaba algo fuera de lo habitual. Debiste afectarlo como nadie lo había hecho antes, porque no se comportaba como él mismo.
—Yo era un medio para vengarse de Ashton —respondí con amargura.
—Quizá al principio, Lana. Yo también lo creí, en su momento. Pero ahora sé que todo cambió. Se convirtió en algo más.
—No es suficiente. Da igual en lo que se convirtiese, no es suficiente. Nadie puede competir con ella. —Las lágrimas me empañaban la vista y empecé a cabrearme. No iba a llorar otra vez.
—No hay ninguna competición —dijo en voz baja.
—Vete, Ethan, por favor —giré la cabeza y cerré los ojos. Me negaba a llorar delante de él.
Después de un minuto de silencio, oí como se levantaba y se alejaba caminando.
Lágrimas silenciosas me resbalaron por la cara al tiempo que sus palabras se repetían una y otra vez dentro de mi cabeza. «No hay ninguna competición». Ya sabía que no la había. No podía competir con Ashton. El corazón de Sawyer le pertenecía a ella. Siempre le pertenecería.
Sawyer
No llevaba ni una hora en casa cuando me llamó Beau. Me pidió que me reuniese con él en el bar para jugar una partida de billar. Intenté explicarle que sólo me apetecía una ducha caliente, tomarme un par de antiinflamatorios y meterme en la cama. Me dolía todo el cuerpo. ¿Cómo es que él no quería acurrucarse en la cama y echarse a dormir? Además, ¿y Ashton? ¿No necesitaba verla?
Entré en el aparcamiento del bar y busqué la furgoneta de Beau. La encontré al fondo de todo. El Jeep de Ethan estaba justo al lado. Tenía que disculparme con él, así que éste podía ser un buen momento. Salí de mi furgoneta y caminé hacia la puerta.
Era una noche tranquila, los miércoles no suele haber demasiada gente en el bar. Cuando está lleno es de jueves a domingo. Sólo había estado aquí unas cuantas veces con mi hermano, pero había pasado por delante a menudo y sabía qué noches tenía el aparcamiento lleno.
—Vaya, vaya, pero si es mi sobrino favorito —dijo mi tía desde detrás de la barra.
—Hola, tía Honey —respondí, saludándola con la cabeza.
—¿Quieres una cerveza? Te digo desde ya que vas a necesitarla.
¿De qué demonios hablaba? Iba a decirle que no, pero decidí que si no podía disfrutar de una ducha y unos calmantes, tendría que conformarme con una cerveza.
—Claro, gracias.
—Los chicos te están esperando. Te traigo la cerveza en seguida.
—Sí, señora —respondí.
—Ya te dicho que no me llames señora. Me hace sentir como si fuera la madre de alguien —comentó en tono de broma.
Era todo un personaje.
Me abrí paso hasta Beau, que estaba apoyado en el borde de la mesa de billar, con los tobillos cruzados y una cerveza fría en la mano. Su expresión me indicó que no se trataba de una simple reunión entre amigos. Estaba aquí por una razón. Deslicé la mano en el bolsillo y acaricié la carta de Lana. Recordar sus palabras me ayudaba a afrontar las cosas. Si eran malas noticias, necesitaba algo que me recordase que ella seguía ahí fuera y que me quería.
—¿Qué pasa? —pregunté en cuanto me acerqué lo suficiente.
—Tengo noticias que te interesan. Pero tienes que mantener la calma mientras te las explico.
Se me aceleró el pulso y me quedé paralizado.
—¿Lana?
Asintió.
—¿Sabes dónde está?
—Sí, lo sé. Pero ésta no es mi historia. —Beau giró la cabeza y seguí su mirada hasta Ethan, que estaba de pie a sólo unos metros—. Adelante, E, antes de que pierda los nervios.
Ethan pasó de mirar a Beau a mirarme a mí, y pude ver el miedo en sus ojos.
—¿Qué es lo que sabes? —Di un paso adelante para sacudirle hasta que me dijese lo que sabía.
La mano de Beau se cerró sobre mi hombro y me detuvo.
—Si le haces daño, no tendrás respuestas —dijo, y después miró a Ethan—. Cuéntaselo. Ya te lo he dicho, no dejaré que te arranque las pelotas.
La idea de que Ethan hubiese participado en la desaparición de Lana hacía que me resultara muy difícil mantener una respiración tranquila y regular.
—Será mejor que te des prisa, E, porque va explotar en cualquier momento y esta semana me duele todo. Preferiría no tener que interponerme —dijo mi hermano.
—Vale. Mmm…, verás, Sawyer, Lana me llamó…
—¿Y por qué coño te llama? —chillé, dando otro paso adelante que hizo retroceder a Ethan.
—Acaba de una puta vez, E —gruñó Beau mientras aumentaba la presión de su mano sobre mi hombro.
—No. Antes. Me llamó antes. El día que Ash pensó que Beau la había engañado. Me llamó ese día y me dijo que necesitaba un favor. Dijo que no podía seguir aquí y que necesitaba mi ayuda. La recogí y…
—¿Dónde está? —bramé, dando otro paso. Beau tenía las dos manos sobre mi espalda.
—Tranquilo, tío —advirtió.
—Hay que ver, chico. Bebe un poco de cerveza y relájate. La chica está a salvo, deja que el chaval hable y te dirá todo lo que necesitas saber. —La tía Honey apareció delante de mí y me obligó a coger la jarra de cerveza que me ofrecía—. Toma esto. Así sólo podrás pegarle con una mano.
—Vete, mamá. Está todo controlado —dijo Beau.
—Mmm, no lo parece. Pero espero que tengas razón. No pienso pagar las reparaciones si se vuelve loco aquí dentro —respondió.
Dejé la jarra en la mesa de billar sin apartar los ojos de Ethan. Él sabía dónde estaba. Él sabía dónde estaba.
—La llevé al apartamento de su amiga en la playa.
No estaba allí. Había llamado a Jewel… Espera. La llevó allí.
—¿Viste a Jewel? ¿Llegó a entrar en el apartamento? —pregunté, con la esperanza de que la pirada de su amiga me hubiese engañado como a un bobo.
—Sí, le subí las bolsas. Jewel salió gritando, se alegraba de verla. Después, volví… —prosiguió Ethan.
El hecho de que hubiese vuelto a verla levantó una oleada de celos en mi interior. Me zafé de Beau y me acerqué a Ethan a grandes pasos.
—¿Qué quieres decir? ¿Volviste?
—No tan deprisa. Aún no ha terminado. No lo mandes todo a la mierda —gruñó otra vez mi hermano, cogiéndome de los brazos y tirando de mí.
Ethan se secó la frente y tragó saliva.
—Escucha, tío, no lo sabía. Pensaba que lo habías superado. No sabía qué sentías por Lana. Cuando vine a tu casa el sábado, fue la primera vez que comprendí que había cometido un gran error ayudándola a escapar. Así que regresé. Iba a arreglarlo. Pero no quiso escucharme. Ni siquiera me dejó pronunciar tu nombre.
—¿Estaba allí? ¿Dónde fuiste? —retrocedí un poco, necesitaba saberlo. Tenía que llegar hasta ella.
—Sigue en la playa. En el apartamento de Jewel. Apartamento 103. Kiva Dunes —explicó, y en ese momento salí corriendo hacia la puerta.
Me vinieron a la mente las palabras de Jewel: «Mientras tanto, puedes venir a visitarme. Podría hacerte muy feliz. Estoy en los apartamentos Kiva Dunes en West Beach. Apartamento 103. Mi habitación está en la esquina y tiene vistas al océano». La pirada no estaba tan loca como parecía. Apostaría cualquier cosa que ésa era la habitación de Lana. Jewel estaba intentando decírmelo sin traicionar la confianza de su amiga. Beau tenía razón. Lana era precavida con las personas que dejaba que se le acercasen. Aunque Jewel era una mentirosa de categoría. Me lo había tragado del todo. Su apariencia de rubia tonta me había despistado completamente.
Iba a abrir la furgoneta cuando me di cuenta de que me temblaban las manos. Sabía donde estaba Lana. Iba a recuperarla.
—¡Sawyer, espera! —gritó Beau. Me di la vuelta para mirarle. Venía hacia mí.
—¿Qué? Tengo que irme —no quería hablar del tema con él. Sólo quería encontrar a Lana.
—¿Quieres que conduzca? —me preguntó con una mueca de preocupación.
—No, quiero llegar allí. Ahora.
Él suspiró.
—Comprendo que quieras encontrarla. Pero ten cuidado. Estará allí cuando llegues.
¿Desde cuándo el tío duro de mi hermano se preocupaba por mi capacidad de conducción? Abrí la puerta de la furgoneta de un tirón mientras sacudía la cabeza con incredulidad.
—Me tengo que ir.
Beau dio un paso atrás mientras se cerraba de un portazo y arrancaba el motor. El corazón me latía contra el pecho. Sabía dónde estaba. Por fin la había encontrado.