Sawyer
—Tienes que controlar ese mal genio, tío. Si alguien puede plantarle cara a Beau eres tú, pero igualmente te molería a palos —me advirtió Ethan al salir del camino de tierra que conducía a la fiesta del prado.
—Ya han pasado seis meses. ¿Hasta cuándo piensas seguir cabreado? —preguntó Jake desde el asiento trasero.
¿Y eso era asunto suyo? Ninguno de los dos tenía ni idea de lo que significaba mantener una relación seria. Habían estado con tantas chicas durante los cuatro años de instituto que ni siquiera me acordaba de sus nombres. Explicarles que desde que tenía doce años había planeado mi vida en torno a Ashton no era precisamente sencillo. Así que encendí la radio para ahogar el sonido de su interrogatorio.
—Puedes subir el volumen todo lo que quieras, pero el caso es que tienes que pasar página —dijo Ethan—. Beau es tu primo y tu mejor amigo. Una tía no puede interponerse entre los dos. No por mucho tiempo.
Ethan me estaba observando desde su asiento.
Sabía que esperaba mi respuesta, pero no le di ninguna. Su comentario demostraba que no me conocía de verdad, y pensé que nadie me conocía bien excepto Beau y Ash. Beau no era mi primo; era mi hermano. Pero cuando descubrió la verdad por boca de su madre, decidió que siguiera siendo un secreto, como siempre. No quería reclamar a mi padre como suyo, y no podía culparle por ello. Tampoco es que nuestro progenitor hubiese hecho nada para ayudar a Beau mientras crecía. Así que él sólo sentía desprecio por mi padre…, por nuestro padre. Decidió recordar a nuestro tío como a su auténtico padre, ya que fue la única figura paterna que Beau había conocido. Aunque murió cuando teníamos seis años, él lo recordaba con afecto…, al contrario de lo que le sucedía con su verdadero padre.
—¡Eh! Te has pasado de largo de Hank’s —exclamó Ethan, señalando con el dedo la hamburguesería a la que íbamos a comer a menudo.
—No vamos a Hank’s —fue mi respuesta. Habían sido ellos los que se habían montado en mi furgoneta. Si no les gustaba que necesitase salir de Grove, podían volver andando a la ciudad en cuanto llegásemos a nuestro destino.
—¿Vas a salir de Grove?
—Sí.
Ethan soltó un resoplido y se arrebujó en su asiento.
—A este paso, cuando pare la puñetera furgo estaremos en Florida.
—¿Florida? Estoy muerto de hambre y una hamburguesa con queso de Hank’s lo habría solucionado —refunfuñó Jake.
Disminuí la velocidad, estacioné en la cuneta y eché un vistazo a Jake.
—Puedes bajar y volver andando, si quieres.
Puso unos ojos como platos y negó lentamente con la cabeza.
—No pasa nada, tío. Estoy bien.
Arranqué el coche e ignoré el intercambio de miradas entre los dos. Ambos pensaban que me estaba recuperando de un corazón roto. Y bueno, tenían razón.
Nadie dijo ni una palabra hasta que aparqué en Wings. Había conducido unos treinta kilómetros al sur hasta la ciudad más cercana con restaurantes aceptables.
—Tendrías que haberme dicho que veníamos a Wings. Me hubiese callado —Jake soltó un grito de alegría y abrió de golpe la puerta de la furgoneta, bajando de un salto.
Nunca había comido aquí con Ash. No quedaban muchos sitios donde no guardase recuerdos de ella, así que mis opciones eran limitadas. Esta noche necesitaba quitármela de la cabeza y concentrarme en mi futuro… o al menos en mi verano.
—Voy a comerme mi propio peso en alitas de pollo —dijo Ethan en respuesta al entusiasmo de Jake por mi elección de restaurante.
Al menos les había alegrado la noche. Tampoco es que me importase.
Abrí la puerta, entré y me detuve en la entrada. Una chica alta con una melena larga y rubia recogida en una coleta me sonrió con una mirada apreciativa, a la que estaba acostumbrado. Me había acostumbrado a ignorar esas miradas por parte de otras chicas durante tanto tiempo que la deseché automáticamente. Pero esta noche no iba a hacerlo. Ya era hora de empezar a coquetear. Le ofrecí una sonrisa que sabía que era bastante impresionante porque Ashton siempre hablaba de ella.
—Seremos tres, por favor —le dije, y observé cómo se le abrían los ojos de par en par y parpadeaba varias veces. No era especialmente guapa, pero ver que se ponía nerviosa me provocó un agradable subidón en el ego.
—Ah… mmm…, vale…, sí —tartamudeó, buscando los menús, que se le cayeron al suelo. Me incliné a su lado para ayudarla a recogerlos.
»Lo siento. Normalmente no soy tan torpe —explicó, y dos manchas rojas le aparecieron en las mejillas.
—¿Así que es sólo conmigo? —la azucé.
Se le escapó una risita nerviosa y me di cuenta de que no me serviría. No me gustaban las risitas. Ash nunca reía como una boba.
Le entregué los menús, me levanté y fijé mi atención en otra parte. No necesitaba seguir coqueteando. Se haría una idea equivocada.
—Vale, mmm, por aquí —oí que decía. Ethan y Jake fueron tras ella en seguida. Yo me dispuse a seguirlos cuando mi mirada interrumpió su valoración desinteresada del bar para concentrarse en una mujer a la que estaría encantado de dejar que riese todo lo que quisiera.
El cabello cobrizo le caía por la espalda y se le rizaba en las puntas. Estaba sentada en la barra y tenía las piernas largas y desnudas cruzadas; una sandalia plateada de tacón alto le colgaba de los dedos de un delicado pie. Aún no le había visto la cara, pero de espaldas parecía toda una belleza. Tenía mucho potencial.
—¿Vienes o qué? —gritó Jake, pero no giré la cabeza para ver a dónde habían ido o en qué mesa los habían sentado. La voz gritona de Jake llamó la atención de la chica, que se volvió en su asiento y le echó un vistazo por encima del hombro. Su piel suave y cremosa estaba salpicada de pecas. Normalmente no soy muy fan de las pecas, pero la mirada seductora de sus ojos verdes y esos casi imposibles labios carnosos hacían que el conjunto funcionase perfectamente. Se dispuso a girarse para ver de qué iban aquellos gritos cuando se detuvo y nuestras miradas se cruzaron. Sorpresa, placer y ansiedad, todo le pasó por la cara mientras me estudiaba. Me sentía fascinado. El barman apareció y le dijo algo. Ella le miró.
—Sawyer, tío, ven —dijo Ethan. Aparté la mirada de la pelirroja y me dirigí a la mesa donde estaba la camarera con los menús.
—Sawyer, espera.
Una voz conocida hizo que me detuviera de golpe. Me invadió la incredulidad al darme la vuelta y ver a la guapa pelirroja que se aproximaba a mí. Mientras le recorría el cuerpo con la mirada, apreciando la vista, me fijé en la corta minifalda vaquera que llevaba, que terminaba varios centímetros por encima de sus rodillas. El top blanco atado a la cintura con una especie de lazo flojo que se balanceaba dejaba entrever su estómago plano y liso. Conseguí apartar la mirada del impresionante escote para mirarle la cara. Sus labios ridículamente apetitosos dibujaban una pequeña sonrisa y por fin la reconocí.
No podía ser.
—¿Lana? —Era imposible pasar por alto la incredulidad que destilaba mi tono de voz. La última persona que esperaba ver era a la prima de Ashton. El hecho de que ella fuese la chica a la que había estado dando un repaso era más que sorprendente.
—Sawyer —respondió, con una gran sonrisa en la cara.
—¿Qué haces aquí? —pregunté, aunque lo que pensaba era más bien «¿Qué demonios te ha pasado?». No se parecía en nada a la chica que había visto siete u ocho meses atrás. Esa chica era dulce, remilgada y formal. La chica que tenía ahora delante de mí era una fantasía sexual en movimiento.
—Comer —bromeó, y me di cuenta de que yo también estaba sonriendo. Por primera vez en meses me salía una sonrisa verdadera, no una forzada.
—Bueno, sí, lo suponía. Quiero decir que qué haces aquí, en el sur de Alabama.
Apretó los labios y sacó un poco la lengua para lamérselos con nerviosismo. Mmm… No me importaría probar esos labios.
—Voy a pasar el verano con Ahston. Mi amiga va en dirección a la playa, así que me dejará en su casa después de cenar.
Ash. Mierda. ¿Por qué tenía que mencionar a Ashton? Mi buen humor se esfumó y de nuevo apareció la sonrisa falsa. Lana echó un vistazo por encima de mi hombro a la mesa donde estaban mis amigos y frunció el entrecejo.
—¿Ya os han sentado? —dijo mirando con frustración a la camarera—. Era de esperar —masculló.
Seguí su mirada y vi que la camarera rubia nos estaba observando con expresión irritada.
—¿Qué pasa? —pregunté, devolviendo mi atención a Lana.
Suspiró y me volvió a mirar.
—Llevamos esperando mesa al menos un cuarto de hora.
Ah. La camarera nos había dado su mesa. Un problema que yo podía solucionar.
—Ve a por tu amiga, os sentaréis con nosotros.
Lana me ofreció una sonrisa deslumbrante.
—Vale, gracias, vuelvo en seguida.
Contemplé cómo se giraba y volvía a la barra. Era imposible no fijarse en su trasero mientras contoneaba las caderas de un lado a otro. Maldita sea. Lana tenía buen aspecto.
Lana
—Oh, Dios mío, ¿acabas de coquetear con ese tío bueno? Hay que ver, nena, cuando te decides a pavonearte, apuntas alto. —La admiración en la voz de Jewel hizo que me entrasen ganas de reír. Pero como también tenía ganas de vomitar mantuve controlado el buen humor.
Sawyer me había mirado de arriba abajo. Me había repasado todo el cuerpo y se había detenido en mis pechos. Sentí la necesidad de abanicarme con el posavasos de mi bebida.
—Le conozco. Y nos vamos a sentar con él y con sus amigos —anuncié, cogiendo el bolso y el refresco.
—¿De verdad? —gritó feliz Jewel, cogiendo su bolsa del asiento contiguo y poniéndose de pie. La especie de pañuelo que llevaba, al que ella llamaba camisa, mostraba su estómago plano y bronceado. El pendiente que tenía en el ombligo, con dos pequeños brillantes falsos en cada extremo, hacía que las miradas se fijasen automáticamente en su piel. Y los diminutos pantalones que se había puesto hacían que a su lado mi minifalda pareciese distinguida. Esta chica conseguía que la gente se girase para mirarla, aunque sólo fuese porque la mayor parte de su cuerpo estaba a la vista.
—Vamos —le espeté y me dirigí hacia Sawyer, que estaba de pie justo donde le había dejado, esperándonos.
Sus ojos se desviaron hacia Jewel y vi que la examinaba igual que había hecho conmigo. Se me hizo un nudo en el estómago y tuve que resistir el impulso de empujarla detrás de mí. No quería que le dedicase el mismo repaso lento y sexy por todo el cuerpo.
—Está como un tren —siseó Jewel a mi lado. Había sacado pecho y se apartó el largo pelo rubio que le caía sobre los hombros. Se estaba preparando para poner en marcha todos sus talentos con Sawyer.
—Él no, Jewel. Quédate con uno de los otros dos —intenté que no sonara como una súplica, pero era imposible ocultar mi desesperación.
Oí que soltaba un grito ahogado.
—Él es la causa de que tú… —su voz se fue apagando mientras se hacía a la idea de lo que acababa de averiguar—. Ah, vaya. Lo pillo. No me voy a meter.
No, pero seguía estando bronceada y libre de pecas y tenía experiencia con los hombres. El tipo de cosas que podrían gustarle a Sawyer.
Cuando llegamos, por mucho que detestase la idea, supe que tenía que hacer las presentaciones. ¿Por qué no la había dejado en la barra con el barman fingiendo que no existía? La mirada apreciativa de Sawyer estaba clavada en Jewel y aunque me había prometido que no iba a coquetear, para ella era un acto reflejo. No podía evitarlo.
—Hola, soy Jewel —dijo arrastrando las palabras en un tono sexy que hizo que me entrasen ganas de darle una bofetada.
—Encantado de conocerte, Jewel —replicó él, dándole la mano y… ¿apretándola un poco?
—Soy Sawyer. Un viejo amigo de Lana.
No me pasó por alto el hecho de que había dejado que se presentaran ellos mismos. Me sentía incapaz de soltar palabra; temía que se me escapara un rugido furioso. En ese momento, odiaba a Jewel. Iba a pasar el verano con un chico que se suponía que era su novio, pero estaba usando sus encantos con Sawyer. ¿Para qué? ¿Un rollo de una noche? Si se atrevía, era capaz de matarla.
—¿Lana? —la voz de Sawyer me sacó de mis pensamientos violentos y parpadeé varias veces para aclararme las ideas.
—Ah, sí, lo siento —respondí.
—Está agotada del viaje —explicó Jewel para protegerme. Seguro que se había dado cuenta de lo que pasaba.
—Te he preguntado si quieres que te lleve a casa de Ashton después de cenar y así Jewel puede irse.
Oh, se estaba ofreciendo a llevarme. Jewel no estaría. Sí, por favor.
—Sería fantástico. Gracias —me las arreglé para que no se notara mi entusiasmo.
Se le formó una sonrisa satisfecha en los labios y sentí el impulso de alargar la mano y acariciarlos, para ver si eran tan suaves como parecían. Qué raro.
Sawyer nos condujo al reservado donde estaban los otros dos chicos esperándonos, sonrientes. Se les notaba la sorpresa y la curiosidad en los ojos.
—Chicos, ésta es Lana, la prima de Ash, y su amiga Jewel. Estaban esperando mesa y me ofrecí a compartir la nuestra —explicó Sawyer y después se volvió para mirarnos—. El de la izquierda es Ethan y el de la derecha Jake.
Ethan tenía una bonita sonrisa y el pelo corto y oscuro. Llevaba el pelo lo suficientemente largo para que se le hiciese un pequeño bucle en la frente. Sus ojos oscuros parecían cálidos y divertidos. Me gustó al instante. Tenía que escoger un lado del reservado y él parecía el menos amenazador de los dos. Miré de reojo a Jake y vi que estaba absorto en el estómago desnudo de Jewel. Los rizos rubios que se escapaban de su gorra de béisbol eran monos, pero el destello claramente sexual de su mirada resultaba un poco inquietante.
—Jewel —dijo Sawyer, indicándole que se sentara al lado de Jake. Yo me moví para sentarme junto a Ethan. Me sentía extremadamente agradecida de no tener que sentarme junto a Jake.
En ese momento vi que Sawyer se deslizaba junto a Jewel y el estómago me dio un vuelco. Tenía que escoger un sitio y sin pensarlo ni un segundo había elegido a Jewel. Su oferta de llevarme a casa de Ashton ya no parecía tan importante. Lo había hecho para mostrarse considerado, porque era su forma de ser. No porque se sintiera atraído por mí o ni siquiera remotamente interesado. Era un idiota.
—No sabía que Ash tuviese una prima —dijo Ethan. Aparté la vista de Sawyer mientras él se acercaba a Jewel y me concentré en el chico que tenía al lado. Al menos no parecía molesto por tener que quedarse conmigo en vez de con mi amiga.
—Mmm, sí, soy la única. Vivo en Georgia y sólo bajo a visitarla una vez al año como mucho.
La sonrisa de Ethan le servía para exhibir sus perfectos dientes blancos. Me gustan los chicos con buena dentadura. Y Ethan no era nada feo. Sus ojos oscuros estaban enmarcados por unas pestañas muy largas.
—¿Te quedarás mucho tiempo?
—Todo el verano —respondí. La sonrisa de Ethan parecía aprobadora, y asintió con la cabeza.
—Bien —dijo, y levantó la vista para mirar a la camarera que acababa de llegar.
—¿Qué os puedo ofrecer de bebida? —preguntó ésta, poniéndose un mechón de pelo detrás de la oreja y ofreciendo una sonrisa forzada que no se reflejó en sus ojos.
—Una cola —anunció Ethan, y echando un vistazo a mi vaso casi vacío añadió—: Que sean dos.
Pidió por mí. Eso me gustaba. Ningún chico lo había hecho antes. Me hacía sentir especial.
—Para mí un cubata —dijo Jewel, como si se fuese a salir con la suya. La miré furiosa y me guiñó el ojo.
—Carnet —respondió la camarera, y esta vez fui yo quien le hizo una mueca a Jewel, que cambió su expresión altanera por otra irritada.
—No lo llevo encima —contestó, molesta.
—Seguro que no —masculló la camarera.
—¿Estás insinuando que no parece que tenga veintiuno? —preguntó Jewel como si estuviese perpleja ante la posibilidad de que alguien lo pusiera en duda.
—Sí, eso es lo que estoy insinuando —contestó la camarera en tono socarrón.
Jewel abrió la boca para discutírselo y comprendí que iba a tener que interponerme antes de que nos echaran.
—Tráele una cola light, por favor —interrumpí con una sonrisa de disculpa. A continuación, le lancé una mirada de advertencia a Jewel.
Ella gruñó indignada y se cruzó de brazos, haciendo pucheros. Por suerte no tenía mucho escote, así que Sawyer no le miró los pequeños pechos cuando se levantaron a causa de esa ridícula postura.
Todos habían pedido sus bebidas. Sawyer se inclinó para susurrarle algo a Jewel, que se echó a reír, y decidí que tenía que concentrarme en el menú para superar la situación. No sé por qué había esperado que ocurriese algo diferente.
—Lo has llevado bien —susurró Ethan, abriendo el menú a mi lado. Le dediqué una mirada rápida y una sonrisa.
—Gracias. Ocurre a menudo.
Él también sonrió, y examinó el menú. Yo hice lo mismo.