Capítulo diecinueve

Sawyer

Mientras aporreaba la puerta de la caravana de Beau, le maldije mentalmente. Había deseado tanto a Ashton que me la había arrebatado y ¿para qué? La había perdido a los siete meses. ¿Cómo se podía ser tan idiota?

—¿Qué narices quieres, Sawyer? —resopló Beau al abrir la puerta, fulminándome con la mirada, como si tuviese motivos para enfadarse.

Lo aparté de un empujón y solté su móvil sobre la vieja mesita de café, donde una vez estuvimos jugando a las cartas hasta las dos de la madrugada esperando a que su madre volviese del trabajo.

—Más vale que tengas una buena excusa, Saw —rugió él, cerrando de un portazo.

—Ash tenía tu teléfono —respondí.

Beau miró el móvil y después a mí.

—¿Y?

Su falta de preocupación fue la primera indicación de que nos habíamos topado con un malentendido.

—Recibiste un mensaje… de una chica —proseguí y esperé a ver su expresión de nerviosismo, o de culpa, o de algo parecido.

Seguía dando la impresión de estar confundido. La inocencia que había en su expresión me dijo todo lo que tenía que saber. Beau no había engañado a Ash. Qué alivio. Quizá no era demasiado tarde para que Lana y yo fuésemos a Nueva Orleans.

Cogí el teléfono y se lo di.

—Lee el mensaje de Sugar.

Entonces, como si se le hubiera encendido la bombilla, a Beau se le abrieron los ojos de par en par, y la incredulidad sustituyó a mi sensación de alivio.

—¿Sugar me ha enviado un mensaje? ¿Y Ash lo ha leído?

—Sí, imbécil de mierda. ¿Aún no te has dado cuenta de que al final siempre te acaban pillando? Joder, Beau, ¿cómo has podido hacerlo? Ash te quiere. Está hecha polvo. La encontré esta mañana llorando a mares delante de mi casa.

Él se puso pálido y cogió unos vaqueros, se los embutió y corrió hacia la puerta. Yo le seguí.

—¿Qué coño haces?

—¿Dónde está, Saw? ¿Dónde está Ash? —gritó mientras corría hacia su furgoneta.

—No te voy a decir dónde está. La has destrozado, Beau.

Mi hermano se detuvo y retrocedió a grandes pasos, con una mueca furiosa en la cara.

—Sugar es mi tía, joder. La hermana pequeña de mi madre. Ahora dime dónde está mi chica antes de que te parta la cara —su voz había pasado de destilar amenaza a convertirse en un aullido.

—¿Desde cuándo tienes una tía que se llama Sugar? ¡La hermana pequeña de tu madre se llama Janet! —grité yo. No estaba seguro de en qué estaba pensado Beau. Éramos familia, conocía perfectamente su árbol genealógico.

—Sí, bueno, mi madre se llama Paula, pero la llaman Honey, ¿verdad?

—¿Janet se hace llamar Sugar? —pregunté aliviado.

—¡Sí! Ahora dime dónde coño está mi chica.

Estaba casi seguro de que acabábamos de despertar a todo el aparcamiento de caravanas.

—Está en su casa. Ve —respondí, y Beau se volvió y fue corriendo a su furgoneta. La arrancó con un rugido y desapareció por el camino a toda velocidad. Esperaba que no atropellase a nadie en el camino, porque apostaría a que no iba a detenerse si lo hacía.

Sentándome en los escalones, me saqué el móvil del bolsillo y envié un mensaje a Ash.

Yo:

No es lo que parece. Beau está de camino. Dile a Lana que se prepare, voy a buscarla.

Ashton:

Oh, no. ¡La que he liado! Lo siento mucho.

Yo:

No pasa nada. Lo hemos aclarado bastante rápido. Vigila a Beau. Ha salido corriendo como si hubiese un incendio.

Ashton:

Vale.

Decidí no enviarle un mensaje a Lana. Tenía el presentimiento de que el último que le había mandado me había puesto en un aprieto. Con las prisas por encontrar a Beau y calmar a Ashton no había explicado bien las cosas. Lo mejor sería esperar y contárselo todo en persona.

Beau me estaba esperando frente a la puerta de la casa de Ash. Su expresión seria me sorprendió.

—¿Todo bien? —pregunté mientras subía las escaleras.

—Eso depende de ti —respondió mi hermano.

—¿Qué?

—Ash está enfadada, pero no conmigo. Está enfadada consigo misma. Cuando pensó que yo la había engañado, su primera reacción fue acudir a ti. Siempre hemos sido nosotros tres. No se le pasó por la cabeza buscar a nadie más. Dio por hecho que tú sabrías cómo solucionarlo. Siempre enmendabas todos nuestros enredos. Te aviso de que si se te ocurre echarle la culpa, levantarle la voz o siquiera mirarla mal cuando entres y escuches lo que tiene que decir, acabaré contigo. Estaba desesperada, actuó por instinto. No tiene la culpa de lo que pueda pasar.

—¿De qué demonio estás hablando? —pregunté, empezando a sentirme angustiado mientras le empujaba a un lado y entraba en la casa. Ashton estaba de pie en la cocina, mordisqueándose el labio. Tenía los ojos rojos e hinchados.

—¿Qué os pasa? —pregunté, confundido—. He venido a ver a Lana. Si tenéis algún problema, no me metáis. Arregláoslas vosotros.

—Oh, no. Oh, no. Oh, no —empezó a musitar Ashton. Levantó la cabeza para lanzarle una mirada de preocupación a Beau.

—Dásela, Ash —le aconsejó él con delicadeza.

—¿Qué me tiene que dar? —exigí. Entonces mi mirada recayó en el trozo de papel que tenía en la mano.

Se lo arrebaté. Un montón de palabras, escritas con una caligrafía perfecta, ocupaban la página; parecía una carta. La recorrí con la mirada hasta que mis ojos encontraron la firma de Lana, al final, y mi corazón dejó de latir. No, no, no, no, no, no. Por favor, no. Rogué en silencio mientras empezaba a leer.

Ashton:

Deja que empiece dándote las gracias. Necesitaba escapar de la locura que es mi vida este verano. Tú me has ayudado a que eso fuera posible. Tenía que hablar de todo lo de mi padre y de cómo me sentía, y tú has estado a mi lado. Nunca he tenido a nadie que me apoyase. Saber que le importo a alguien tiene más valor para mí de lo que puedes imaginar.

Pero cometí el error de abrir mi corazón a alguien que está claro que nunca sentirá lo mismo que yo. Sabía que Sawyer te quería, lo he sabido desde que éramos niños. Creí que conseguir su atención durante un breve periodo de tiempo bastaría para que te olvidase. No bastó.

He crecido con dos padres que nunca me han tenido en cuenta a la hora de tomar sus decisiones. Mis sentimientos no les preocupaban y quizá sea por mi culpa, porque yo no elevaba la voz. Empujaba la pena y el dolor dentro de mí. Quería ser fuerte porque sabía que ellos eran débiles. Estoy cansada de ser fuerte. Estoy cansada de ser el segundo plato. Necesito a alguien que me quiera.

Quedarme en Grove ya no es una opción. Me permití hacerme ilusiones. Me han herido demasiadas veces. No puedo permanecer cerca de… alguien que acabará por destruirme.

Por favor, da las gracias a tus padres de mi parte. Siento no haberme despedido en persona, pero creo que comprendes por qué tenía que irme. Tú has tenido al chico Vincent perfecto desde el principio. Esta vez aprende a valorarlo. Espero llegar a inspirar en alguien el amor que él siente por ti. Él lo dejaría todo por ti. Cuando tienes a alguien tan especial, tan increíble, que te ama, no puedes dejarlo escapar. Tienes una segunda oportunidad para apreciar lo que has podido disfrutar toda tu vida. Sawyer siempre ha sido el chico Vincent por el que vale la pena luchar. Sawyer es el Vincent más especial.

Con amor,

Lana

—¿No dice adónde ha ido? ¿Se ha marchado a casa? ¿Cómo ha llegado? —Estaba a punto de vomitar. Las lágrimas me ardían en los ojos y tuve que tragarme el nudo que tenía en la garganta. No podía perder tiempo echándome a llorar como un puñetero bebé. Tenía que encontrar a Lana inmediatamente.

Doblé el papel con cuidado, me lo metí en el bolsillo y saqué el teléfono. La llamada pasó directamente a su buzón de voz. Mierda.

—¿Has intentado llamarla? ¿Has llamado a su madre? —pregunté a Ashton, volviendo a probar su número.

—No le levantes la voz —dijo Beau—. Sé que estás preocupado, pero acuérdate de lo que te he dicho antes. Y que quede claro, tampoco eres tan especial.

Me importaban una mierda las advertencias de Beau. Tenía que encontrar a Lana.

—No estoy levantando la voz. ¡Tengo que encontrar a Lana! —rugí, fulminándole con la mirada al tiempo que daba un puñetazo a la chimenea de ladrillo. El dolor no bastó para calmar la agonía de mi pecho.

—Sawyer, ¡basta! Estás sangrando… Beau, haz algo. —La voz preocupada de Ashton parecía venir de muy lejos.

—¿Dónde está? —bramé, golpeando la pared con el puño, intentando reprimir las lágrimas que me empañaban la vista. Tenía que encontrarla. Me necesitaba. Me necesitaba.

Presionando las palmas de las manos contra la pared, dejé caer la cabeza hacia delante y permití que fluyera el llanto. La había perdido. No podía perderla. Había estado tan herida, y yo ni siquiera lo sabía. Quería encontrar al imbécil de su padre y zurrarle hasta que el dolor que sentía se calmase. ¿Cómo habían podido ignorarla? ¿Cómo era posible que alguien la ignorase?

—Sawyer, la encontraremos —dijo Ashton mientras se le escapaba un sollozo entrecortado—. Beau, está llorando. No puedo soportarlo. Haz algo.

—¿Por qué no nos dejas un minuto, Ash? —respondió él.

Oí que le susurraba algo al oído y le daba un beso antes de que sus pasos se alejasen por el pasillo.

—Tío, tienes que calmarte de una puta vez. Se te está yendo la olla y todo esto no servirá para nada. Además, Ash está llorando.

No tenía derecho a decirme cómo debía lidiar con este asunto. Había perdido a Lana por intentar ayudarle. Me aparté de la pared y me alejé mientras secaba la prueba de mi colapso.

—Mira, hermano, lo pillo. La quieres. Sé perfectamente lo que se siente. Pero llorar no te va a ayudar. Tenemos que encontrarla. ¿Crees que puedes cerrar el grifo y ayudarme a encontrar cómo arreglarlo?

Me quedé inmóvil y dejé caer las manos a los lados. ¿Qué acababa de decir?

Me volví, mirándolo fijamente.

—¿Acabas de decir que la quiero?

Beau puso los ojos en blanco y se cruzó de brazos, apoyándose en el marco de la puerta.

—¿En serio, Saw? ¿Aún no te has dado cuenta? —sacudió la cabeza con incredulidad, como si yo fuese el imbécil más grande del planeta—. Deja que te pregunte una cosa. Cuando perdiste a Ash… ¿lloraste? Sé que nos zurramos y que gritaste mucho. Pero ¿lloraste?

—No.

Beau asintió.

—¿Y tuviste ganas de hacerlo? ¿O sólo estabas cabreado?

Pensé en los días que siguieron a la ruptura. No recuerdo haber contenido las lágrimas. Ni una sola vez.

—No.

—Eso pensaba. Porque aunque querías a Ash, ella no era la única para ti. Cuando te enamoras de la chica que se adueña de tu alma, ella es la única con el poder de hacerte llorar.