Capítulo uno

Seis meses después

Sawyer

Sabía que no debería haber venido, pero no podía seguir evitando las fiestas del prado. Tenía que empezar a comportarme como si no me molestara que Beau y Ashton estuviesen juntos.

—Aquí tienes, tío. —Ethan me puso en la mano un vaso rojo de plástico, lleno hasta arriba de cerveza. Me dispuse a devolvérselo con una mueca—. Bébetelo. Hasta yo lo necesito, después de veros a los tres.

Le agradecía que hubiese hablado lo bastante bajo como para que nadie más le oyese. Sentía sobre mí las miradas furtivas de todo el mundo. Esperaban ver cuál sería mi reacción. Habían pasado seis meses desde que Ash me dejó por mi hermano. Ahora me resultaba más fácil verlos juntos, pero normalmente prefería mantener las distancias. Ésta era la primera vez que había tenido que presenciar al salido de Beau besándole el cuello, la mano, la cabeza y cualquier parte a la que tuviesen acceso sus labios mientras charlaba con los demás y Ashton permanecía acurrucada entre sus piernas.

Ethan tenía razón; necesitaba una copa. Me puse el vaso en los labios, eché la cabeza atrás y tomé un buen trago. Cualquier cosa con tal de distraerme de la sesión de besuqueos que tenía en frente.

—No puedo creer que no vayáis a la misma universidad. Estaba convencido de que os harían un contrato de dos por uno. —Toby Horn casi parecía decepcionado de que hubiese decidido matricularme en la Universidad de Florida en lugar de la de Alabama. Beau y yo habíamos planeado jugar con el equipo de fútbol de Alabama desde los cinco años. Pero cuando Florida me ofreció una beca completa, la acepté. Necesitaba poner distancia. Ashton iría a la Universidad de Alabama con Beau, y yo me sentía simplemente incapaz de estar allí con ellos.

—Florida le hizo una oferta fantástica. No puedes culparle por aceptarla —explicó Beau.

Mi hermano lo comprendía. Nunca lo mencionaba, pero sabía por qué había escogido Florida. Beau había tenido cuidado durante mucho tiempo de no pasear delante de mis narices su relación con Ashton, pero desde la graduación se había relajado. Últimamente, cada vez que los veía, ella estaba entre sus brazos y él la miraba con esa ridícula expresión de adoración que siempre había reservado para Ash.

—Alabama no podría con dos Vincent. Tenemos que repartirnos un poco —respondí fijando la vista en Toby antes de tomar otro trago de cerveza.

—Pero será extraño no tenerte aquí —dijo Ash. Mierda. ¿Por qué tenía que hablar? ¿No podía quedarse ahí sentada en silencio y dejar que Beau le metiese mano? Oír la voz de Ashton me obligó a levantar los ojos para devolverle la mirada.

La curva triste que formaban sus labios hizo que despertara en mí esa vieja opresión en el pecho. Ashton era la única capaz de hacerme sentir así.

—Sobreviviréis. Además, vosotros dos no os separáis lo suficiente como para fijaros en nada más. —Acababa de sonar como un imbécil. Ashton se encogió ante mi comentario sarcástico: otro punto negativo para mí.

—Ten cuidado, Sawyer. —La amenaza era evidente en el tono de voz de Beau. El grupo se quedó en silencio. La atención de todos se concentraba en nosotros dos. La furia que iluminaba la mirada de Beau sólo sirvió para que me cabreara aún más. ¿Qué derecho tenía a enfadarse? Había conseguido a la chica.

—¿Por qué no te tranquilizas? Sólo contestaba a su comentario. ¿Qué pasa? ¿No tengo permiso para hablar con ella?

Beau asió la cintura de Ashton y la apartó de él mientras se levantaba.

—¿Tienes algún problema, Sawyer?

Ashton se puso de pie con dificultad, rodeó a Beau entre sus brazos y empezó a suplicarle que no me hiciese caso, asegurándole que mi comentario no tenía mala intención, aunque ambos sabíamos que sí la tenía. Los ojos de Beau no se apartaron de los míos mientras alargaba el brazo para zafarse de Ashton.

Dejé el vaso en la plataforma trasera de mi furgoneta y di un paso hacia él. Necesitaba esta pelea. Contener mi agresividad era tan difícil, algunas veces. Pero Ashton no lo iba a permitir. Se apoyó en los hombros de Beau y se le subió encima, rodeándole la cintura con las piernas. Si verla en sus brazos no me cabrease tanto, me hubiese reído de su determinación para evitar que nos peleásemos. Se las había visto con nosotros desde que éramos niños, y sabía exactamente qué hacer para impedir que llegásemos a las manos. Lanzarse de lleno sobre la línea de fuego era la única forma.

A Beau se le iluminaron lo ojos, y con una expresión divertida sustituyó la mueca de enfado por una sonrisa satisfecha, mientras su mirada pasaba de mí a Ashton.

—¿Qué haces, princesa? —preguntó arrastrando las palabras. Utilizaba ese truco con las chicas desde la pubertad.

—¡Buen truco para distraerlo, Ash! —chilló Kayla Jenkins desde el regazo de Toby. Siguieron más silbidos y piropos. Beau le sonreía como si fuese la persona más fascinante del mundo entero. Ya no podía más. Tenía que irme de allí.

—Vamos a comer algo… Estoy muerto de hambre. Conduce tú —sugirió Ethan, y Jake North se mostró de acuerdo. Ethan se montó en mi furgoneta y yo, sin mirar a Beau y a Ash, di la vuelta al coche y subí. Si mi hermano se la llevaba a rastras hasta su coche, iba a perder la cabeza. Marcharse era una buena idea.

Lana

Jewel coqueteaba descaradamente con el barman. Sabía lo que planeaba y estaba segura de que él también. La brillante estrategia de enseñar el escote y ponerle ojitos mientras reía no era precisamente el plan más original jamás urdido. No podía comprender por qué no se conformaba con beberse su refresco mientras esperábamos mesa. El viaje de diez horas por carretera junto a ella (desde nuestra ciudad, Alpharetta, Georgia, hasta el sur de Alabama) satisfacía de sobras la cuota de tiempo que debía pasar con mi vecina y amiga de la infancia. Al crecer, Jewel y yo nos habíamos convertido en dos personas completamente distintas, pero el vínculo de cuando éramos pequeñas evitó que nos distanciásemos. Sin embargo, a Jewel sólo se la podía aguantar en pequeñas dosis.

—Venga, Lana. Deja que eche un vistazo a esos fantásticos pechos que por fin has decidido compartir con el mundo —susurró con la mirada fija en el muchacho, que preparaba la consumición de otro cliente. Yo ya tenía bastante con mi refresco. Si Jewel quería hacer el ridículo con la esperanza de conseguir un cóctel gratis, perfecto, pero yo no pensaba apuntarme. Lo último que necesitaba era que me pillaran con una bebida alcohólica a sólo media hora de distancia de casa de mis tíos. Si mi tío descubría que había estado bebiendo alcohol no iba a dejar que pasara el verano con él y su familia.

—Eres una aguafiestas, Lana —gimoteó Jewel, y lanzó una mirada furiosa a mi bebida como si fuese la culpable.

Llegadas a este punto, ya no me importaba que se enfadase. Lo único que quería era cenar e ir a casa de mis tíos. Ver las luces traseras del coche de Jewel alejándose por la carretera iba a ser más que agradable.

—No te entiendo, Lana. Te pones guapa y por fin te decides a presumir de lo que tu madre te ha dado… Vale, tu madre no te lo ha dado, porque está claro que no es precisamente atractiva; ¿digamos lo que la fortuna te ha dado? Y, ¿para qué? ¡Para nada! Te compras vestidos nuevos, sexys y bonitos y te cambias el peinado para lucir esa melena tuya, pero nunca coqueteas. Es como si lo hubieses hecho sólo para ti misma, ¡menuda estupidez! Ahora los chicos se fijan en ti, Lana. Se dan la vuelta para mirarte, pero tú les ignoras.

Ésta era una diatriba bastante habitual. Le volvía loca que no me echase en brazos del primer chico que se dignase a mirarme. Pero no iba a explicarle la razón. En manos de Jewel sería información peligrosa. Encontraría la forma de echarlo todo a perder. No lo haría a propósito, claro, pero lo haría. Esa boca enorme que tenía siempre acababa trayendo problemas.

—Ya te he dicho que no estoy interesada en salir con nadie. Acabamos de graduarnos. Quiero aprovechar el verano y prepararme para la universidad en otoño, disfrutar de tener lejos a la loca de mi madre y simplemente… relajarme.

Jewel soltó un resoplido e inclinó la cabeza para mordisquear la pajita mientras sus ojos perseguían al pobre barman que, a esas alturas, debía de estar impaciente por que nos sentaran a una mesa.

—También podrías venir conmigo. Pasar de tu prima y estarte todo el verano de fiesta en la playa. A Corey le encantaría que vinieses. Su padrastro tiene un apartamento con tres dormitorios y unas vistas increíbles al océano.

Pasar el verano con una Jewel borracha y sus amigos no me parecía muy tentador. Tenía mis propios planes y, por el momento, todo estaba saliendo bien. Pero el próximo paso me ponía de los nervios. Era crucial.

El primer paso fue teñirme el cabello de mi pelirrojo original a un cobrizo oscuro, y peinármelo con gracia en lugar de recogérmelo en una trenza o una coleta cualquiera. El tono de pelo más intenso hacía que mi pálida piel pareciese casi delicada. El siguiente paso fue limpiar mi armario: metí en una bolsa toda la ropa que tenía y la regalé. Mi madre se escandalizó, pero cuando vio el estilo de ropa con el que pensaba reemplazarla, decidió apoyarme. A diferencia de otras madres, a la mía le gustaba verme en pantalones cortos de los que dejan a la vista casi toda la pierna y con tops ceñidos que resaltaban mi generoso pecho.

Jewel quiso enseñarme a pintarme, pero rehusé su oferta amablemente y fui a la sección de maquillaje de los grandes almacenes para que me instruyesen profesionales. Aunque nunca me había gustado el maquillaje, tuve que admitir que el efecto que conseguía en mis ojos era sorprendente. Después de que me pintasen, cerré la puerta de mi habitación y estuve contemplándome a mí misma durante horas, fascinada.

Convencer a mi madre de que me dejase pasar el verano en casa de mis tíos había sido un poco más difícil. Mi prima Ashton había sido de gran ayuda. Habló con su madre quien, a su vez, habló con la mía. Cuando mi tía convenció a mi madre de que Ashton deseaba de verdad que pasara con ella el último verano antes de la universidad, me entusiasmé tanto que por un segundo olvidé el último paso del plan. Ésa era la razón por la que me había vuelto moderadamente atractiva y por la que había suplicado para pasar el verano con mi prima. El objetivo parecía sencillo, pero cuando me ponía a darle vueltas se volvía increíblemente complicado. Conseguir que un chico se enamorase perdidamente de ti no era fácil, y aún menos cuando había estado enamorado de tu prima desde siempre.