Ocho años antes
—Está empezando otra vez, Bill.
—¿Otra vez? Estas cosas empiezan cada vez que nos damos la vuelta.
—Tuve otra visión —expresó Helen, haciendo caso omiso al pastor.
La línea se quedó en silencio por un momento.
—¿Estás caminando otra vez?
—No. Pero estoy orando. Quiero que me acompañes.
—¿Cuál fue la visión?
—No estoy segura —contestó ella después de una pausa.
—¿Tuviste una visión pero no estás segura de qué fue?
—Algo terrible está sucediendo, y de algún modo el desenlace está en mis manos. En nuestras manos.
—¿En nuestras manos? ¿No puede Dios tratar por sí mismo con esto?
—No te hagas el listo, por favor. Soy demasiado vieja para jueguitos.
—Perdóname —respondió él exhalando una larga respiración—. No estoy seguro de hallarme listo para otra ronda, Helen.
—No creo que esta vez alguien esté listo —declaró ella con un temblor en la voz—. Al que es fiel en lo poco se le dará mucho. Así se siente esto. Y francamente, estoy un poco asustada.
Se hizo silencio en la línea.
—¿De quién se trata ahora? —preguntó finalmente Bill.
—De Tanya —contestó Helen.