Capítulo diez

Martes

Sherry leía casi todas las noches hasta la una o dos de la mañana, dependiendo del libro y del estado de ánimo de ella. Luego mordisqueaba algo en la cocina y se metía a la cama, preparada para soportar la última hora despierta antes de que el sueño le mostrara la obsesionante pesadilla de la noche, la misma que se había presentado cada noche durante los últimos ocho meses. La de la playa.

Pero no esta noche.

La compañera de cuarto de Sherry, Marisa, había llegado a casa a las ocho y oído un montón acerca de la reunión de Sherry con la junta. Después de salir furiosa del hospital, Sherry había deambulado por el parque, tratando de hallarle sentido a este último jalón lanzado a su diente de engranaje. Casi llama a su abuela adoptiva, Helen, pero luego descartó la idea. No había alma viviente más sabia que Helen, pero Sherry no estaba segura de estar preparada para una dosis de sabiduría.

En general, el día había sido un desastre, pero así eran casi todos sus días.

Marisa se había acostado a las diez y exactamente antes Sherry se había acurrucado con una novela. Pero ahí fue donde terminó lo conocido y la situación empezó a ponerse patas arriba.

La habitación yacía tranquila debajo de ella. Eso fue lo primero que se puso patas arriba. No que yaciera tranquila, sino que yaciera debajo de ella. Lo segundo patas arriba fue la figura descansando plácidamente sobre el sillón, con brazos y piernas oscilando sobre los costados como alguien mirando televisión que se hubiera desmayado tras beber muchas cervezas. Pero la figura no era alguien que mira televisión. Era ella. Ella estaba durmiendo en el sillón, el pecho le subía y le bajaba en largas succiones, con la mente perdida para el mundo. Una manta azul le atravesaba la cintura. Sherry no recordaba nada respecto de tener una manta azul.

Lo tercero patas arriba era el reloj. Porque señalaba las once en punto y esa figura allí sobre el sofá, Sherry, en realidad dormía. A las once en punto. Lo cual era imposible.

Entonces otra delicadeza sobresaltó a Sherry: se hallaba flotando por encima de todo, como un ángel a la deriva mirando sobre sí misma, como un ave planeando en lo alto. Como una paloma.

¡Cómo ocho años atrás en el cajón!

Un cálido resplandor le surgió por el estómago ante el pensamiento. Si estaba realmente dormida, y no muerta de un ataque cardíaco, entonces este episodio debía ser alguna clase de sueño vívido. Definitivamente no era una pesadilla, lo cual era otra cosa patas arriba, porque ella no sabía cómo soñar sin tener una pesadilla.

Y sin embargo aquí estaba ella, ¡flotando como una paloma sobre su adormecido cuerpo a las once de la noche!

Patas arriba.

Entonces de repente no se hallaba flotando como una paloma sobre su adormecido cuerpo. Estaba planeando a través de un brillante cielo azul por encima de un interminable bosque como alma que lleva el diablo. No, como un ángel del cielo. Definitivamente más como un ángel.

Viento le corría por los ojos. Ella no oía nada, ni su propia respiración, ni el viento. Entonces se vio por sobre un paraíso selvático. Manadas de loros aleteaban silenciosamente, varios metros abajo.

Guacamayas. Selva. Entonces Sherry supo que se hallaba otra vez en Venezuela, volando sobre la selva tropical. El corazón le palpitó con fuerza y se acercó a los árboles. Recuerdos le fulguraron en la mente. Imágenes en que corría por este bosque, en que nadaba en los ríos y caminaba de la mano de Shannon por la plantación. Una cálida satisfacción le recorrió las venas y sonrió.

Por debajo de Sherry la selva se sometía ante sembradíos y ella se paró en seco. ¡Era la plantación! Reconoció las filas de plantas de café como si aún estuvieran allí, una semana antes de la cosecha, salpicadas de rojo debajo del sol. A la derecha surgía sobre los sembradíos la antigua mansión blanca; mientras ella bajaba en picada hacia la izquierda pudo ver la estación de la misión reposando en el sol de la tarde, tranquila. Ningún espacio mostraba señales de vida.

La escena la hizo temblar, sosteniéndose en el aire como una paloma sobre una cuerda. ¿Qué era esto? ¿El inicio de una pesadilla después de todo? Pero hasta sus pesadillas nunca se habían representado de manera tan vívida.

Entonces una señal de vida titiló en el rincón de su visión y ella giró hacia el cobertizo coronado con el gallo al que Shannon le había disparado. La veleta aún adornaba el edificio metálico, con la cabeza perforada y todo. Pero no era el gallo lo que se había movido sino la puerta que ahora se abría, empujada por un joven que salió un momento al sol.

Sherry se volvió hacia él y de inmediato dio un paso atrás, asombrada. ¡Era Shannon! Un adolescente con cabello rubio largo, una reencarnación del muchacho que ella había perdido en la selva ocho años atrás. El corazón le latió en el pecho y respiró superficialmente, temerosa de molestar la escena abajo. Temiendo que él pudiera verla y girara esos ojos verdes hacia el cielo. Ella no sabía si podía controlar eso sin quebrantarse.

Y entonces de pronto Shannon sí volvió esos ojos verdes hacia el cielo. ¡Le sonrió!

El corazón de ella se detuvo; dejó de respirar. Cualquier cuerpo que tuviera se estremeció en el cielo. Mil voces le chocaron en la mente. Las terminales nerviosas en los dedos de las manos y los pies se le sacudieron alocadamente.

Entonces el bosque se enrolló debajo de ella, como un lienzo preparado para ser metido en el tubo.

Sherry se irguió de golpe en el sillón, con los ojos bien abiertos, la respiración ahora le llegaba en cortos jadeos. Movió súbitamente la cabeza por el cuarto.

La mente le comenzó a conectar puntos dentro de una imagen. Se hallaba otra vez en su apartamento; le chorreaba baba por el borde de la mejilla; Marisa estaba en la cocina; luz del día entraba a chorros por las ventanas; el reloj en la pared mostraba ahora las siete en punto. Esos eran los puntos, ¡y juntos señalaban que acababa de dormir toda la noche!

Y había tenido otra visión. Como aquella que tuviera en el compartimiento ocho años atrás.

Sherry se puso de pie, aún temblando. La cobija azul cayó al suelo. ¿Qué podría significar de todos modos tal visión?

—¿Marisa?

—Buenos días —contestó cortésmente su compañera de habitación desde la cocina.

Sherry entró tambaleándose a la cocina, pasándose la mano por la cabeza como si eso pudiera aclararle los pensamientos.

Marisa se volvió y la analizó con una ceja arqueada.

—¿Estás bien?

Sherry miró por toda la cocina, aún serenándose.

—Dormí toda la noche —declaró tanto para sí misma como para su compañera de cuarto—. Sin ninguna pesadilla.

Marisa tenía las manos metidas en el fregadero.

—Y tuve una visión, creo —continuó Sherry, como si estuviera aún en el sueño.

Ahora Marisa se volvió hacia ella, secándose rápidamente las manos en una toalla.

—¿Una visión? Quieres decir que soñaste algo.

—Quizás, pero era diferente de aquellas en la playa. Fue como el sueño que tuve en el cajón cuando asesinaron a mis padres. Me hallé flotando por sobre todo esto, y viendo cosas que eran reales, en tiempo real. Como el reloj, mostraba las once, y yo estaba durmiendo sobre la silla. ¿Me cubriste con una manta?

—Salí por algo de beber como a las once y te vi dormida. No quise despertarte, así que solo te la puse encima.

—Sí, vi la manta sobre mí.

Ahora el sueño regresó a Sherry a todo color. Recordó al muchacho y sintió que el corazón se le animaba. ¡Shannon! Solo que no pudo haber sido tiempo real, porque él no parecía haber cambiado desde el último día que lo viera.

—Vi a Shannon —expresó, y la voz le tembló levemente.

—Siempre ves a Shannon —comentó su compañera de habitación.

—No. He pensado mucho en él, pero esta es la primera vez que lo veo —aclaró Sherry y se sentó en un banco, la mente le zumbaba—. Y dormí toda la noche… sin ninguna pesadilla. Eso dice algo.

—Bueno, no puedo discutir con eso. Quizás después de todo te hizo bien mantenerte firme ayer delante de Piper.

—No es eso. Aunque creo que simplemente podría concordar con su licencia médica de tres meses… de algún modo no me veo trabajando ahora con ellos.

—Así que insistes en que esta fue una verdadera visión —expuso Marisa volviendo a meter las manos en el lavaplatos—. Como las que se supone que tiene tu abuela.

—No sé. Pero esto no fue solo un sueño.

—Esta vez viste realmente a Shannon —manifestó su compañera arqueando una ceja y secando un plato verde—. Lo viste de veras, ¿eh?

—Él era más joven de lo que sería ahora. Pero lo sentí muy real.

—Nunca viste su cuerpo…

—Eso es lo que estoy diciendo. Lo vi de veras… —No, quiero decir después de que lo mataran. Nunca viste físicamente muerto a Shannon.

—Por favor, ya hemos discutido esto una docena de veces. Él está muerto. Punto. No voy a abrir heridas antiguas.

Ella había dicho lo mismo muchas veces, pero el argumento no se sintió tan fuerte a la luz de su sueño. Él había estado vivo allí, ¿verdad?

—Tú dices eso, pero yo te estoy diciendo que no las has cerrado. ¿Cómo sabes que lo mataron de veras allí, si ni siquiera viste su cuerpo?

—No seas tonta.

Sherry se volvió hacia la ventana, recordando. Fue algún hombre del gobierno quien le informara que la plantación fue asolada, y que mataron a los Richterson. Lucha interna por drogas.

—Todo el mundo sabe que lo asesinaron —concluyó.

—Entonces verifícalo otra vez. Sigue la pista. La noción oficial de la muerte de él. Por años las personas han estado atormentadas por dudas persistentes, y por lo que puedo ver, tú caes en ese grupo. Sigues teniendo sueños acerca de él, ¡por amor de Dios!

tengo el reconocimiento oficial —objetó Sherry.

Ella entrecerró los ojos y trató de pensar de modo razonable. La mismísima idea de que Shannon aún pudiera estar vivo la cortaba como con un cuchillo. Mil horas de terapia lo habían puesto en un rinconcito de la mente de ella… siempre allí, siempre vívido, pero pequeño. Ahora él volvía de pronto a salir a la superficie, y Sherry no podía permitir que una muerte pasada volviera a tomarle la mente. Sería peor que las pesadillas.

Un nudo del tamaño de una roca le presionaba dolorosamente la garganta, y la joven carraspeó.

—No deseo volver allá otra vez.

Pero de repente supo que tendría que volver allá otra vez. Aunque solo por haber vuelto a tener este insensato sueño. Al menos debía verificar de nuevo la muerte de él. Ahora que el asunto se había levantado de la tumba ella tendría que vivir con la obsesión o enterrarla otra vez. Comprenderlo le hizo retumbar como una bocina.

Sherry tragó grueso y se fortaleció contra más sentimentalismos. Dios sabía que ella había pasado cosas peores que esta. Bastante peores.

—¿Cómo puedo verificarlo?

—Llama al gobierno. Parientes vivos.

—La mayor parte de su familia vino de Dinamarca.

—Entonces con parientes vivos en Dinamarca. Su madre era estadounidense, ¿verdad? Podemos hallar una agencia que rastree muertes extranjeras. No puede hacer daño.

Sherry asintió. Ellos simplemente confirmarían la muerte de él.