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Viena, 7 de marzo de 1791

Qué duro oficio es el de director teatral! —exclamó Emmanuel Schikaneder—. Me he visto obligado a redactar un reglamento interno muy severo. En adelante, los indisciplinados y los que se retrasen recibirán una multa que se ingresará en la caja de socorro para actores errantes. ¿No es una hermosa aplicación del principio de solidaridad que predica la francmasonería?

—Este rigor me gusta —reconoció Mozart—, y me dan ganas de colaborar con vos.

Los ojos de Schikaneder se encendieron.

—¿Un proyecto… serio?

—Muy serio.

—¿Tenéis ya un libreto?

—Estoy elaborándolo, y vos me ayudaréis a darle forma si aceptáis seguir mis indicaciones.

—¡Chocadla! —aprobó Schikaneder golpeando con su palma derecha la de Mozart—. Os proporcionaré algunas ideas divertidas que encantarán a nuestro público.

Viena, 8 de marzo de 1791

Wolfgang compuso una aria de bajo[78] destinada a Franz-Xaver Gerl[79]. Luego verificó la próxima publicación por su hermano Arfaría de doce danzas alemanas y doce minuetos, en reducción para piano, antes de dirigirse a casa de Von Born.

Thamos se reunió con ellos.

—No hay policías vigilando —declaró, aliviado.

—¿Por qué Leopoldo II va a hacer que vigilen a un viejo sabio enfermo y desprovisto de influencias?

—Porque el ministro de la Policía no os ve de ese modo, Venerable Maestro. A su entender, seguís siendo la cabeza pensante de una francmasonería secreta cuya mano ejecutora es Mozart. Su temible competencia nos obliga a no bajar nunca la guardia.

Ignaz von Born asintió. Cuando Mozart abordaba una fabulosa aventura, era preciso preservarlo de cualquier peligro.

—Tres personajes estarán en el núcleo del ritual —anunció Wolfgang—. En el vértice del triángulo, el Venerable, al que propongo dar el nombre de Sarastro.

—Una evocación de Zoroastro y, a la vez, del «príncipe del astro», el sol[80] —advirtió Thamos—. Disipará los prejuicios, los chismes y las mentiras que abruman a las logias y preparará, contra la opinión de algunos masones, la iniciación del Hombre y de la Mujer. Esa pareja real le sucederá para hacer que reviva la tradición de los Grandes Misterios.

—Debemos dar nombre a los dos héroes —dijo Von Born a Thamos.

—Él se llamará Tamino, ella Pamina. En ambos casos se utiliza la raíz min. En egipcio jeroglífico, significa «ser estable, duradero», y se refiere a los monumentos sólidamente construidos. A esta pareja le incumbirá edificar el nuevo templo tras la celebración de las bodas sagradas. Min es también el nombre de Osiris resucitado, que se incorpora y abandona el sueño de la muerte. Tamino, «El de Min», y Pamina, «La de Min», deben superar juntos esta prueba. Por lo demás, he invertido los artículos, siendo Ta femenino y Pa, masculino, pues Così fan tutte nos enseña cómo proceder a la conciliación de los contrarios y a la inversión de las luces. Sus nombres muestran que Tamino y Pamina son indisociables. Menes, otro modo de escribir la raíz min, fue a la vez el primer faraón, el unificador de las Dos Tierras y el sabio monarca de Thamos, rey de Egipto. Tamino significa también «mi rey», y Pamina «mi reina»[81]: se trata aquí del único verdadero alto grado de la francmasonería iniciática, la consumación del Arte real.

—Tamino encarna la vía larga de la alquimia, sembrada de pruebas —añadió Von Born—, y Pamina la vía breve. Por ello recibirá directamente la enseñanza de Sarastro, que impetrará las bendiciones divinas sobre la pareja, a la que, terminada su iniciación, se le concederán la felicidad y la consagración de Isis.

—El ritual consistirá en llevar a Tamino y a Pamina el uno hacia el otro —decidió Mozart—. Vivirán pruebas y purificaciones para llegar más allá de su propia existencia y conocer el amor creador del que nace la iniciación.

Viena, 30 de marzo de 1791

Desde hacía una semana, los vieneses visitaban el mausoleo del conde Deym consagrado a la memoria del mariscal Laudon, brillante guerrero que había combatido valerosamente contra los turcos. A cada hora, los envidiosos recibían la sorpresa de escuchar la música fúnebre de Mozart[82], el hábil compositor de danzas y contradanzas.

Sobre un tema de Gerl[83], su futuro Sarastro, Wolfgang concluyó ocho variaciones para piano, tituladas Ein Weib ist das Werrlichste Ding[84], apacibles y recogidas.

—Mientras no se haya restaurado la iniciación femenina —le dijo a Thamos—, este mundo irá del revés.

—Hay que recuperar el aliento de los antiguos misterios y anclar la francmasonería en su tradición original, el pensamiento egipcio. Éste es el envite de La flauta mágica.