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Viena, 10 de diciembre de 1789

Tras haber compuesto doce minuetos[39] y doce danzas alemanas[40] destinadas a los bailes del Reducto, Wolfgang escribió una entusiasta contradanza para orquesta, en el alegre tono de do mayor, para celebrar las victorias del feld-maréchal del imperio, el duque de Sajonia-Coburgo[41]. Gracias a sus vigorosas intervenciones, la amenaza turca se alejaba. Los otomanos comenzaban a comprender que se habían topado con alguien demasiado fuerte y tal vez no conseguirían conquistar Europa.

—El emperador aprecia mucho vuestra última obra —reveló el barón Van Swieten a Mozart.

—¡Sólo soy un modesto guerrero!

—Vuestro apoyo público a la acción de José II se derrama sobre la francmasonería vienesa. Ahora tengo la convicción de que el nuevo ministro de la Policía, el conde de Pergen, era el patrón del servicio secreto que tanto mal ha hecho a las logias, cuya desaparición desea. Dada vuestra actitud, el emperador le recomienda moderación. ¿Acaso la francmasonería no es una indefectible aliada de José II?

Gottfried Van Swieten, jefe de la censura, evitaba muchos problemas a sus hermanos.

Viena, Così fan tutte, segundo acto, escenas de la catorce a la última

—Lorenzo da Ponte está encantado —le dijo Wolfgang a Thamos—. Esta historia de parejas manipuladas, de albaneses disfrazados y de inversiones amorosas le divierte sobremanera. A su entender, al público vienés le complacerá mucho.

—Volvamos a nuestro ritual: he aquí la logia preparada para el matrimonio alquímico. La Venerable Despina ordena que se enciendan las luces y se inicien los trabajos. Compuesto por hermanas y hermanos, el coro se instala en su justo lugar. La abundancia reina en la mesa del banquete.

—Aparecen nuestras dos «nuevas» parejas, decididas a celebrar la obra de la querida Despina, el cruce de los matrimonios.

—Henos aquí llegados al punto crucial de la ópera y de la inversión de las luces —precisó Thamos—. Lo humano va a degustar lo divino, lo divino a iluminar provisionalmente lo humano. Simbolizando el período transitorio en el que las energías se intercambian sin confundirse, ¿las dos falsas parejas comulgarán realmente durante el banquete?

—Aquí se sitúa el brindis —decidió Wolfgang—, la invocación de Fiordiligi, la pureza de la Obra: «Y en tu copa, en la mía, que se ahogue cualquier pensamiento, y que en nuestros corazones no subsista recuerdo alguno del pasado». Siguen a su voz las de Dorabella y Ferrando. Guglielmo, en cambio, espera un brebaje mortal o, más exactamente, transmutador, como la copa de amargura que bebe el postulante durante la iniciación.

—Disfrazado de notario, tras haberlo estado de médico, Despina aporta el contrato nupcial. ¿Lo transitorio y el mundo invertido se convertirán en definitivos?

—No, pues el Venerable guarda el documento. Y entonces se oye el redoble de un tambor que anuncia el regreso de los verdaderos prometidos. Las hermanas, aterradas, suplican a sus futuros esposos albaneses que desaparezcan. No los aman a ellos, sino a los dos héroes que regresan de la guerra. «¿Quién va a salvamos del peligro?», se preguntan, desamparadas.

—«Confiad en mí», recomienda don Alfonso, «todo irá bien».

—Librándose de sus ropas orientales, Guglielmo y Ferrando entran orgullosamente en la sala del banquete y fingen descubrir los preparativos de la boda, especialmente el contrato firmado por las infieles. Sólo un castigo es posible: ¡la muerte!

—Fiordiligi y Dorabella la aceptan y desean, incluso, que la espada ritual les atraviese de inmediato el corazón.

—¡Todo se desvela entonces! Ferrando y Guglielmo reconocen que se han disfrazado para seducir a las dos muchachas, asediando el uno a la prometida del otro y recíprocamente. Despina revela su papel y don Alfonso proporciona la clave de un drama próximo a la tragedia: el engaño ha desengañado a vuestros amantes. En adelante, serán más prudentes y cumplirán mi voluntad.

—Todos juntos —añadió Thamos— cierran los trabajos de la logia, proclamando: «Feliz aquel que se lo toma todo por el lado bueno, y en los reveses de la fortuna y las desventuras se deja guiar por la razón. Lo que suele hacer llorar a otro es, para él, ocasión de risa. Entre los tormentos encontrará la serenidad.»

—Ese «lado bueno» es el de la Divina Proporción. La Maestría sólo se obtiene a condición de invertir las luces, de descubrir la claridad en el corazón de las tinieblas y orientarse hacia el matrimonio alquímico. Yendo a mirar del otro lado, los cuatro miembros que forman las dos parejas han tomado conciencia de su realidad oculta. Antes de esta prueba de terrible rigor, se limitaban a una simple pasión y a una felicidad ordinaria. Tras haber rozado el desastre y atravesado la muerte alquímica dirigidos por el Venerable Alfonso y su homólogo Despina, ambas parejas alcanzan la verdad del auténtico amor, dicho de otro modo, la Gran Obra[42].

—Los metales de Ferrando y los minerales de Guglielmo se han ofrecido al oro puro, unión de Fiordiligi y Dorabella. Describirás así, sin revelarlo, uno de los misterios de la Cámara del Medio. Ojalá nuestros hermanos y hermanas perciban el horizonte que tú les abres.

El 22 de diciembre, cuando Mozart daba el último toque a Così fan tutte, su hermano Anton Stadler estrenaba el Quinteto para clarinete[43] en un concierto de la Sociedad de Músicos al que asistía Thamos. Indisociable de la luz de la ópera, esta obra demostraba el grado de elevación iniciática al que había llegado el Gran Mago. Con su trilogía ritual formada por Las bodas de Fígaro, Don Giovanni y Così fan tutte, Mozart ilustraba de un modo extraordinario el camino que lleva del Aprendizaje a la Maestría, pasando por el Compañerismo.

Pero su capacidad de formulación no se detenía ahí, pues su pensamiento superaba el marco de la francmasonería vienesa. Ahora podía lanzarse hacia otra concepción de la iniciación, hacia la cofradía de los sacerdotes y las sacerdotisas del sol.