[21 de agosto de 1912]

[Dublín]

Mi querida Nora, hoy vi a Lidwell, y después de una hora conseguí de él la carta que te mando. La llevé a Roberts. Roberts dijo que no estaba bien y que debía haber sido dirigida a él. Pedía Lidwell que escribiera a Roberts. Lidwell se negó y dijo que su cliente era yo y no Roberts. Fui a ver a Roberts y se lo dije. Roberts dijo que Lidwell debería escribirle una carta sobre la totalidad del caso diciendo lo que yo podía hacer, pues él no podía poner en peligro la empresa. Yo dije que firmaría un acuerdo para pagarle sesenta libras, el coste de la primera edición, si el libro fuera secuestrado por la Corona. Él dijo que no era necesario y me preguntó si yo podía conseguir dos fianzas por mil libras cada una, dos mil libras en total (cincuenta mil francos), para indemnizar a la empresa por pérdidas después de editar mi libro. Dije que nadie me admiraba tanto como eso y que, en todo caso, nunca podría probarse que las pérdidas de la empresa (de haberlas) eran debidas a mi libro. Entonces dijo que él actuaría según el consejo de su agente y que no publicaría el libro.

Entonces fui a la parte trasera de la oficina y, sentado en la mesa, pensando en el libro que había escrito, el hijo que durante años había llevado en el seno de mi imaginación así como tú llevaste en tu seno los hijos que amas, y en cómo lo había nutrido día tras días con mis pensamientos y mis recuerdos, le escribí la carta que te adjunto. Dijo que la enviaría esta noche a su agente en Londres y me diría algo.

Soy como un hombre que camina en sueños. No sé lo que pasa en Trieste. Stannie no me ha mandado lo que le pedí. Eva y Florrie no tendrían nada que comer si no fuera por mí. Stannie no les ha mandado nada, Charlie tampoco y yo tampoco. No sé dónde terminará mi escritorio, mi mesa, mis manuscritos y mis libros. Tú estás en Galway. No sé cómo regresaremos a Trieste ni qué encontraremos allí. No sé qué hacer con mi diploma ni con mi libro. Mi padre dice que Roberts pondrá nuevas objeciones incluso después de mi carta. La ciudad se empieza a llenar y yo debería olvidarlo todo y estar contigo y llevarte al Horse Show, ¡Pover’a me! [sic]

Estas son mis vacaciones.

Ofrece mis respetos a Mr. Healy. Dile que no tengo un momento para escribirle. Da un beso a Giorgio y a Lucia.

Espero que te gusten los poemas. Hoy hablé con mi tía y le hablé de ti, de cómo te sientas en la ópera con la cinta gris en tu pelo, escuchando la música, y observada por los hombres, y de otras muchas cosas (incluso íntimas) de nosotros.

Te hablé de mi fracaso en las carreras de Galway. Todavía lo lamento.

Espero que llegue el día en que pueda darte la fama de estar a mi lado cuando haya entrado en mi Reino.

Sé feliz, querida, y come y duerme. Ahora puedes dormir. Tu tormento está lejos.

JIM