23 de diciembre de 1909

44 Fontenoy Street, Dublín

Queridísima Nora, cuando recibas ésta ya habrá llegado mi regalo y mi carta, y habrás pasado tus Navidades. Ahora deseo que te prepares para mi llegada. Si no sucede nada especial, saldré de Irlanda con Eileen el sábado 1º de Enero a las nueve y veinte de la noche, a pesar de que no sé cómo o dónde voy a conseguir el dinero. Espero que hayas puesto los carteles en la cocina. Tengo la intención de empapelarla semana a semana con los programas. Creo que se podría estar muy cómodo allí, en la cocina, si consiguieras unos metros de linóleo o incluso una alfombra vieja y cualquier tipo de sillón desvencijado y cómodo, así como un par de cortinas rojas comunes y baratas. ¿Nos es posible conseguir una cama más? Quizás Francini nos vendiera una para pasar el mes. Te envío todos los peniques que pude ahorrar, querida, pero ahora estoy arruinado, pues el regalo que te hice, a ti, pequeña tonta, me costó una terrible cantidad de dinero. Pero no creas que lo siento, cariño. Estoy muy contento de haberte dado algo tan hermoso. Querida, ahora apresura a Stannie para que me ayude a regresar rápidamente con Eileen, y luego empezaremos nuestra vida juntos una vez más. ¡Oh, cuánto disfrutaré el viaje de regreso! Cada estación me acercará a la paz de mi alma. ¡Oh, cómo me sentiré al descubrir el castillo de Miramar entre los árboles, y los largos muelles amarillos de Trieste! ¿Por qué estaré destinado a mirar Trieste con ojos anhelantes tantas veces en mi vida? Querida, cuando regrese deseo que tengas siempre paciencia conmigo. Verás que no soy un mal hombre. Soy un pobre poeta impulsivo, pecador, generoso, egoísta, celoso, insatisfecho y de naturaleza amable; pero no soy una persona mala y falsa. Querida, intenta protegerme de las tormentas del mundo. Te quiero (¿lo crees ahora, querida?) y, oh, estoy tan cansado de todo lo que he hecho aquí, que cuando llegue a Via Scussa creo que me deslizaré hacia la cama, te besaré tiernamente en la frente, me escurriré entre las sábanas y dormiré, dormiré, dormiré.

Querida, estoy contento de que te guste mi fotografía de cuando era niño. Era un niño que parecía feroz, ¿no es así? verdaderamente, cariño, ahora soy un niño tan grande como lo era entonces. Siempre acuden a mi cabeza las cosas más alocadas. Tú conoces el retrato del hombre con su dedo alzado en el Piccolo della Sera que dices que es «Jim haciendo alguna nueva sugestión». Querida, estoy convencido de que en el fondo de tu corazón debes pensar que soy un pobre muchacho. ¿Cómo es que no puedo impresionarte a ti, muchacha orgullosa, pequeña ignorante y coqueta de cálido corazón, como hago a otra gente con mis maravillosas poses? Tú ves a través de mí, tú, pequeña y pícara astuta de ojos azules, y te ríes sabiendo que soy un impostor, y aún me amas.

Cariño, deseo apenas aludir a cierta parte de tu carta. No tengo ningún derecho en absoluto a hacerlo, y reconozco que eres libre de actuar como quieras. No te pediré que te acuerdes de nuestros hijos. Pero recuerda que hace cinco años, en Dublín en aquel verano celestial, nos amamos verdaderamente el uno al otro casi como muchacho y muchacha. Querida, realmente soy una persona triste y, ¡oh!, creo que no podría vivir si sucediera una cosa como la que tú pareces pensar. ¡No, querida, soy demasiado celoso, demasiado orgulloso, demasiado triste, demasiado solitario! Creo que no viviría más. Incluso ahora, al pensarlo, siento mi corazón tan callado y triste que únicamente puedo mirar fijamente las palabras que estoy escribiendo. ¡Qué triste es la vida, de una desilusión a otra!

JIM