15 de diciembre de 1909

44 Fontenoy Street, Dublín.

Cariño, ¡ni una carta! Sólo una corta y dura de Stannie. Por Dios, perdóname alguna de las adicciones pasadas o terminaré en un manicomio. Inténtalo, querida, hasta que tu amante retorne y haga que las cosas vayan mejor. No puedo escribirte más: ¿Para qué se pelea conmigo? Estoy haciendo todo lo que puedo por todos ustedes. Por favor, querida, dale mucho de comer y que esté cómodo. No lo inquietes con las deudas: y, por Dios tampoco a mí me inquietes. Te envío fotografías. Dáselas para que las ponga en la cocina, la grande frente al fuego. Colócalas bien.

¡No hay carta! Ahora estoy seguro que mi niña se ha ofendido con mis sucias palabras. ¿Estás ofendida, duenda, por lo que dije de tus bragas? Eran puros sin sentido, querida. Sé que son tan inmaculados como tu corazón. Estoy seguro que puedo lamerlos completamente: olanes, piernas y trasero. Sólo que en mi puerca manera de pensar me gusta imaginar que están sucios en cierta parte. Todo esto no tiene sentido tampoco, querida, eso de la sodomía contigo. Es solamente el gusto que le descubro al sonido de la palabra, en la idea de una tímida muchacha, bella como Nora, quitándose la ropa de espaldas, y revelando sus dulces calzoncitos blancos de muchacha para excitar al descarado camarada del que ella está orgullosa; y entonces lo deja clavarle su obsceno pito gordo a través de la abertura de sus bragas y para adentro, adentro, adentro, en el querido agujerito, entre las frescas y regordetas nalgas.

¡Querida, ahora he acabado en mi trusa, por lo que definitivamente estoy fuera de juego. No puedo ir a las oficinas generales del correo hasta que tenga tres cartas para enviar.

¡A la cama! ¡A la cama!

Buenas noches, Nora mía.

JIM