3 de diciembre de 1909

44 Fontenoy Street, Dublín

Mi querida muchacha de convento, debe haber alguna estrella demasiado próxima a la tierra, pues aún estoy con la fiebre del deseo animal. Hoy me he detenido a menudo en la calle con una exclamación cuando pensaba en las cartas que te escribí las dos últimas noches. Deben parecer horribles a la fría luz del día. Tal vez su vulgaridad te haya disgustado. Sé que eres de naturaleza mucho más refinada que tu extraordinario amante… Cuando esta mañana encontré tu carta urgente y percibí tu delicadeza con tu indigno Jim, me avergoncé de lo que había escrito. Ahora, a pesar de todo, la noche, secreta noche pecadora, ha vuelto de nuevo al mundo y yo estoy solo otra vez escribiéndote, con tu carta de nuevo doblada encima de la mesa, frente a mí. No me pidas que me acueste, querida, déjame escribirte.

Querida, como sabes, cuando hablo nunca digo frases obscenas. Nunca me habrás oído palabras inadecuadas delante de otros, ¿no es así? Cuando otros cuentan en mi presencia historias obscenas o lujuriosas sonrío apenas. A pesar de eso, parece que tú me conviertes en una bestia. Fuiste tú misma, tú, pícara muchacha desvergonzada, la primera en mostrarme el camino…

¡Dios Todopoderoso, qué clase de lenguaje estoy utilizando con mi orgullosa reina de ojos azules! ¿Rehusará contestar mis ordinarias e insultantes preguntas? Sé que estoy arriesgándome mucho al escribir de este modo, pero si realmente me quiere, sentirá que estoy loco de lujuria y que debo decirlo todo.

Contéstame, amor mío. Incluso si me entero de que tú también has pecado, quizás ello me acercaría aún más a ti. De cualquier manera, te quiero. Te he dicho cosas que mi orgullo no me permitirá decir nunca más a ninguna mujer.

Mi querida Nora, deseo ardientemente, con impaciencia, tener tus respuestas a esas obscenas cartas mías. Te escribo abiertamente porque ahora siento que puedo cumplir mi palabra contigo.

No te enojes, Nora querida, mi florecita silvestre de los setos. Amo tu cuerpo, lo deseo, sueño con él.

Háblenme, labios queridos que he besado lleno de lágrimas. Si las obscenidades que escribí son un insulto para ti, golpea de nuevo mis sentidos con el látigo como lo hiciste antes. ¡Dios se apiade de mí!

Nora, te quiero, y me parece que esto también forma parte de mi amor. ¡Perdóname! ¡Perdóname!

JIM