7 de septiembre de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín
Mi pequeña y silenciosa Nora, han pasado días y días sin una carta tuya, pero tal vez pensaste que ya debería haber partido. Salimos mañana por la noche. Espero que a finales de esta semana, o el domingo ya estaremos juntos.
Ahora, Nora querida, quiero leerte una y otra vez todo lo que he escrito para ti. Parte de ello es feo, obsceno y bestial; parte es puro, sagrado y espiritual: todo eso soy yo mismo. Y creo que ahora tú ves lo que siento hacia ti. Ya no reñirás conmigo nunca más, ¿verdad, querida? Mantendrás siempre vivo mi amor. Esta noche estoy cansado, amor, y me gustaría dormir en tus brazos, sin hacerte nada, sólo dormir, dormir, dormir en tus brazos.
¡Vaya fiesta! No disfruté en absoluto. Mis nervios están en un terrible estado de inquietud. ¿Me cuidarás cuando esté de vuelta contigo?
Espero que tomes diariamente aquel cacao, y aquel cuerpecito tuyo (o mejor, ciertas partes de él) estén llenándose un poco. En este momento estoy riéndome mientras pienso en tus pequeños pechos de muchacha. ¡Eres una persona absurda, Nora! Recuerda que tienes veinticuatro años y que tu hijo mayor tiene cuatro. Maldita sea. Nora, debes intentar vivir según tu reputación y dejar de ser la muchachita curiosa de Galway que eres, y convertirte en una mujer completa, enamorada y feliz.
Y qué tierno se pone aún mi corazón cuando pienso en tus finos hombros y en tus brazos de muchacha. ¡Qué pícara eres!… Desearía que llevaras ropa interior negra. Desearía que estudiaras cómo complacerme, cómo provocar mi deseo. Y lo harás, querida, y pienso que seremos felices.
El viaje de regreso se me hará muy largo. El primer beso que nos demos será glorioso. Querida, no llores cuando me veas. Quiero ver tus ojos hermosos y brillantes. Me pregunto qué será lo primero que me digas.
¡La nostra bella Trieste! A menudo he dicho esto airadamente, pero esta noche creo que es verdad. Anhelo ver las luces centelleando a lo largo de la riva, mientras el tren pasa por Miramar. Después de todo, Nora, es la ciudad que nos ha recibido. Regresé a ella fatigado y sin dinero después de mi locura en Roma, y ahora otra vez tras esta ausencia.
¿Me quieres, verdad? Ahora debes tomarme en tu seno y protegerme, y quizás apiadarte de mis pecados y locuras y conducirme como a un niño.
I would in that sweet bosom he
(O sweet it is and fair it is!)
Where no rude wind might visit me.
Because of sad austerities
I would in that sweet bosom be.
I would be ever in that heart
(O soft I knock and soft entreat her!)
Where only peace might be my part.
Austerities were all the sweeter
So I were ever in that heart.
JIM
[Me gustaría estar en aquel dulce pecho,
(tan dulce y tan claro)
donde ningún rudo viento podría visitarme.
Por culpa de triste severidad,
me gustaría estar en aquel dulce pecho.
Siempre estaría en aquel corazón,
(dulcemente le llamo y dulcemente le ruego)
donde sólo la paz sería mi compañera.
Y aunque más dulce fuera la severidad
Siempre estaría en aquel corazón.]