21 de agosto de 1909

44 Fontenoy Street, Dublín

Querida Nora, creo que estás enamorada de mí, ¿no es así? Imaginarte leyendo mis poesías me encanta (pues te tomó cinco años aprenderlas) Cuando las escribí era un muchacho extraño y solitario, que paseaba solo de noche y pensaba que algún día me amaría una muchacha. Pero nunca pude hablar a las muchachas que solía encontrar en las casas. Enseguida me irritaban sus falsos modales. Entonces llegaste tú. En algún sentido tú eras la muchacha en quien había soñado y para quien había escrito las poesías que ahora encuentras tan encantadoras. Ella era quizás (tal como la veía en mi imaginación una muchacha modelada por la cultura de generaciones anteriores, de una curiosa y grave belleza) la mujer para quien escribí poemas como «Gentle lady» o «Thou leanest to the shell of night». Pero luego descubrí que la belleza de tu alma eclipsaba la de mis poesías. Había en ti algo superior a todo lo que había expresado en ellas. Y por esta razón el libro de poesías es para ti. Contiene el deseo de mi juventud, y tú fuiste querida, la satisfacción de este deseo.

¿He sido cruel contigo? Al menos de una crueldad no soy culpable. No he apagado el cálido e impulsivo amor vivificante de tu rica naturaleza. Querida, observa ahora las profundidades de tu propio corazón y dime que viviendo a mi lado no lo has visto envejecer ni endurecerse. No, tú eres capaz ahora de un sentimiento más delicado y profundo que antes. Pequeña Nora mía, dime que mi compañía fue buena para ti y yo te contaré libremente todo lo que la tuya ha significado para mí.

¿Conoces la perla y el ópalo? Cuando tú llegaste por primera vez en aquellas dulces tardes de verano, mi alma era bella, pero con la pálida belleza desapasionada de la perla. Tu amor me ha traspasado y ahora siente que mi espíritu es algo así como un ópalo, lleno de matices y colores sutiles y extraños, de cálida luz y ágiles sombras; de música interrumpida.

Querida Nora, estoy muy preocupado acerca de cómo voy a reunir el dinero para Eva y para mí y también para ir a Galway a ver a tus padres. Hoy escribí a tu madre, pero realmente no deseo ir. Me hablarán de ti y de esas cosas que ignoro. Me asusta incluso que me muestren una fotografía tuya de pequeña, pues pensaré, «Entonces no la conocía, y tampoco ella a mí. Cuando por la mañana iba tranquilamente a misa a veces miraba largo rato a algún muchacho que pasaba por la calle. A otros, no a mí».

Cariño, quiero pedirte que tengas paciencia conmigo. Tengo absurdos celos del pasado.

Sé feliz hasta que regrese. Nora ingenua. Dile a Stannie que mande dinero con rapidez, para que podamos vernos pronto. ¿Recuerdas el día en que te pregunté, indiferente: «¿Dónde puedo encontrarte esta tarde?», y tu me dijiste sin pensarlo, «¿Dónde puedes encontrarme, dices? Supongo que me encontrarás en la cama».

¡Magari! ¡Magari!

JIM