CUARENTA Y NUEVE

—No lo está.

Adam se vuelve. Frunce el ceño al oírlo.

—¿Qué haces aquí?

—¡Vaya saludo, Kent! Ten cuidado de no mover un músculo para darme las gracias por salvarte el culo.

—Nos has mentido a todos.

—De nada.

—¡Le diste un sedante a mi hermano de diez años!

—De nada.

—Hola, Kenji —lo saludo.

—Te queda bien mi ropa. —Se acerca un poco más, sonríe.

Pongo los ojos en blanco. Adam se fija en mi ropa por primera vez.

—No tenía nada más que ponerme —le explico.

Adam asiente lentamente. Mira a Kenji.

—¿Tienes algún mensaje que darnos?

—Sí. Se supone que tengo que enseñaros dónde os quedaréis.

—¿Qué quieres decir?

Kenji sonríe.

—Tú y James seréis mis nuevos compañeros de habitación.

Adam maldice por lo bajo.

—Lo siento, pero no tenemos habitaciones suficientes para tú y Manos Calientes. —Me guiña un ojo—. Sin ánimo de ofender.

—¿Tengo que irme ya?

—Sí, tío. Quiero irme a dormir pronto. No puedo pasarme todo el día esperando a que muevas el culo.

—¿Que mueva…?

Me apresuro a interrumpir antes de que Adam contraataque.

—¿Qué quieres decir con eso? ¿Qué hora es?

—Son casi las diez de la noche —me dice Kenji—. Es difícil de saber bajo tierra, pero todos tratamos de estar atentos al reloj. Hay pantallas por los pasillos, y la mayoría intentamos llevar reloj. Perder la noción del día y la noche es peligroso. Y ahora no es momento de acomodarse demasiado.

—¿Cómo sabes que Warner no está muerto? —pregunto.

—Acabamos de verlo por una cámara —explica Kenji—. Él y sus hombres están patrullando el área con más ahínco de lo que nos gustaría. Conseguí oír parte de su conversación. Al parecer, lo dispararon.

Trago saliva, intento silenciar los latidos de mi corazón.

—Por eso tuvimos suerte anoche… Ordenaron a los soldados que volvieran a la base porque creyeron que Warner había muerto. Hubo un cambio en el mando que duró muy poco. Nadie sabía qué hacer. Ni qué órdenes seguir. Pero luego resultó que no estaba muerto. Sólo malherido. Llevaba el brazo vendado y en cabestrillo —añade Kenji.

Adam logra hablar antes que yo.

—¿Y cómo de seguro es este lugar ante un ataque?

Kenji se ríe.

Segurísimo. No sé ni cómo han podido llegar tan cerca. Pero nunca encontrarán nuestra ubicación exacta. Y si lo hicieran, nunca conseguirían entrar. Nuestra seguridad es casi impenetrable. Y además tenemos cámaras por todas partes. Podemos ver lo que hacen incluso antes de que lo planeen. Aunque en realidad no importa —prosigue—. Porque vienen buscando guerra y nosotros queremos dársela. No nos da miedo un ataque. Además, no tienen ni idea de lo que somos capaces de hacer. Y llevamos toda la vida preparándonos para esta mierda.

—Y tú… —Me detengo. Me sonrojo—. ¿Puedes…? Quiero decir, ¿tú también tienes un don?

Kenji sonríe. Y desaparece.

Se esfuma de verdad.

Me levanto. Intento tocar el espacio donde estaba.

Reaparece justo a tiempo para saltar y apartarse.

—¡Eh, tú! Ten cuidado… Que sea invisible no significa que no pueda sentir nada.

—¡Vaya! —Me aparto, avergonzada—. Lo siento…

—¿Puedes hacerte invisible?

—Te he sorprendido, ¿no?

—¿Desde cuándo me espías? —Adam entrecierra los ojos.

—Desde que ha hecho falta —dice con una sonrisa pícara.

—¿Y entonces eres… corpóreo? —pregunto.

—¡Mírala como habla usando palabras extravagantes! —Kenji se cruza de brazos. Se apoya contra la pared.

—Bueno… No puedes atravesar paredes y cosas así, ¿no?

Resopla.

—Qué va, no soy un fantasma. Sólo puedo… integrarme, creo que sería la palabra correcta. Puedo integrarme en cualquier fondo y cambiar para adaptarme a mi alrededor. Me ha costado mucho tiempo darme cuenta de ello.

—¡Vaya!

—Normalmente seguía a Adam a su casa. Por eso sabía dónde vivía. Y por eso conseguí escapar, porque no podían verme. Aunque de todos modos intentaron dispararme —añade amargamente—, pero al menos conseguí mantenerme con vida.

—Bueno, pero ¿por qué seguías a Adam hasta su casa? ¿No me buscabas a mí? —le pregunto.

—Sí… Bueno, me alisté poco después de que se enteraran del gran proyecto de Warner. —Me señala con la cabeza—. Habíamos intentado buscarte, pero Warner tenía más autorizaciones y acceso a más información que nosotros… Nos costaba mucho seguirte la pista. Castle pensó que sería más fácil tener a alguien dentro que prestara atención a todas las locuras que planeaba Warner. Así que cuando oí que Adam era el principal implicado en el proyecto y que tenía esta historia contigo le mandé la información a Castle, que me dijo que también vigilara a Adam… Ya sabes, por si resultaba que Adam estaba tan loco como Warner. Quería asegurarse de que no era una amenaza ni para ti ni para nuestros planes. Pero no sabía que pretendíais huir juntos. Me volvisteis loco.

Nos quedamos en silencio un momento.

—¿Y entonces cuánto me has espiado? —le pregunta Adam.

—Bueno, bueno, bueno. —Kenji ladea la cabeza—. ¿El señor Adam se siente un poco intimidado de repente?

—No seas idiota.

—¿Escondes algo?

—Sí, mi pistola.

—¡Venga! —Kenji da una palmada—. Nos vamos ya, ¿o qué?

—Necesito unos pantalones.

Kenji parece molesto.

—¿En serio, Kent? No quiero oír tantas tonterías.

—Bueno, a menos que quieras verme desnudo, te sugiero que hagas algo al respecto.

Kenji le dirige a Adam una mirada obscena y se va, refunfuñando algo sobre dejarle su ropa a todo el mundo. La puerta se cierra tras él.

—En realidad no estoy desnudo —confiesa Adam.

—¡Qué dices! —digo con dificultad. Miro hacia arriba. Mis ojos me traicionan.

No puede reprimir la sonrisa. Me acaricia la mejilla.

—Sólo quería que nos dejara solos un segundo.

Me sonrojo por completo. Busco algo que decir.

—¡Me alegro tanto de que estés bien!

Me dice algo que no oigo.

Me toma la mano. Me lleva a su lado.

Se inclina y me inclino hasta que prácticamente estoy encima de él y me desliza entre sus brazos y me besa con una desesperación diferente, una pasión distinta, una ardiente necesidad. Enreda sus manos en mi pelo, sus labios tan suaves, tan insistentes que siento una explosión de fuego y miel en mi boca. Mi cuerpo suelta chispas, desprende una corriente eléctrica por la columna vertebral que me estremece. Quiero deshacerme en su boca.

Busco su cuerpo.

Adam se aparta un poco. Me besa el labio inferior. Lo muerde un instante. Su piel está a cuarenta grados más que hace un momento. Acaricia mi cuello con los labios mientras mis manos recorren su torso y me pregunto por qué tengo tantos trenes de carga en el corazón y por qué su pecho es como una armónica rota. Sigo la pista del pájaro atrapado para siempre a medio vuelo en su piel y por primera vez me doy cuenta de que me ha dado mis alas. Adam me ha ayudado a volar y ahora estoy atrapada en un movimiento centrípeto, planeando hacia el centro de todo. Acerco sus labios a los míos.

—Juliette —dice. Un suspiro. Un beso. Diez dedos provocando mi piel—. Tengo que verte esta noche.

Sí. Por favor.

Dos golpes nos separan. Kenji abre la puerta de improviso.

—Sois conscientes de que la pared es de cristal, ¿no? —Parece que haya mordido la cabeza de un gusano—. Nadie quiere ver esas cosas.

Le tira unos pantalones a Adam.

Me hace un gesto con la cabeza.

—Venga, te llevaré con Tana y con Randa. Te ayudarán a instalarte esta noche. —Se gira hacia Adam—. No hace falta que me devuelvas estos pantalones nunca.

—¿Qué pasa si no quiero dormir? —pregunta Adam, sin vergüenza—. ¿No puedo salir de la habitación?

Kenji aprieta los labios. Entrecierra los ojos.

—No usaría esa palabra, Kent, pero por favor, no vayas de listo e intentes una escapada nocturna secreta. Las cosas tienen que estar bajo control por un motivo: es la única forma de sobrevivir. Así que haznos un favor a todos y déjate los pantalones puestos. Ya la verás por la mañana.

Pero la mañana está a un millón de años luz de nosotros.