Castle abre la puerta con la llave que tiene en la mano.
—¿Por qué está cerrada el ala médica? —le pregunto.
Se da la vuelta. Por primera vez me doy cuenta de que no es muy alto.
—¿Si hubiese sabido dónde encontrarlo habría esperado con paciencia al otro lado de la puerta?
Bajo la mirada. No contesto. Espero no estar sonrojándome.
Intenta darme ánimos.
—Su curación es un proceso delicado. No puede interrumpirse o ser alterado por emociones inestables. Tenemos mucha suerte de tener dos sanadoras… De hecho, son gemelas. Pero lo más fascinante es que cada una se centra en un aspecto diferente: una en las heridas físicas y la otra en las mentales. Ambos aspectos deben tratarse, ya que si no la curación sería incompleta, débil e insuficiente. —Gira el pomo de la puerta—. Pero creo que no pasa nada si Adam la ve ahora.
Entro y un aroma a jazmín invade mis sentidos casi de forma inmediata. Busco las flores pero no las encuentro. Me pregunto si será un perfume. Es embriagador.
—Me quedaré fuera —comenta Castle.
La habitación está llena de una larga hilera de camas individuales. Hay unas veinte y todas están vacías, excepto la de Adam. Al otro lado de la habitación hay otra puerta que seguramente lleva a otra zona. Pero ahora mismo estoy demasiado nerviosa como para curiosear.
Acerco una silla e intento ser lo más silenciosa posible. No quiero despertarlo, sólo comprobar que está bien. Abro y cierro las manos. Soy muy consciente de que tengo el corazón acelerado. Y sé que probablemente no debería tocarlo, pero no puedo evitarlo. Cubro su mano con la mía. Tiene los dedos calientes.
Pestañea por momento. Pero no abre los ojos. Respira de golpe y me quedo paralizada.
Por poco me derrumbo en llanto.
—¿Qué está haciendo?
Levanto la cabeza ante la voz de pánico de Castle.
Le suelto la mano. Me aparto de la cama, con los ojos abiertos y preocupados.
—¿Qué quiere decir?
—¿Por qué… acaba de…? ¿Puede tocarlo? —No pensaba ver a Castle tan confundido, tan perplejo. Ha perdido el control y tiene el brazo medio extendido en un esfuerzo por detenerme.
—Claro que puedo to… —Me detengo. Intento tranquilizarme—. ¿Kenji no se lo había dicho?
—¿Es es inmune a su tacto? —susurra Castle, asombrado.
—Sí. —Miro alternativamente a Castle y a Adam, que sigue profundamente dormido. Y Warner también.
—Es… asombroso.
—¿Sí?
—Mucho. —Le brillan los ojos, entusiasmado—. Seguro que no es una coincidencia. No hay coincidencias en este tipo de situaciones. —Se detiene. Camina de un lado a otro—. Es fascinante. ¡Caben tantas posibilidades y teorías…! —Ya no me habla a mí. Su cabeza funciona demasiado rápido para seguirlo. Respira profundamente. Parece que se acuerda de que continúo en la habitación—. Lo siento. Por favor, prosiga. Las chicas llegarán pronto. Ahora están con James. Tengo que informar de esto lo antes posible.
—Un momento…
Levanta la cabeza.
—¿Sí?
—¿Tienen teorías? —le pregunto—. ¿Saben por qué me suceden estas cosas… a mí?
—A nosotros, querrá decir. —Castle me corrige y sonríe con amabilidad.
Intento no sonrojarme. Logro asentir.
—Hace años que investigamos —dice—. Y creemos tener una idea bastante acertada sobre ello.
—¿Y? —Me cuesta respirar.
—Si decide quedarse en el Punto Omega, le prometo que hablaremos pronto sobre esto. Además, creo que ahora no es el mejor momento. —Señala a Adam con la cabeza.
—¡Oh! —Noto arder las mejillas—. Claro.
Castle se da la vuelta para irse.
—¿Pero cree que Adam…? —Las palabras salen de mi boca atropelladamente. Intento calmarme—. ¿Cree que él también es… como nosotros?
Castle se da la vuelta. Estudia mis ojos.
—Creo —dice con cautela— que es totalmente posible.
Me cuesta respirar.
—Lo siento —dice— pero tengo que irme. Y no quiero interrumpiros.
Quiero decirle que sí, claro, por supuesto, no pasa nada. Quiero sonreír y agitar las manos y decirle que no hay problema. Pero tengo tantas preguntas que hacer que puede que explote; quiero que me cuente todo lo que sabe.
—Sé que tiene que asimilar mucha información a la vez. —Se detiene frente a la puerta—. Pero tendremos muchas más oportunidades de hablar. Debe estar cansada y estoy seguro de que le gustaría dormir un rato. Las chicas cuidarán de usted… La están esperando. De hecho, serán sus nuevas compañeras de habitación en el Punto Omega. Estoy seguro de que estarán encantadas de responder a las preguntas que les haga. —Posa su mano en mi hombro antes de irse—. Es un honor tenerla entre nosotros, señorita Ferrars. Espero que considere seriamente la posibilidad de unirse a nosotros de forma permanente.
Asiento, paralizada.
Hace años que investigamos —ha dicho—. Creemos tener una idea bastante acertada sobre ello —ha dicho—. Hablaremos sobre esto muy pronto, se lo prometo.
Por primera vez en mi vida tengo oportunidad de entender lo que soy, y me parece imposible. Y Adam. Adam. Sacudo la cabeza y me siento a su lado. Le aprieto los dedos. Castle podría estar equivocado. Quizás todo es pura coincidencia.
Tengo que centrarme.
Me pregunto si alguien sabe algo de Warner.
—¿Juliette?
Adam tiene los ojos entreabiertos. Me mira como si no estuviera seguro de si soy real.
—¡Adam! —Tengo que esforzarme por mantener la calma.
Me sonríe y parece exhausto por el esfuerzo.
—Me alegro mucho de verte.
—Estás bien. —Le cojo la mano, me resisto a rodearlo con los brazos—. Estás muy bien.
Sonríe más.
—Estoy muy cansado. Sería capaz de dormir durante años.
—No te preocupes, dentro de poco el sedante dejará de hacerle efecto.
Me vuelvo. Dos chicas con unos ojos verdes exactamente iguales no están observando. Nos sonríen a la vez. Llevan el pelo largo y castaño, grueso y liso, recogido en una coleta. Llevan un body gris idéntico. Bailarinas doradas.
—Soy Tana —dice la chica de la izquierda.
—Yo soy Randa —añade su hermana.
No soy capaz de distinguirlas.
—Nos alegramos mucho de conocerte —dicen a la vez.
—Yo soy Juliette —consigo decir—. Encantada de conoceros.
—Adam está a punto de recibir el alta —me dice una.
—Tana es una excelente sanadora —dice la otra.
—Randa es mejor que yo —comenta la primera.
—Cuando se le pase el efecto del sedante debería estar listo para marcharse —dicen a la vez, sonriendo.
—¡Vaya! Genial… Muchas gracias. —No sé a quién de las dos mirar. A quién responder. Vuelvo la vista hacia Adam. Parece muy entretenido.
—¿Dónde está James? —pregunta.
—Jugando con los otros niños. —Creo que lo dice Randa.
—Acabamos de acompañarlo al baño —dice la otra.
—¿Queréis verlo? —pregunta Randa.
—¿Hay otros niños? —Tengo los ojos como platos.
Las chicas asienten a la vez.
—Vamos a buscarlo —dicen al unísono. Y desaparecen.
—Parecen agradables —dice Adam al cabo de un momento.
—Sí.
Todo en este lugar parece agradable.
Tana y Randa regresan con James, que parece más contento que nunca, casi más que cuando vio a Adam el primer día. Está encantado de estar aquí. Muy contento por estar con otros niños, con «las chicas guapas que me cuidan porque son amabilísimas y hay tanta comida y me dieron chocolate, Adam… ¿Has probado el chocolate alguna vez?». Tiene una gran cama, mañana va a ir a clase con los otros niños y ya está muy emocionado.
—Me alegro mucho de que te hayas despertado —le dice a Adam, casi pegando brincos en su cama—. Me dijeron que te habías puesto enfermo y que estabas descansando, así que si ahora estás despierto significa que te encuentras mejor, ¿no? ¿Estamos en un lugar seguro? No recuerdo qué pasó en el camino —admite, un poco avergonzado—. Creo que me dormí.
Diría que en estos momentos a Adam le gustaría romperle el cuello a Kenji.
—Sí, estamos a salvo —le confirma Adam, pasándose una mano por el pelo rubio y alborotado—. Todo va bien.
James vuelve corriendo a la sala de juegos con los otros niños. Tana y Randa se inventan una excusa para irse y dejarnos un poco de intimidad. Cada vez me caen mejor.
—¿Ya te ha hablado alguien sobre este sitio? —me pregunta Adam. Consigue sentarse. Su sábana se desliza hacia abajo. Se le ve el pecho. Tiene la piel curada del todo… Me cuesta conciliar la imagen que tengo en la memoria con la que tengo enfrente. Se me olvida responderle.
—No tienes cicatrices. —Te toco la piel como si tuviera la necesidad de comprobarlo por mí misma.
Intenta sonreír.
—Por aquí no son muy tradicionales en cuanto a las prácticas médicas.
Levanto la cabeza.
—¿Lo sabes?
—¿Has conocido a Castle?
Asiento, desconcertada.
Se mueve. Suspira.
—Hace mucho tiempo que oigo rumores sobre este sitio. Me volví un experto en escuchar murmullos, básicamente porque tenía que protegerme. Pero en el ejército oímos cosas. Sobre cualquier tipo de amenaza que se te ocurra. Posibles emboscadas. Desde que me alisté se hablaba de un movimiento clandestino fuera de lo común. La mayoría decía que era una estupidez. Que era una invención para asustar a la gente, que era imposible que fuese verdad. Pero siempre tuve la esperanza de que se basaran en algo real, sobre todo desde que te descubrí… Esperaba poder encontrar a otras personas con habilidades parecidas. Pero no sabía a quién preguntar. No tenía contactos, ni forma alguna de encontrarlos. —Niega con la cabeza—. Y durante todo este tiempo Kenji estaba infiltrado y lo sabía.
—Me dijo que me estaba buscando.
Adam asiente. Se ríe.
—Te buscaba igual que yo. Igual que Warner.
—No lo entiendo —murmuro—. Sobre todo ahora que sé que hay más gente como yo, incluso más fuerte… ¿Por qué Warner me quería a mí?
—Te descubrió antes que Castle —responde Adam—. Sentía que llevaba mucho tiempo buscándote. —Adam se inclina hacia atrás—. Warner puede ser muchas cosas, pero no es estúpido. Estoy seguro de que sabía que había algo de verdad en esos rumores… y se quedó fascinado. Porque de la misma forma que Castle quería usar sus habilidades para hacer el bien, Warner quería manipularlas para conseguir su objetivo. Quería convertirte en una especie de superpoder. —Se detiene—. Invirtió mucho tiempo y energías en estudiarte. No creo que quisiera que todos los esfuerzos fueran en vano.
—Adam —susurro.
Me toma de la mano.
—Dime.
—No creo que esté muerto.