—¿Ahora? —El rubiales está más confundido que yo—. Pero no he terminado de examinarla.
Kenji se encoge de hombros.
—Quiere conocerla.
—¿Quién es Castle? —pregunto.
El rubiales y Kenji me miran. Kenji aparta la vista. El otro no.
Inclina la cabeza.
—¿Kenji no te ha contado nada sobre este sitio?
—No —titubeo insegura, mirando a Kenji, que no me devuelve la mirada—. Nunca dijo nada. Sólo que conocía a alguien, un lugar seguro y que podría ayudarnos…
El rubiales se queda boquiabierto. Se ríe tan fuerte que resopla. Se levanta. Se limpia las gafas con el borde de la camisa.
—Eres un cabrón —le dice—. ¿Por qué no le dijiste nada?
—Nunca hubiese venido si hubiera sabido la verdad.
—¿Cómo lo sabes?
—Casi me mata…
Mis ojos se mueven rápidamente de uno a otro. De pelo rubio a negro y viceversa.
—¿Qué pasa aquí? —pregunto—. Quiero ver a Adam. Quiero ver a James. Y quiero ropa.
—¿Estás desnuda? —De repente Kenji empieza a examinar mis sábanas sin molestarse en ser sutil.
Me sonrojo a pesar de mis esfuerzos, nerviosa, frustrada.
—El rubiales dijo que habían destruido mi ropa.
—¿Rubiales? —El hombre rubio se ha ofendido.
—No me has dicho cómo te llamas.
—Winston. Me llamo Winston. —Ya no sonríe.
—¿No dijiste que tenías un traje para mí?
Frunce el ceño. Mira su reloj.
—No tenemos tiempo de esto ahora. —Suspira—. Dale algo que pueda llevar provisionalmente, ¿vale? —Le habla a Kenji. A Kenji, que me sigue mirando.
—Quiero ver a Adam.
—Adam aún no está preparado para verte. —El rubiales Winston se guarda la pluma en un bolsillo—. Te avisaremos cuando esté listo.
—¿Por qué tengo que confiar en vosotros si no me dejáis verlo? ¿Ni ver a James? No tengo mis cosas más importantes. Quiero salir de esta cama y necesito ponerme algo.
—Ve a buscarlo, Moto. —Winston se reajusta el reloj.
—No soy tu perro, Rubiales —espeta Kenji—. Y te he dicho que no me llames Moto.
Winston se pellizca el puente de la nariz.
—No te preocupes. También le diré a Castle que no está con él ahora por tu culpa.
Kenji murmura una obscenidad en voz baja. Sale airado. Casi cierra de un portazo.
Nos quedamos unos segundos en un silencio tenso.
Respiro profundamente.
—Y qué significa moto.
Winston mira hacia arriba.
—Nada. Sólo es un apodo. Su apellido es Yamamoto. Se pone furioso cuando lo acortamos. Es un tema sensible.
—¿Y por qué lo haces?
Resopla.
—Porque es difícil de cojones de pronunciar.
—¿Es una excusa?
Frunce el ceño.
—¿Qué?
—Tú te has enfadado cuando te he llamado Rubiales en lugar de Winston. ¿Por qué no tiene derecho a enfadarse si tú lo llamas Moto en lugar de Kenji?
Murmura algo parecido a «No es lo mismo».
Me deslizo hacia abajo. Apoyo la cabeza sobre la almohada.
—No seas hipócrita.