Nadie se mueve.
En el rostro de Fletcher se ha grabado un horror permanente mientras se desploma en el suelo. Estoy tan impresionada ante la imposibilidad de todo esto que no sé si estoy soñando o no, no puedo determinar si estoy muriendo o no, no sé si desmayarme es una buena idea o no.
Las extremidades de Fletcher se doblan en ángulos extraños sobre el frío suelo de hormigón. La sangre forma un charco a su alrededor y todos permanecen quietos. Nadie dice ni una sola palabra. Ni una sola mirada de terror.
Me toco los labios continuamente para ver si mis gritos se han escapado.
Warner vuelve a meter la pistola en el bolsillo de su chaqueta.
—Sector 45, pueden retirarse.
Todos los soldados se reclinan sobre una rodilla.
Warner se guarda el dispositivo de amplificación en el traje y tiene que empujarme para moverme del sitio al que estoy pegada. Tropiezo conmigo misma, tengo las piernas débiles y los huesos doloridos. Siento náuseas, delirio, soy incapaz de mantenerme de pie. Sigo intentando hablar, pero las palabras están pegadas a mi lengua. De repente estoy sudando y de repente me congelo y de repente me encuentro tan mal que veo manchas que me nublan la vista.
Warner intenta sacarme por la puerta.
—Tienes que comer más —me dice.
Tengo los ojos muy abiertos, estoy boquiabierta, abro mucho la boca porque noto agujeros por todas partes que me perforan el cuerpo.
Debo tener el corazón sangrando fuera del pecho.
Miro hacia abajo y no entiendo por qué no hay sangre en el vestido, por qué este dolor en mi corazón parece tan real.
—Lo has matado —consigo susurrar—. Lo acabas de matar…
—Muy observadora.
—¿Por qué lo has matado? ¿Por qué decidiste matarlo? ¿Cómo has podido hacer algo así?
—Mantén los ojos abiertos, Juliette. Ahora no es momento de quedarse dormida.
Lo agarro por la camisa. Lo detengo antes de que se meta dentro. Una ráfaga de viento me abofetea la cara y de repente soy capaz de controlar mis sentidos. Lo empujo con fuerza y se golpea la espalda con la puerta.
—Me das asco. —Me quedo mirando fijamente sus fríos ojos cristalinos—. Me das asco…
Me retuerce y me da la vuelta, sujetándome contra la puerta. Me rodea la cara con las manos enguantadas, inmovilizando mi mirada. Con las mismas manos con las que acababa de matar a un hombre.
Estoy atrapada.
Paralizada.
Ligeramente aterrada.
Roza mi mejilla con el pulgar.
—La vida es un lugar sombrío —susurra—. A veces hay que aprender a ser el primero en disparar.
Me sigue a la habitación.
—Seguramente necesitas dormir —observa. Es lo primero que me dice desde que nos hemos ido de la azotea—. Te mandaré comida a la habitación, pero además de eso me aseguraré de que nadie te moleste.
—¿Dónde está Adam? ¿Está a salvo? ¿Está bien de salud? ¿Vas a hacerle daño?
Warner se estremece antes de recuperar la compostura.
—¿Por qué te preocupas por él?
Me he preocupado por Adam desde que estaba en tercero.
—¿No debería estar vigilándome? No está aquí. ¿Eso significa que también lo vas a matar? —Me siento estúpida. Soy valiente porque me siento estúpida. Las palabras salen de mi boca sin paracaídas.
—Sólo mato a la gente si es necesario.
—¡Qué generoso!
—Más que la mayoría.
Me río tristemente, sólo para mí misma.
—Puedes tomarte el resto del día libre. Nuestro trabajo de verdad empezará mañana. Adam te acompañará. —Me sostiene la mirada. Reprime una sonrisa—. Mientras tanto, intenta no matar a nadie.
—Tú y yo —le digo, mientras la ira recorre mis venas—, tú y yo no somos iguales…
—No te lo crees ni tú.
—¿Crees que puedes comparar mi enfermedad con tu locura?
—¿Enfermedad? —Se precipita hacia mí, súbitamente apasionado, y yo lucho por no ceder terreno—. ¿Crees que tienes una enfermedad? —me grita—. ¡Tienes un don! ¡Tienes una habilidad extraordinaria que no quieres comprender! Tu potencial…
—¡No tengo ningún potencial!
—Te equivocas. —Me lanza una mirada asesina. No hay otra manera de describirlo. Podría decir que en este momento me odia. Me odia porque me odio a mí misma.
—Bueno, tú eres el asesino —le digo—. Supongo que tendrás razón.
Su sonrisa está atada con dinamita.
—Vete a dormir.
—Vete a la mierda.
Tuerce la mandíbula. Camina hacia la puerta.
—Estoy en ello.