EL FREnte Cívico-Somos Mayoría es para Anguita el enésimo toque a rebato del pensamiento. Llamada a la libertad.
Cuando digo que «en el FC no solo puede haber gente de izquierdas», estoy intentando superar algo. Yo que soy de izquierdas reconozco que solo con la izquierda no se puede. Es más, aunque cause escándalo, tenemos que quitarle al PP una parte importante de su electorado, arrebatárselo, y arrebatárselo por convicción, por persuasión, por interés patriótico para ellos, pues hay que hablar su propio lenguaje. A veces la izquierda, que ha sido para mí la que ha impulsado el mundo, la que tiene una mayor carga de ética, con excepciones, sin embargo ha llegado un momento en el que se ha creído un poco endiosada, Narciso, y eso también implica su falta, su falta de ideas de esta época.
La izquierda tiene que lanzar ideas para todos, o para la inmensa mayoría, aunque tenga que renunciar a ser la protagonista. Eso es ser de izquierdas, conseguir el fin.
Al principio, en los primeros meses del Frente Cívico, nos preguntaban: «¿Y esto qué es, un proyecto de izquierdas?». Y yo les respondía que no era un proyecto de izquierdas, esto es un proyecto de sentido común, de justicia estricta. A mí no me importa de dónde venga la gente, lo que importa es adónde vamos. Esta es la grandeza, y son muchos los compañeros/as que lo han captado. La derecha está tranquila porque ve lo que hay, pero hay que quitarle a la derecha su base social. Quitársela y volverla contra ella. Y eso no puede ser con el lenguaje que tenemos en la izquierda. Hay que ser persuasivo, hay que poner los datos encima de la mesa.
Por eso decimos que nos dirigimos a la inmensa mayoría, y la inmensa mayoría no es de izquierdas.
—Tú quieres contar con los que están en las barras de los bares, preocupados por lo que ocurre en su entorno, pero hablando solo de fútbol, por ejemplo.
—Es una tarea muy difícil. Como cuando Daniel, en la Biblia, entra en el foso de los leones. Alguien tiene que hacer esa faena. Alguien tiene que tener el valor o la inconsciencia, o el arrebato de locura, de intentar la única posibilidad. En otros momentos de la historia, en las revoluciones, se nos olvida situarlas en su contexto. La Revolución rusa no hubiera sido posible sin la derrota previa del ejército ruso por el ejército alemán.
—«Estudiantes, no estudiéis solo historia: protagonizadla». Hemos visto esa pintada juntos en algún sitio.
—Me gusta esa frase. Yo no he visto gente más libre, ni más fuera de los moldes que los revolucionarios, los que protagonizan la historia. Lenin se mofó de Marx, varias veces, e hizo bien. Marx se cachondeó de él mismo, e hizo bien. Porque la grandeza no está en aplicar un catecismo, sino en la respuesta de una mente ante unos problemas. Fidel Castro no era comunista cuando entra en La Habana, pero hay una realidad, y ve quién le apoya. Era un hombre de izquierdas, con sentido avanzado de la justicia, había leído a Marx, pero no era del Partido Comunista, eso viene después como una necesidad. Entonces, ante un panorama desolador como el que tenemos, por qué no se reflexiona, por qué partimos de arquetipos, de verdades montadas para hacer más cómoda nuestra andadura, para que no nos duela la cabeza.
—El Frente Cívico sería un contrapoder.
—Voy a ser claro: al poder hay que enfrentarle un contrapoder que le gane. Para mí esto es una guerra que no tiene cuartel, no tiene armisticio, y que termina con uno de los contendientes en el campo de batalla. A partir de ahora vendrán las formas, el lenguaje, pero en el fondo es una guerra a muerte. ¿A qué aspira el Frente Cívico? A crecer, ampliarse sobre esa base, y ejercer la fuerza democrática. Ejercerla, como la ejerce la banca, ponerla en lo alto de la mesa e ir a la confrontación de mil y una maneras, pero para eso hay que crecer. Pongo el siguiente símil: estamos haciendo gimnasia, primero músculos. ¿Por qué lo digo? Sé que diariamente hay convocatorias de manifestaciones, de concentraciones, sentadas… donde hay más siglas que convocantes. El ilusionismo de la izquierda es creer que multiplicando siglas se consiguen muchas cosas, y no. Hay que sumar, aunque sea un solo proyecto. Ahí tenemos lo que está pasando. Incluso el partido de IA de Gaspar Llamazares tampoco irá muy lejos. No es la buena o mala intención de Gaspar y sus compañeros, es que han vuelto a reproducir un modelo que ya está gastado, que no sirve, otro partido. La izquierda plural, lo que quieras, sí, vale, pero otro más. Y hay que salirse de eso. Hoy hay que crear el movimiento, y el ejército es muy amplio, no solo es el ejército regular. No hay otra salida. Y volviendo al contrapoder, llegará un momento en el que habrá que practicar la desobediencia civil. Es decir: no cumplimos las leyes, ¿qué pasa? Pero para eso hay que tener el suficiente poder para que desobedezcamos. Estoy harto de escuchar que hay que hacer una manifestación, o los que equivocadamente utilizan la violencia, o los que están hartos y no hacen nada, o los que se enfrentan a la policía teniendo todas las de perder. Vamos a pensar mejor en Gandhi, que es mucho más peligroso, aunque para ti y tu narcisismo sea menos gratificante. Es decir, tenemos que tener la renuncia permanente a estar en el cuadro. Renunciar es muy difícil, pero muy necesario. Yo dejo mi carné a un lado y vamos a discutir. Yo renuncio, y eso no significa que abandone mis ideas, sino que es la condición sine qua non. Algunos al escucharme dicen: «Estas son cosas de Julio», pero son ideas que han salido de la reflexión, porque sé que con la izquierda solo no hacemos nada. A ver si nos enteramos. Todas las revoluciones nos lo estaban enseñando ya. Lo malo es que hemos hecho de la revolución una religión, un ritual. Y esos rituales hay que hacerlos para sentirnos gratificados.
—Dices: «esto es una guerra» ¿Estás en pie de guerra?
—Sí. Llevo ya mucho tiempo. Hasta ahora van ganando ellos. Hasta ahora hemos sido derrotados. Ya lo hemos dejado claro: hemos perdido la guerra. Eso no gusta escucharlo, sienta mal. Pero nosotros somos la Primera Internacional, la Segunda, la Dos y Media, la Tercera, la Cuarta. Yo participé en un proyecto que iba a hablar de la Quinta Internacional, que no salió para adelante. Todo lo que exponían esas internacionales (han sido cinco) ha fracasado: ¿dónde está la propiedad de los medios de producción para los trabajadores?, ¿dónde está la liberación de la clase obrera?, ¿dónde está la construcción del socialismo, dónde está la otra sociedad? Pero no solo no están porque no se han cumplido, sino porque han desaparecido de las cabezas de las masas. Es decir, han sido derrotadas en las mentes de los que supuestamente tenían que ejercer ese derecho. Las masas son hoy más conservadoras y la idea de socialismo no se parece en absoluto en nada a lo que parieron aquellos hombres y aquellas mujeres de las grandes internacionales. Luego los descendientes y los que tenemos como referencia las internacionales hemos perdido la guerra totalmente… Entonces hay que plantear otra guerra. Y otra guerra no es otra batalla. Otra guerra, sí. Sabiendo quién es el enemigo. Es el de siempre, pero tiene nuevas caras y nuevo armamento y nuevas alianzas. Incluso nos ha infiltrado sus ideas a través de los medios. Son los enemigos de siempre, pero de manera multiforme. Es poliédrico, es proteico. En segundo lugar, ¿cómo nos vamos a enfrentar a él, si lo tiene todo? Hay que pensar una buena estrategia, qué tipo de alianzas, qué tipo de estructura flexible… para plantear una guerra. En ese sentido lo del Frente Cívico, a un modesto nivel, pretende quitar al que ha vencido parte de sus apoyos. ¿Cuánta gente ha votado al PP?
—¿Cómo quitas esos votantes al PP, cómo los convences?
—Ya veremos. Lo tenemos que ver entre todas y todos. Mientras tanto pregunto, ¿dónde está vuestra fuerza, sindicatos? ¿Dónde está vuestra fuerza PCE, dónde la de IU? ¿Dónde está tu fuerza, PSOE? Ha llegado el momento de la gran reconsideración, no de los objetivos sino de los instrumentos. Será una guerra total, social, política, moral, ética, intelectual, cultural y estética. Eso es algo que la izquierda no quiere entender. Y cuando digo la izquierda lo hago con las excepciones de rigor. En la izquierda hemos pecado de economicistas. Hemos confundido la lucha sindical con la lucha por la transformación del mundo. Y son dos planos distintos. Un partido político no puede ser un sindicato politizado, porque a veces hay que enfrentarse a ciertas visiones del sindicato. Y si no que se lo digan al camarada Lenin. El partido político representa una visión del mundo, una cosmovisión, con otros valores y con ciudadanos que viven de otra manera. Los de las internacionales sí sabían. Ahí estaban los anarquistas, que nos dieron el ejemplo de que había que vivir de otro modo, que no se puede ser de izquierdas y tener el chalé y lo otro y lo de más allá. Que no se puede ser de izquierdas sin ser internacionalista, sin dejar de ser patriotero no se puede. ¿Qué es eso de la bandera de España, qué es eso de que en Latinoamérica nos van a nacionalizar una empresa española? Porque antes que española es empresa. Y cada frase es un debate amplísimo.
—¿Hay que crecer para crear empleo?
—Para crear empleo no hace falta crecer económicamente hablando, basta con cambiar lo que hay ahora, y si crecemos, bueno… ¿Y qué es crecer? «Es que hay que ser competitivos». Es que la izquierda no puede utilizar esa palabra. Podrá decirse que hemos de ser eficientes, o que los recursos hay que optimizarlos, que hay que producir cosas más robustas, que no respondan a la obsolescencia programada, que hay que hablar de reciclajes, de austeridad. Recuerdo esa frase de Largo Caballero: «A los trabajadores hay que decirles la verdad, aunque no les guste».
—Tú lo has practicado.
—Sí, sí, excesivamente. Sí padre, me acuso de eso (ríe).