USA, EL OJO DEL GRAN HERMANO

No hace falta que ahora lo diga Edward Snowden, el antiguo empleado de la CIA, que en junio de 2013 hiciera público a través de The Guardian documentos clasificados como alto secreto.

Es público y notorio que Estados Unidos es un centro de espionaje y de violación de los derechos humanos fundamentales contenidos en la declaración de 1948, concretamente en el artículo 12 de la misma. Pero esto viene de lejos. Hace años hice públicamente una afirmación que me costó ataques, insultos y críticas sin cuento. Dije que el ataque a las Torres Gemelas, sean cuales fueran sus organizadores, instigadores y ejecutores, le había venido a Estados Unidos como anillo al dedo.

Hoy me ratifico en aquellas palabras mías de 2001. Una noticia pasó desapercibida por aquel entonces: la denuncia de una red de espionaje y de control de las comunicaciones denominada Echelon, que ya era conocida desde 1976. La red estaba, y está, controlada por Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda.

En el año 2000 el Parlamento Europeo confirmó oficialmente, tras las pertinentes investigaciones, que dicha red denominada Echelon existía y que sus acciones de espionaje de las comunicaciones habían servido a Estados Unidos para beneficiar a empresas americanas a las cuales les suministraban los datos de operaciones en curso de sus homónimas europeas.

Un año después, el Parlamento Europeo dictaminó que, lejos de que los servicios de Echelon se dirigieran al espionaje militar, se centraban casi exclusivamente en cuestiones comerciales y privadas.

Esta cuestión ha sido puesta de actualidad ante la práctica pasividad de los gobiernos europeos. Sin embargo cobra un especial interés ante el contenido del punto 6 de la proposición no de ley que han suscrito el PP y PSOE cara a las negociaciones con Bruselas. Dice así: «Apoyar un rápido comienzo de las negociaciones de un acuerdo de libre comercio entre los Estados Unidos de América y la Unión Europea ambicioso y mutuamente beneficioso».

Un acuerdo de libre comercio en el que la Unión Europea, con una moneda más fuerte que el dólar, estará permanentemente vigilada por sus nuevos socios. Esta es la Europa que nos trajeron los de Maastricht.