HAY NOTICIAS… ABREN ZANJAS OSCURAS

Hay noticias que cuesta creer. Son la quintaesencia de lo que ocurre. Las recogen los medios, las cuentan en primera página. No sabemos si es la realidad, porque parecen puro surrealismo. Cuesta entenderlas. Incluso cuesta leerlas. Las repasas a primera hora de la mañana en los periódicos digitales y esperas diez horas para ver si continúan ahí. Extraño, ¿no?, diez horas después ahí continúan sin moverse.

La noticia a la que nos referimos se publicó el pasado 27 de enero de 2013. Taro Aso, viceprimer ministro y ministro de Finanzas de Japón, no tembló, ni él ni su voz, cuando pidió a millones de compatriotas ancianos que se hicieran «el haraquiri para cuadrar las cuentas del país».

¿Son estos los que inspiran a los gobiernos europeos la reforma laboral? Taro Aso tiene setenta y dos años. He buscado en la red a ver si sus padres sobreviven aún. Nada he encontrado al respecto. Un día después, dijeron que quizá se le tradujo mal del japonés al inglés. Algunos no sabrán qué pensar. Con zanjas oscuras, que dijo el gran poeta Vallejo, no es fácil saber qué pensar cuando tanta gente padece el drama del desempleo o los desahucios de sus hogares.

Una noticia como aquella es casi una revelación llevada al extremo. Algo terrible está pasando. Los heraldos negros de César Vallejo campan a sus anchas.

Hay quien dice que la única opción real que le queda a la humanidad —y peso cada palabra— es descartar el fracasado sistema actual y sustituirlo por otro nuevo, más igualitario, que no esté orientado a la búsqueda incesante de riqueza monetaria, sino a la satisfacción de las verdaderas necesidades humanas.

Será utopía, pero es técnicamente posible. Se puede hacer. No existe hoy, pero es perfectamente factible. Es hacedera, que diría Antonio Cánovas del Castillo.

Niño —decían los profesores—, léete este libro, que los libros no muerden. Por qué no, seguro que hay libros que muerden en el buen sentido. Cuando se lee «la única opción real que le queda a la humanidad», se puede sentir un pellizco. Muerde.

Es una adaptación a los tiempos de Socialismo o barbarie. Esto en lo que estamos es la barbarie.

Hubo una señora de piel negra que hizo historia por no cederle el asiento a un hombre de piel blanca. Hubo un millón y medio de comunistas asesinados por Suharto con el beneplácito de Estados Unidos y el silencio cómplice de la Unión Soviética por el reparto del mundo. También conocimos que en Grecia hubo guerrilleros comunistas limpiados por el ejército británico ante el silencio de la Unión Soviética. Todo esto está ahí en la historia. ¿Cuál es el problema? Que cuando se dice no gusta.

No porque uno quiera permanecer en lo alto de la montaña dando el discurso, sin mojarse. No, el que está diciendo esto se ha mojado hasta aquí, hasta el fondo. Me he mojado, ¿sabe usted? Este es el problema de las dificultades que tiene el discurso. Y dicho con sinceridad, por estas cosas yo soy querido y odiado. Pero en el fondo responde a mi naturaleza. No me pongo medalla alguna. En el despliegue de mi pensamiento digo lo que he sentido. He tomado esta opción. No puedo tomar otra.

Cada uno opera según su naturaleza, porque lo que antes me has dicho es así. ¿Por qué no se les hace más caso a ciertos autores comprometidos con grandes verdades, por qué cuesta tanto trabajo construir una alternativa que diga un día «vamos a la desobediencia civil, no cumplimos las leyes y somos la mayoría, qué pasa ahora»?

¿Por qué los funcionarios están tragando que no se les pague la paga extra? Y han callado. Han hablado unos poquitos, pero la mayoría ha callado como bueyes mansos. Te están quitando dinero en beneficio de los ricos. Es para beneficiar a la banca. Y esto no es cosa solo de Mariano Rajoy. De todo esto y mucho más estamos hablando.

Sí, es cierto. Las palabras pesan. Valen. Provocan. Y animan.