UNA CRISIS SIN SOLUCIÓN

Que los tiempos duros que vienen

nos mejoren a nosotros.

MARUJA TORRES

Su vida se acelera con la última crisis económica. Si no lo estaba ya suficientemente, la acción política de Anguita cobra un mayor dinamismo. Son muchas las razones. Entre otras, la situación viene a darle la razón en aquello que él y sus compañeros llevaban años denunciando. Por otra, el clima generalizado de corrupción política legitima una voz que atravesó las instituciones como el rayo de sol que no mancha el cristal al traspasarlo.

Otros disfrazan la realidad, la maquillan. Necesitamos una respuesta cristalina. La necesitamos siempre, pero en estos tiempos sombríos más que nunca. Si alguien puede arrojar luz, que lo haga en tiempos oscuros.

Anguita es un político que no deja de pensar en medio de la duda y del ruido. Contra la furia desatada pone en marcha su cabeza y su corazón. Su corazón. A lo largo de su trayectoria política se ha enfrentado a la opinión pública. Hay una lucha contracorriente.

Mantiene unos principios y lucha por ellos. Lo ha demostrado contra viento y marea. No hay un doble lenguaje; es decir, no dice una cosa en privado y otra en público. Vive abierto al debate, dispuesto a combatir con razones, con propuestas, con programas. Y si se le convence con ideas y datos, es de los que está dispuesto a variar sus posiciones.

Es la manera de comprometerse con su tiempo. El escritor Julio Cortázar dijo que «la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose». La esperanza será mayor si ese compromiso se convierte en el compromiso de muchos.

Sobre la realidad contada de la «crisis», hemos comprobado que cuanto peor van las cosas, más se dulcifican las palabras. «Reformas» por recortes, pedir sacrificios a la ciudadanía por «bajada de sueldos», flexibilizar el mercado laboral por «despidos», «gravamen de activos ocultos» en vez de amnistía fiscal para los defraudadores de dinero negro, o «burbuja inmobiliaria» en vez de especulación.

¿Qué nos oculta esta neolengua? ¿A qué se debe esta especie de anestesia lingüística?

Lo primero que hay que tener presente, y estoy pensando en Lenin y en Gramsci, es que el lenguaje es un arma tremenda, un arma letal. Cuando utilizamos el lenguaje sin pensar lo que estamos diciendo, nos estamos desarmando.

En un momento determinado en España, en la Transición, todo el mundo hablaba de democracia, hasta los que no eran demócratas. Aquella palabra se había impuesto después de lo que había pasado. «La democracia, la democracia, la democracia». Hoy ya no se habla de democracia, se habla de mercado. Se habla de crisis y de la economía, se habla de los recortes. Cuando en el lenguaje están dominando determinados valores, ya podemos saber quién está ganando la guerra. La ganan aquellos que han impuesto el lenguaje.

¿Cuál es la verdadera razón de esta crisis?

También yo me he preguntado qué tipo de crisis tenemos delante. Creo que es mucho peor que la de 1929. Esta es una crisis de civilización. Ya el historiador conservador Arnold J. Toynbee, en su magnífico trabajo Estudio de la historia, afirmó que ha habido veintiséis civilizaciones a lo largo de la historia del mundo.

La civilización anterior a la nuestra, la romana, tenía las siguientes características, como todas las demás: un estado universal (Roma), una iglesia universal (el Derecho romano, que fue el que cinceló todo el orbe romano), un proletariado interno que socavó al imperio (el cristianismo) y un proletariado externo que invadió Roma (los llamados bárbaros). Primero Roma los ataca y luego tiene que pactar con ellos como guardadores de la frontera del imperio, frente a otros avances de otros bárbaros.

La civilización siguiente es la que llamamos occidental. La que se ha extendido por todo el mundo, marcándolo con sus valores. ¿Cuáles son sus características? Dos: el capitalismo (o como se prefiera, el maquinismo y la revolución industrial) y la democracia representativa.

El capitalismo se ha extendido a todo el mundo, habiendo asumido a países capitalistas, a los precapitalistas y a los países anticapitalistas como China. Todos han entrado en la globalización dentro de esos valores. El propio Carlos Marx en su Manifiesto comunista hace un elogio de la burguesía, reconociéndole que la Revolución llevada a cabo por ella «ha hecho maravillas mejores que las pirámides de Egipto».

La democracia representativa se difunde con la Declaración de Independencia de Estados Unidos, la Revolución francesa, y las distintas constituciones que van adquiriendo los derechos sociales, la mexicana, la de Weimar, la soviética, etc. Con muchas cortapisas, pero la democracia era el equivalente a la civilización occidental. Pero ¿qué estamos observando?, que el pilar uno está devorando al pilar dos. La democracia ya no existe, ni representativa ni no representativa. ¿Quién dirige? Los mercados.

Hoy podemos observar que de la famosa Constitución de 1978 ya no queda nada. El artículo que habla de los convenios colectivos, el de la progresividad fiscal, de la vivienda, el que habla del derecho al trabajo… Ya no hay derecho al trabajo, pues ese derecho hay que considerarlo como un privilegio. Hasta el título VII, que habla de que toda la riqueza hay que considerarla subordinada al interés general, la tremenda contradicción del artículo 14 que considera a todos los españoles iguales ante la ley menos a un señor que es inviolable (art. 56), el rey.

La crisis ha ido arrumbando todos los contenidos sociales de la Constitución, y llega un momento que se reforma simplemente por el acuerdo de los dos partidos mayoritarios. Se reforma la Constitución con un contenido que la gente no ha leído, donde dice que el pago de la deuda tendrá un carácter prioritario. Voy a ser más brutal: «Si no hay para escuelas, si no hay para hospitales que no haya, pero primero hay que pagar los intereses de la deuda». Esa ha sido la reforma de la Constitución. ¿Qué es lo que queda de aquella Constitución? Nada, no queda nada.

¿Y qué decir del derecho internacional?, que ya no existe ni como tapadera. Porque la nueva OTAN interviene sin tener en cuenta a las Naciones Unidas. Esta es la crisis. Una crisis de una civilización que ya no puede llevar sus dos pilares. Y, por tanto, la democracia es una mera simulación. Votar simplemente con unas leyes electorales hechas muy ex profeso, con unos medios de comunicación en manos de los poderes. Y salvo a muy pocos, porque la mayoría son bancos, son empresarios, que pagan a los medios.

Hasta ahora, ¿cómo se ha movido la oposición? Nos hemos movido pidiéndole al poder que cambie. Imposible. No le pidan ustedes a Mariano Rajoy o a otros que tienen esta idea económica que cambien. No pueden. Entiéndanlos, llevan en su gen el mercado. No pidan peras al olmo. No es una maldad de nadie. Se trata de que metafísicamente no pueden cambiar. Y los que nos oponemos hemos cometido un error. Pedimos participar en el reparto de una tarta que ya no tiene sentido.

El crecimiento económico por sí solo no puede producir empleo. Y para hablar de empleo hay que hablar de los tres yacimientos de empleo: sanidad, educación y medio ambiente. Y el crecimiento económico, ¿cómo se mide? Porque lo miden a través del PIB, independientemente de lo que se fabrique. Es decir, el problema nuestro es que tenemos que ofrecer una respuesta que no consiste en la contrarréplica del modelo.

Es más, voy a hacer una afirmación altamente herética: muchas veces nosotros hemos hecho, sin quererlo, una interpretación heterodoxa del capitalismo. Con sus propios valores hemos querido hacer una sociedad alternativa. Y estos males se nos vuelven en contra. Si no, ¿qué explicación tiene que en nombre de un partido que se llama comunista se esté haciendo lo que se está haciendo en China?

Este es el momento de la gran reflexión. Hay que acudir a los grandes maestros. En las horas que dedico al estudio y a los debates vuelvo otra vez a leerlos y veo que están vivos. Hay cosas que no valen, porque Marx o Engels tienen una parte de «hijos del siglo XIX», de optimismo, de pensar que «la revolución es ineluctable». Pero hay diagnósticos suyos que no han sido superados por la actualidad.

Volver a los maestros como quien vuelve a la ideología. «Horror, hablar de ideología… cuando lo que aquí importa es el mercado, ¿no?». Así volvemos otra vez al eterno debate en el seno de la izquierda.