Es importante ver en qué quedan las cosas que se quieren cambiar en tiempos de desorden. Es aquel poema de Bertolt Brecht, que tituló «No»:
No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada,
de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar.
A modo de resumen de toda esta situación del Manifiesto-Programa traigo aquí algunos retazos del informe que el responsable del debate en Andalucía me trasladó. Ni que decir tiene que lo hago mío en toda su literalidad.
«Hay multitud de opiniones transmitidas a nivel particular por camaradas de dentro del partido, que no vieron el cuestionario como una manera efectiva para intentar poner a trabajar a la militancia y a las agrupaciones. Estas opiniones no fueron después expuestas en ningún órgano, ni se hizo ninguna propuesta para intentar hacer un cambio metodológico a los responsables del Manifiesto-Programa».
«Tanto en los acuerdos orgánicos como en las reuniones previas se aceptó el método propuesto sin ningún voto en contra, pero difícilmente los cuadros del partido podían impulsar algo en lo que no creen interiormente, aunque no lo expresen donde debe hacerse, salvo excepciones».
«La dirección del partido se ha situado en su día a día: listas electorales del partido, luchan internas dentro de IU, etc. No se ha valorado en su justo término el potencial del Manifiesto-Programa para poner luz sobre la discusión y para encontrar una salida que dé como resultado una vigorización del partido que pueda ser la base del fortalecimiento del PCE y sus federaciones».
«Que la federación más fuerte del PCE, es decir la andaluza, haya sido incapaz de dar los pasos pertinentes para situarse al frente de la vanguardia del proyecto más aclamado y votado en el último congreso del PCE tiene que llevar a una profunda reflexión. Este resultado no tiene que ser valorado como un fracaso de un trabajo colectivo y conjunto del partido, sino como el fracaso de aquellas direcciones que solo contemplan al partido como un lobby de poder dentro de IU».
«La pregunta final podía ser: ¿es posible para el próximo congreso que toda la militancia, todos los cuadros, todas las direcciones, expongamos el máximo grado de honestidad para encontrar una solución digna para el PCE de acuerdo con su tradición y su lucha durante décadas?».
Está firmado por Jesús Romero Sánchez, responsable del Manifiesto-Programa en Andalucía.
Por mi parte, presenté el informe final al XVIII Congreso del PCE:
El XVII Congreso del PCE aprobó, por práctica unanimidad, una resolución por la que se instaba al futuro Comité Federal a iniciar las tareas que culminasen con la elaboración de un Manifiesto-Programa para la acción futura de los comunistas y de la izquierda en general.
Se partía de un diagnóstico sobre la situación mundial extremadamente esquemático pero que leído hoy nos impacta. Se constataban los cambios fundamentales en la lógica y en el funcionamiento del capitalismo, el sistema internacional y las relaciones de poder entre las clases sociales y los pueblos.
Por otra parte, y también de manera esquemática, señalaba la situación de la izquierda en ese mismo momento: derrota de la izquierda social y política europea. Crisis y derrota del llamado socialismo real. Agotamiento de las vías no capitalistas al desarrollo.
En consecuencia, señalaba los ejes de una respuesta desde nuestro compromiso: reformular el ideario y el proyecto de emancipación. Repensar las estrategias, los modos de intervención y de organizar la política los comunistas. Llevar a la práctica la reformulación acordada, refundar el proyecto y en consecuencia reconstruir el partido. ¿Calculamos los congresistas que estábamos poniendo en marcha lo que tantas y tantas veces en debates retóricos internos habíamos demandado? ¿Desconocía el PCE su auténtica realidad? ¿Se aprobó la propuesta sin tener en cuenta el estado del partido?
El texto que analizamos no omitió en absoluto la excepcionalidad de la tarea ni tampoco el fin de la misma. Cuando se escribió que el Manifiesto-Programa «no puede ser elaborado al modo tradicional» se estaba señalando un cambio de 180 grados en los trabajos del partido. A ello se refería de manera explícita el documento: «Reafirmación de la militancia en un partido que asumiendo su legado histórico quiere poner al día, para combatir mejor, su estrategia, táctica, esquema organizativo, sentido de militancia y creación de instancias unitarias de lucha sin olvidar la construcción de la alternativa. Convicción profunda de que el proyecto comunista sigue siendo tan necesario como siempre. Y desde luego imprescindible en estos momentos».
No se aprobaba una tarea cualquiera sino el método para que un PCE débil, con escasa entidad organizativa, escindido entre IU y las estructuras partidarias, falto de cohesión y por otra parte confiadamente esperanzado, recogiera de su interior fuerzas, las sumara a otras en el debate (…) para hacer surgir una fuerza política pujante, organizada y referente inequívoco para los trabajadores, intelectuales, creadores de arte y altermundistas en general. El método expuesto y aprobado confiaba, quizás con ingenuidad, en la capacidad de regenerar fuerzas, impulsar estímulos y alentar ánimos de las direcciones y cuadros.
Se quería incorporar a este debate político al conjunto de hombres y mujeres que más allá de militancia concreta comparten con nosotros un proyecto anticapitalista y constructor del socialismo. Y sumar la dimensión internacionalista. Contactar para esta cuestión específica con la izquierda europea, latinoamericana y con el conjunto de las fuerzas revolucionarias.
Desde los primeros instantes de la puesta en marcha del proceso se pudieron constatar varias cosas: colectivos, personas y grupos de afiliados que directamente enviaban los resultados de sus elaboraciones directamente a la Comisión Redactora. De progresar este método el debate se transformaba en un diálogo entre un centro y una periferia.
Pero hubo desconfianzas de organizaciones y dirigentes que atribuían al proceso intenciones «liquidacionistas» con respecto al PCE.
Posturas de cómoda inhibición tomando como excusa ignorancia, cuestiones más urgentes o incapacidad organizativa. Debemos reconocer, sin embargo, que las condiciones de IU, su crisis perenne y la atmósfera creada no constituían un acicate para el debate y la participación en el mismo. No obstante se sabía que esa era la realidad que se debía afrontar.
No, dijo Bertolt Brecht.
No aceptes lo habitual como cosa natural.
Porque en tiempos de desorden,
de confusión organizada,
de humanidad deshumanizada,
nada debe parecer natural.
Nada debe parecer imposible de cambiar.