DESPUÉS DE TODO… IU ACEPTÓ LA OTAN

Las encuestas electorales del año 2000 anunciaban la victoria del Partido Popular, con mejores resultados que los obtenidos en 1996, pero sin llegar a alcanzar la suma del PSOE e IU. En ese sentido las elecciones generales de marzo de 2000 serían una gran sorpresa, ya que el PP ganaría finalmente por mayoría absoluta. Era la primera vez que ganaba con una mayoría tan holgada, haciendo que el inquilino de La Moncloa, José María Aznar, permaneciera otros cuatros años más en la residencia del presidente del Gobierno.

La otra noticia de comienzos del año 2000 está igualmente asociada a la cita electoral, ya que en febrero de ese año ocurría algo inesperado y sorprendente para muchos. Almunia y Frutos dieron la campanada al firmar un pacto preelectoral, no una coalición electoral en sentido estricto, en los inicios de la campaña.

Un total de 10,3 millones de personas arroparon con su voto a Aznar en las elecciones del 12-M. Apenas 7,9 lo hicieron con el candidato socialista Joaquín Almunia. Y tan solo 1,2 millones hicieron lo propio con Francisco Frutos, de IU.

Ese año 2000 supuso para el PSOE la derrota más dura en veinte años. Pero para Izquierda Unida significó un correctivo aún más duro, ya que perdieron la mitad de sus votantes y los dos tercios de sus diputados. En 2000 comenzaría en IU una crisis de resultados que duró más de una década, sin volver a crecer en votos para superar los diez escaños; eran unos resultados que ya se veían venir tras el retroceso de las municipales, las campañas mediáticas del grupo Prisa y la crisis de la ruptura con Nueva Izquierda e Iniciativa per Catalunya.

Es cierto que la unidad de acción de la llamada por la prensa de entonces «izquierda plural» abrió un escenario inédito en unas elecciones generales y emergió como una novedad sustancial dentro de la oferta de competición partidista. Pero diversos analistas tildaron posteriormente de «desesperada» aquella campaña electoral por parte de PSOE e IU.

Aquello no funcionó. A luz de los resultados todos consideraron concluido el pacto. La clave estratégica era movilizar al electorado de izquierdas y el llamado voto útil. El pacto PSOE-IU se lanzó como un acicate movilizador. Pero los resultados mostraron que un millón de votos de antiguos votantes socialistas y ochocientos mil de Izquierda Unida fueron a parar a la abstención.

El pacto PSOE e IU constó de tres compromisos. Programa de mínimos, pacto de investidura y alianza electoral en las candidaturas al Senado. Ninguno de los partidos firmantes se vería obligado a renunciar a la defensa íntegra de su programa.

El acuerdo de gobierno al que llegaron superó los dos principales escollos a los que se enfrentaba: el tema europeo (pacto de estabilidad) y el tema OTAN (acuerdos en materia de seguridad y defensa).

El texto recoge la participación activa en la construcción de la Europa social y política y el mantenimiento de los compromisos internacionales en materia de seguridad y defensa. No obstante, en el preámbulo del acuerdo se señala que hay diferencias entre los firmantes, que son de convicciones «entre otros casos, en lo que atañe a nuestras posiciones sobre la OTAN o el distinto significado atribuido al pacto de estabilidad. Pero estas diferencias no impiden, sin embargo, que podamos coincidir, en torno a un programa de gobierno».

Para Julio Anguita el pacto dejó muy claro que IU aceptaba la nueva OTAN de manera inclusiva.

—Incluso lo han reconocido dirigentes al decir que «España se adhería al orden internacional». En fin, sí, se aceptó la OTAN después de todo lo que habíamos batallado. Ellos no dijeron «aceptamos la OTAN», pero se dieron cuenta de lo que habían firmado. Lo que pasa es que la situación entonces era, según decían, desesperada. Ni estuve ni estoy de acuerdo con los contenidos de aquel pacto. Sigo defendiendo que el pacto es consustancial con la actividad humana en sociedad, en consecuencia el pacto es inherente a la actividad política. Nadie puede ser juzgado negativamente porque ha pactado, sino por los contenidos del pacto. En ese sentido no estuve conforme.

»Callé e incluso evité pronunciarme sobre ello, yo no podía poner palos en la rueda de quienes asumían la tarea de concurrir a unas elecciones con malas expectativas. Quiero ser sincero, porque siempre manifesté serias y severas reservas con aquel pacto. Al reponerme de mi operación quirúrgica de corazón, acudí a una asamblea de cuadros de IU al hotel Macarena de Sevilla. Aquello estaba a reventar, con unos 500 responsables de toda Andalucía. Hay una intervención de un dirigente diciendo que el Pacto de Madrid «procuraría que IU tuviera ministros». Conviene aclarar que en Andalucía, donde las elecciones autonómicas eran simultáneas con las generales, no fue posible el pacto porque el PSOE no quiso. Pedí la palabra. «Vamos a ver, primero tendremos que luchar para que el PSOE cumpla lo acordado, pues el PSOE ha pactado porque se ha visto obligado a ello. Aquí en Andalucía, ¿por qué no se ha hecho un pacto similar? Sencillamente porque consideran que aquí no les hacemos falta. Luego vamos a hablar, a decir que este ha sido un pacto de intereses para el PSOE central». Así que mis reservas están manifestadas públicamente. Manifestadas con mucha suavidad, eso sí.

Es probable que pasara desapercibido para muchos, pero al comenzar el año 2000, antes de firmar el pacto electoral con IU, el PSOE había firmado otro pacto en enero de ese año con el Partido Democrático de Nueva Izquierda (escindido a su vez de la coalición IU), por el que concurrían conjuntamente en esas elecciones. Una especie de círculo extraño se cerraba, confirmando lo que durante mucho tiempo había sido obvio para Anguita con respecto a los compañeros de Nueva Izquierda. Aun así, en el año 2000, cuando dejó la dirección de IU, dijo que estaría callado dos años, y lo mantuvo. También dijo un elocuente «cambio de trinchera, pero no de guerra».

A la luz de los malos resultados electorales del año 2000, tras su silencio de dos años, muchos empezaron a pedirle que volviera. «Vuelve Anguita, vuelve». Lo he escuchado paseando con él por las calles de Córdoba, de Bilbao, Donostia y Gasteiz. «Vuelve», le decían a quien seguía en pie de combate como pocos de su generación. En otras muchas «trincheras».

—¿Cómo interpretas que la gente te diga «vuelve Anguita, vuelve»?

—Es un ritual. Es como un ojalá. El «vuelve» es la manifestación de un deseo, una especie de piropo, una muestra de cariño, un halago. Pero en todo caso no sería «vuelve». Sería «te traemos» (ríe). O mejor «vamos todos». Pero para llevarme, ha de hacerse con un proyecto elaborado entre todos… Cuando lo explico, siento que a la gente se le ilumina la cara, pero a continuación se le olvida.

Hay euskaldunes que después de mucho tiempo sin verse, al encontrarse de nuevo se dicen: «bizi dena azaldu egiten da». Es decir, «el que vive, aparece». Lo cual evoca a su vez un poema de Fernando Pessoa que reza: «Morir es no ser visto». Tras atravesar el periodo de silencio de dos años, Anguita «volvió» para hablar a través de sus escritos publicados, de sus conferencias, de sus entrevistas. Como un rumor acallado, fue arreciando entonces el «vuelve Anguita, vuelve». En cuántas ocasiones tuvo que decir «no he vuelto, sencillamente nunca me fui». El que vive, aparece.