JOSÉ MARÍA AZNAR

Aznar es el producto de una falsa versión de la historia de España. Es el producto de Los claros varones de Castilla, libro que me regaló, por cierto. Aznar es el producto de la España imperial de la cruz, la espada, las Indias y el catolicismo como conformador de la esencia de España. Es un joseantoniano en el sentido más profundo del término.

José María Aznar es un hombre de cultura hispánica en la línea de Marcelino Menéndez y Pelayo. En la línea de «los árabes nos invadieron y nosotros no debemos olvidar». Un hombre de la España inmortal ligado al catolicismo, lo más rancio y manipulado que hay en la historiografía española.

Aznar es una persona de ideas fijas en el sentido del hombre que es tenaz y con valores muy implantados en la clase media española franquista. Con el complejo de inferioridad de esa España imperial que le lleva a poner los pies en la mesa de Bush y a vincularse a las grandes «hazañas» bélicas del imperio USA. Es curioso, porque el que se plantea como gran dirigente de la España imperial a lo más que aspira es a ser un escudero del presidente estadounidense. En el fondo hay un infantil complejo de inferioridad.

Con el rey ha tenido un trato menos amable que Felipe González, tal vez porque le impuso a un ministro de Defensa que él no quería. Y también porque tras su victoria electoral de 1996, tuvo que retractarse de su promesa de desclasificar documentos que hacían referencia a los GAL y los fondos reservados. Se cuenta que cuando alguno de sus ministros le recordó la promesa hecha él le contestó: «Si supierais lo que yo sé ahora, no insistiríais».

Yo le he acusado de coadyuvante con crímenes de guerra. He firmado esa petición. Bush, Blair y, en otro escalón, Durão Barroso y Aznar. Es la mentalidad de la España negra, la que considera que al ser «los buenos» son los que tienen sentimientos. Y el resto somos una subespecie. Los otros son los de otra religión, los otros son la anti-España. Es el pensamiento de Franco con alguna capa de pintura democrática. Es el oscurantismo eclesial conviviendo con las revistas del corazón. Y sobre todo con un gran desconocimiento de la historia de España.

Hablamos de dos presidentes de España, González y Aznar, que cobran a perpetuidad del Estado 75 000 euros como expresidentes, y si están en el Consejo de Estado otro tanto, y que además —en la España de seis millones de desempleados— cobran de dos grandes empresas. Esto es hiriente; pero bueno, la gente lo aguanta.

—¿Cómo situar a todas estas personas en el justo lugar que merecen?

—Si los devolvemos a su condición de seres normales que hicieron cosas de valor, que tuvieron atisbos de futuro, que cuentan en su haber con aciertos y errores… Su grandeza consistirá en estar en el momento oportuno haciendo cosas necesarias. Mejor esto que hacerles figuras inmaculadas. La historia es importante cuando restituyes a la gente su condición de seres humanos con errores y aciertos. Aun así, es indiscutible que todos tienen un puesto ganado a pulso en la historia de España… con sus luces y sus sombras. Pero su legado globalmente evaluado es negativo… Salvo Pasionaria, por supuesto.